Archivo de la categoría: PAULO BARBOSA

Una Hierba Dañina — Rechace-¡la!

Una Hierba Dañina — Rechace-¡la!

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y
que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19).

“El tabaco es una gramilla inmunda, sembrada, según dicen,
¡por el demonio! Él mancha su pulmón Y mancha sus ropas, Y
¡hace de su nariz, una chimenea! (Duane V. Maxey)

Dios nos dio un cuerpo para ser el templo de Su Espíritu. Él
debe ser cuidado con cariño, con amor, con fidelidad. Dios
lo confió a nosotros y debemos mostrar al Señor que somos
guardianes responsables y obedientes.

Cuando nos entregamos a los vicios — y el humo es un de los
peores vicios de este mundo, estamos diciendo a Dios que no
Lo queremos en nuestro interior, que no es bienvenido, que
usaremos el cuerpo para otros fines. Estamos diciendo a Él
que ensuciaremos lo que debe ser aseado, que Él no tiene
ninguna importancia en nuestra vida espiritual.

Cuando reconocemos que el Señor es la razón de nuestro vivir
y Le entregamos todo lo que tenemos, nuestro corazón se
regocija en recibirlo, nuestro cuerpo se llena de júbilo por
albergarlo, nuestro espíritu Lo glorifica por ser nuestro
Señor y nuestro Salvador.

La persona que fuma destruye su vida, corrompe su cuerpo,
contamina su familia, desagrada y agravia a Dios. El humo no
afluye para nada de positivo y lleva su usuario rápidamente
a la destrucción.

¡El humo mata! ¡Física y espiritualmente! Diga no para él,
mientras usted puede.

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Una Mesa Repleta De Bendiciones

Una Mesa Repleta De Bendiciones

“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus
riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).

Podemos imaginar una mesa harta, llena de comidas
deliciosas. A su rededor están reunidas personas
hambrientas. Dios dispuso la comida. Es totalmente gratuita.
Si alguna persona está alrededor de la mesa y no saborea la
comida, es una decisión exclusivamente de ella. Estar
hambriento, delante de una mesa llena, y no aprovechar la
comida, es un comportamiento irracional. Es eso lo que ha
acontecido el tiempo todo. la generosidad de Dios no es
aprovechada. Dios ofrece comida espiritual, pero, Él no
forzará nadie a comerla. El hombre debe tomar en iniciativa
y participar de aquello que Dios le da.

¿Hemos nosotros estado delante de las bendiciones del Señor
sin disfrutar de ninguna de ellas? ¿Hemos ignorado todo
cuanto el Señor nos ofrece, preferiendo los engaños del
mundo que no alimentan la alma y aún nos alejan de Su
presencia? ¿Hemos pasado hambre espiritual mismo estando
delante de un harto banquete que Dios tiene listo para
nosotros?

Muchas veces nos lamentamos de abandono mientras sobre la
mesa del Señor está colocado el “estoy contigo todos los
días”. Murmuramos en cuanto a la falta de todo, sin nos dar
cuenta de que sobre la mesa de las bendiciones está “el
Señor suplirá todas sus necesidades”. Preocupamonos con
enfermedades y no confiamos que, sobre la mesa, está el “soy
el Señor que te sara”. La frustración de las derrotas por
pasos mal dados nos atormenta y ni miramos que, bien en el
centro de la mesa, está el “sin mí nada podéis hacer”.

Estamos hambrientos, sentados alrededor de la mesa del
Señor, y bastaría apenas levantar una de nuestras manos para
recibir todo lo que nuestro Salvador colocó a nuestra
disposición. Allí encontramos todo de que necesitamos:
alegría, paz, gracia, unción, fe y vida abundante. Nada
falta encima de la mesa del Señor.

Empiece a aprovechar las “iguarias” santas que el Señor
colocó sobre la mesa. Encontrará la dicha que tiene estado
buscando hace mucho tiempo.

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¿Vivir O Simplemente Hablar?

¿Vivir O Simplemente Hablar?

“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”
(1 Juan 2:6).

El padre, cierto día, enseñaba a su hijo pequeño sobre la
forma de vivir de un cristiano y cuales deberían ser sus
actitudes. Al terminar la lección, el padre oyó del hijo una
pregunta a cual jamás pudo olvidar: “¿Padre, yo ya vi un
cristiano?”

