Necio

Necio

“En el corazón del prudente reposa la sabiduría; Pero no es
conocida en medio de los necios” (Proverbios 14:33).

Un pastor abrió una carta a él enderezada. Adentro del sobre
había un pedazo de diario donde se leía apenas una palabra:
Necio! Al final de semana él anunció, del púlpito: “Yo ya
recibí muchas cartas sin la firma del autor. Ésta semana yo
recibí una carta donde aparecía la firma del autor sin que
hubiese escrito cosa alguna.”

Lo necios que somos cuando desairamos a Dios. Y puedo decir
eso porque fui de ellos. Creía que era perfectamente capaz
de vivir sin el Señor. lo ignoraba y hasta criticaba a
aquellos que pensaban de manera diferente. No fueron pocas
las veces en que, al pasar por un grupo en la plaza,
alabando a Dios, grité: “¡Vaya a buscar un estanque para
lavar ropa!” — cuando era una chica al micrófono. O, “¡Vaya
a coger en una azada!” — cuando un hombre estaba hablando.
¡Cómo me arrepiento de lo qué hacía! Percibí, algún tiempo
después, lo cuanto estaba equivocado.

Era un joven triste y no sabía que mi dicha estaba al lado
de ellos. Era un joven sin vida y no conseguía ver la Vida
que ellos poseían. Estaba caminando sin rumbo y no era capaz
de percibir el Camino que ellos presentaban.

Sí, era alguien que podría haber escrito aquella carta
anónima. Estaba perdido en mis pecados y no aceptaba el
Señor de brazos abertos para salvarme. Quisiera la felicidad
y ella estaba bien a mi frente,no local de mis escarnios.

Pero, gracias al amor de mi Señor, el necio dejó de ser
necio. Lo infeliz encontró la alegría. El perdido se vio
hallado, cuidado con amor, abrigado bajo las alas del
Altísimo.

¿Usted también si sienta como alguien que podría haber
escrito aquella carta? ¿No anhelaría reescribirla con una
firma diferente?

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