¿Será qué ya pasamos por el mismo vejación? Ya oímos, alguna
vez, de un amigo: “¿Es un cristiano? Estoy sorprendido…
¡confieso qué no sabía!” Y si un amigo se muestra perplejo
al saber que somos cristianos, ¿que podríamos decir de
nuestro Dios?

Muchas veces citamos, con facilidad, todo lo que un hijo de
Dios debe hacer. También no es difícil, para nosotros,
decorar una gran cantidad de pasajes de las Escrituras.
Podemos, desde luego, vestirnos con ropas que nos hacen
parecer discípulos del Señor. Pero, ¿es eso suficiente?

Conozco varios ateos que domeñan todo el Biblia, que citan
versículos sin dificultades, sin embargo, ¿de que vale todo
eso si no conocen el Dios de la Biblia? ¿De que sirve
conocer el texto si no experimentan la bendición de una
relación con el Señor? No adelanta saber donde se está el
camino si no ha la iniciativa de andar por él.

Si yo digo que soy cristiano, debo andar como Cristo anduvo,
debo hablar como Él habló, debo demostrar amor como Él
demostró, debo buscar vivir en santidad como Él siempre
vivió. Ser cristiano no es ir a la misa y confesar los
pecados al sacerdote, ni ir a un culto y cantar los himnos
allí entonados, ni acompañar una oración junto al radio,
bebiendo a continuación la agua allí colocada. Ser cristiano
es abrir el corazón para Jesus, es ser sal en una tierra sin
sabor, es ser luz en un mundo tomado por densas tiniebla.
Ser cristiano es dejar que Cristo brille en todas nuestras
actitudes.

¿Habla usted de lo que debe ser un cristiano o lo demuestra
a través de su vida?

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Camino Seguro

Camino Seguro

“… junto a aguas de reposo me pastoreará” (Salmos 23:2).

La noche estaba oscura y tempestuosa. Una señora estaba en
un barco que cruzaba el Lago Michigan. A causa de la lluvia
fuerte, de los rayos y truenos, ella se sentía muy nerviosa.
Con mucho miedo, al ver las muchas puntas de piedras que
descollen en la superficie del lago, preguntó al capitán:
“¿Sabe dónde están todas las piedras del lago?” “No”,
contestó el capitán, “yo no sé. Pero yo conozco el camino
seguro”.

Mientras “navegamos” por los mares de la vida, encontramos
muchas “piedras”. Algunas nosotros sabemos como evitar y
otras, no. Por eso es, es posible que seamos atrapados de
sorpresa. El importante, por tanto, es que sepamos “donde
está el camino seguro”.

Muchas veces juzgamos que somos capaces de encontrar, solos,
la seguridad de que tanto necesitamos. Escogemos una
dirección y seguimos enfrente. No aceptamos la opinión de
nadie y, casi siempre, solo percibimos el error cuando no
aguantamos más las angustias y aflicciones.

Otras veces nos dejamos envolver por las piedras. Sufrimos,
murmuramos, cuestionamos la existencia de cada de ellas,
maldecimos las luchas y los problemas, pero, no buscamos
encontrar el camino tranquilo y seguro. Nos quejamos de las
piedras y no nos alejamos de ellas.

Cuando tomamos en decisión de “velejar” apenas por caminos
seguros, todo es diferente. Vivimos en paz y alegría, en
júbilo y felicidad. Sabemos donde estamos y para donde
estamos yendo. Sabemos que las piedras existen, sin embargo,
estamos lejos de ellas y ellas están lejos de nosotros.

Jesus conoce el camino seguro y usted solo necesita
seguirlo.

*****

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Necio

Necio

“En el corazón del prudente reposa la sabiduría; Pero no es
conocida en medio de los necios” (Proverbios 14:33).

Un pastor abrió una carta a él enderezada. Adentro del sobre
había un pedazo de diario donde se leía apenas una palabra:
Necio! Al final de semana él anunció, del púlpito: “Yo ya
recibí muchas cartas sin la firma del autor. Ésta semana yo
recibí una carta donde aparecía la firma del autor sin que
hubiese escrito cosa alguna.”

Lo necios que somos cuando desairamos a Dios. Y puedo decir
eso porque fui de ellos. Creía que era perfectamente capaz
de vivir sin el Señor. lo ignoraba y hasta criticaba a
aquellos que pensaban de manera diferente. No fueron pocas
las veces en que, al pasar por un grupo en la plaza,
alabando a Dios, grité: “¡Vaya a buscar un estanque para
lavar ropa!” — cuando era una chica al micrófono. O, “¡Vaya
a coger en una azada!” — cuando un hombre estaba hablando.
¡Cómo me arrepiento de lo qué hacía! Percibí, algún tiempo
después, lo cuanto estaba equivocado.

Era un joven triste y no sabía que mi dicha estaba al lado
de ellos. Era un joven sin vida y no conseguía ver la Vida
que ellos poseían. Estaba caminando sin rumbo y no era capaz
de percibir el Camino que ellos presentaban.

Sí, era alguien que podría haber escrito aquella carta
anónima. Estaba perdido en mis pecados y no aceptaba el
Señor de brazos abertos para salvarme. Quisiera la felicidad
y ella estaba bien a mi frente,no local de mis escarnios.

Pero, gracias al amor de mi Señor, el necio dejó de ser
necio. Lo infeliz encontró la alegría. El perdido se vio
hallado, cuidado con amor, abrigado bajo las alas del
Altísimo.

¿Usted también si sienta como alguien que podría haber
escrito aquella carta? ¿No anhelaría reescribirla con una
firma diferente?

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Llenos De Goce En Cualquier Situación

Llenos De Goce En Cualquier Situación

“Porque lo has bendecido para siempre; Lo llenaste de
alegría con tu presencia” (Salmos 21:6).

Cuando una señora cristiana, ya bien de edad, sufriendo de
artritis, se ponía sentada delante de la ventana de la
frente de su casa, asistía el tráfico movido de la calle y
comentaba: “Yo no sé lo que haría si no tuviese todo ese
movimiento para distraerme”. Más tarde, fue movida para un
cuarto en los fondos de la casa, de dónde no podía ver más
el tráfico intenso de la calle. Frente a esta nueva
situación, ella dijo: “Me gusta aún más de ese lugar. De
aquí yo puedo asistir los dulces niños del vecino, brincando
en el quintal”. Por fin, ella se movió para un conventillo
en un barrio humilde y apartado del centro de la ciudad.
Para un amigo ella dijo: “¡Venga y vea la bella visión del
cielo qué tengo de aquí!”

En todas las circunstancias narradas, la vieja señora
mantenía el buen-humor, la alegría y el placer en su vida.
¿Cual el secreto de su dicha? ¿por qué no murmuraba? ¿Por
qué no maldecía su suerte? ¿Por qué no vivía culpando el
mundo y las personas de lo que le acontecía? La respuesta es
mucho simples: Ella tenía Jesus en el corazón.

Cuando el Señor hace parte de nuestros días, todo es más
bonito, todo es más agradable, todo nos satisface. Si
tenemos mucho, alabamos al Señor por Sus dádivas. Si tenemos
poco, glorificamos al Señor por Su misericordia y por cuidar
a nosotros según y como. La dicha no consiste en las cosas
que Dios nos da y sí en Su presencia con nosotros, trayendo
refrigerio y goce a nuestra vida espiritual.

Estamos siempre felices porque creemos que Él cuidará a
nosotros y suplirá nuestras necesidades. Estamos felices
porque Él nos mostrará el ángulo bello de todas las cosas.
Estamos felices porque sabemos que el Señor de los señores
nos ama y está siempre a nuestro lado. Estamos felices
porque no dependemos de bártulos materiales para sonreír y
cantar. Estamos felices porque somos más que vencedores y
nuestro nombre está registrado en el Libro de Dios.

¿Depende usted de prosperidad material para ser feliz o es
feliz porque tiene el Señor en su corazón?

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A Comenzar Por Mí…

A Comenzar Por Mí…

“si se humillare mi pueblo, sobre los cuales ni nombre es
invocado, y oraren, buscaren mi rostro, y se convirtieren de
sus caminos malos; entonces yo oiré desde los cielos, y
perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas
7:14).

Un general chino hizo el siguiente comentario: “Si el mundo
necesita ser traído a lo orden, mi nación necesita ser
transformada primero. Si mi nación necesita ser
transformada, mi ciudad natal necesita ser renovada. Si mi
ciudad natal necesita ser renovada, mi familia necesita ser
corregida. Si mi familia necesita ser corregida, debo ser
corregido en primer lugar.”

¿Estamos nosotros de acuerdo con el pensamiento de aquel
general chino? ¿Estamos listos para dejarnos corregir para
que todo a nuestro rededor sea transformado? ¿Estaríamos
prestos a obedecer a Dios para que nuestra nación reciba las
dádivas de Dios?

Es muy común percibir los errores y defectos de otras
personas. Percibimos lo descaso de nuestros colegas de
trabajo, la indisciplina de los alumnos de nuestra
universidad, la deshonestidad de los empleados de los
comercios por nosotros frecuentados, la hipocresía de los
miembros de la iglesia donde solemos ir. Todo está
equivocado, mucha cosa debe ser cambiada, sin embargo, no
estamos dispuestos a comenzar los cambios por nosotros
mismos.

Cuando dejamos el Espíritu de Dios moldearnos, comenzamos a
vivir una vida mejor. Los defectos de nuestra familia pasan
a nos parecer bien menores y hasta insignificantes; nuestra
ciudad nos ofrece un paisaje más agradable; nuestro país
comienza a tener esperanzas; el mundo pasa a ser visto por
nosotros como un escenario perfectamente posible de ser
transformado por el Señor.

Si usted anhela ver un mundo más apacible, se coloque
delante de Dios y deje que Él dirija tu vida. De ese momento
en delante, empezará a ser verdaderamente feliz.

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“El caballo se apareja para el día de la batalla; mas del SEÑOR es el salvar” (Proverbios 21:31).

“El caballo se apareja para el día de la batalla; mas del
SEÑOR es el salvar” (Proverbios 21:31).

Winston Churchill sabía que el hecho de ser reconocido
públicamente no era ninguna prueba de éxito. Cierta vez,
después de encerrar una exposición para 10.000 personas, un
amigo preguntó: Winston, ¿no es impresionante el hecho de
10.000 personas han venido para oírlo hablar?” Churchill
contestó: “En verdad, no. 100.000 vendrían a ver mi ruina.”

Casi siempre estamos luchando por aplausos y notoriedad.
Queremos ser reconocidos, queremos provocar admiración,
queremos ser distinguidos en medio a muchos, queremos ser el
centro de las atenciones y enchemonos de orgullo cuando nos
dicen: “Usted ¡es el mejor!”

¿Sería eso una prueba que alcanzamos éxito? ¿Sería ése el
motivo mayor de nuestro empeño en busca de la realización
personal y de la dicha? ¿Valdría a pena pasar por encima de
todo y de todos solo para alimentar nuestra vanidad?

Ser una persona de éxito, victoriosa, es mucho más de lo que
eso es. Ser un vencedor es estar de bien con la vida, en paz
con nosotros y con Dios, en armonía con nuestra familia y
con todos que con nosotros se relacionan. Los aplausos
pueden ser falsos o pasajeros y pueden preceder momentos de
insatisfacción y frustraciones.

El mejor aplauso puede venir en un momento de fracaso, de la
boca de la esposa: “Querido, todo se resolverá. Estaré
siempre a su lado”. Puede venir a través del abrazo de un
hijo: “Papá, yo lo admiro y, aun cuando no haya dado cierto
ahora, usted conseguirá. Amo usted en cualquier situación”.
Puede venir de un verdadero amigo: “Una caída puede ser el
principio de grandes conquistas. Siga enfrente. Usted es y
será siempre un ejemplo de vida para mí”.

Ser un vencedor es tener Jesus en el corazón. En la hora de
los aciertos Está con nosotros; en la hora de los tropezones
Él está también; en las conquistas nos abraza y en las
derrotas nos consola. Él, en cualquier circunstancia, está a
nuestro lado. Agarrando Su mano,o éxito tan soñado estará
garantizado.

Con Cristo nuestras victorias serán siempre impresionantes.

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