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De Manos Abertas

De Manos Abertas

“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:13).

Una leyenda habla de un reino antiguo cuyo soberano acabara
de morir. Embajadores fueron enviados para escoger, entre
dos niños gemelos, un sucesor. Encontraron los dos
compañeros hondamente se adormecidos y concordaron, al mirar
cuidadosamente para ambos, que la decisión sería muy
difícil. De repente, notaron una curiosa diferencia entre
los dos niños. La primera estaba acostada con los puños
cerrados y a otra con las manos completamente abertas.
Inmediatamente ellos hicieron su elección por el segundo
niño. La leyenda termina con el registro: a lo si volver
adulto el soberano quedó conocido como “el rey con las manos
abertas”.

Podemos decir el mismo del Señor, el Rey de los reyes: Él
está siempre de manos abertas, presto para darnos la
bendición de que necesitamos. Está siempre de brazos
abertos, presto a nos abrazar después de una gran victoria,
a nos consolar delante de los fracasos, a nos levantar
cuando las fuerzas nos abandonan.

Cuando el desempleo nos alcanza y el dinero nos falta, Él
está siempre de manos abertas para suplir todas nuestras
necesidades. Cuando nuestras esperanzas desaparecen y
tenemos voluntad de desistir de todo, Está de manos abertas
para acariciar nuestras cabezas y incentivarnos a
perseverar, recordándonos que somos más que vencedores.

Podemos pedir lo que queramos al Señor — Está de brazos y
manos abertas para atendernos. Y nuestro primero pedido a Él
debe ser sabiduría, para que sepamos lo que y cuando pida
las demás cosas. En todo su nombre debe ser glorificado.

Nuestro Dios está de manos abertas para bendecir su vida. Y
usted, ¿está también de manos y brazos abertos para
servirlo, con alegría en el corazón?

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Creyendo Con El Corazón

Creyendo Con El Corazón

“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la
boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10).

El Rev. W. J. Dawson da su testimonio como sigue: “Yo me
recuerdo muy bien que, cuando todo en mi vida parecía
envuelto en sombras, un día, como un flash de luz, el verso
de Romanos 10:10 alumbró mi alma. Pude comprender, entonces,
el significado de lo que estaba aconteciendo. Dios no me
pidió para creer con mi intelecto, pero confiar con mi
corazón. En aquella hora el mundo clareó a mí y yo sabía que
había encontrado Dios. Con mucha frecuencia, hoy, yo no
busco creer con mi intelecto, pero, con mi corazón.”

Una frase que solemos oír constantemente es: “Yo necesito
ver para creer”. Y, a causa de eso, muchos pierden la
bendición maravillosa de una experiencia personal con el
Señor Jesus. La fe no exige una constatación, porque no
habita en nuestra miente, pero, en nuestro corazón. Una
alegría verdadera comienza a fluir, como una fuente de aguas
vivas, cuando, aun todo parezca mostrar el contrario, en
nuestro corazón tenemos la certeza de que la bendición
esperada llegará.

En vez de que murmuremos delante de una crisis, diciendo que
no vemos solución para nuestro problema, debemos mirar para
el alto y agradecer a Dios, confiantes, en la certeza de que
Él está cuidando a todo y no hay nada que pueda resistir a
Su poder.

La Palabra de Dios nos enseña que “la boca habla de lo que
está lleno el corazón”. Y, si nuestro corazón está lleno de
fe, de amor al Señor, de la certeza de nuestros nombres
escritos en el Libro de la Vida del Señor, entonces nuestra
boca tendrá muchas cosas bonitas a transmitir. Será un canal
de bendiciones para todos que nos escuchan, y el nombre de
Cristo será engrandecido por nuestro testimonio.

Abra su corazón para que Dios lo llene de fe. Coloque su
boca a la disposición del Señor para que todos sean
edificados con la alegría de la salvación que existe en
usted. Alumbre el camino por donde usted pasar.

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¿Tropezó? ¡Se Levante!

¿Tropezó? ¡Se Levante!

“Levántate, resplandece; que viene tu lumbre, y la gloria
del SEÑOR ha nacido sobre ti” (Isaías 60:1).

Cuando el presidente Gerald Ford visitó, varios años atrás,
una universidad en Oklahoma, tenía el objetivo de reunirse,
para un desayuno, con líderes estudantis. Una joven, al
salir del ascensor, tuvo el salto de su zapato prendido en
el moqueta y, desequilibrándose, se chocó con el presidente,
cayendo, enseguida, en el suelo. Ford la ayudó a levantarse
mientras ella, repetidamente, pedía mil disculpas por su
tropezón. El presidente, con una sonrisa amable, le dijo:
“No se preocupe, joven, comprendo perfectamente”.

El hecho histórico sirve apenas para una reflexión
espiritual: nuestro amado Señor y Salvador Jesus Cristo
comprende, de manera mucho más significativa, nuestros
errores y tropezones. Él nos ama y está presto a ayudarnos a
levantar. Él nos extiende la mano y nos estimula a seguir
enfrente. Él nos sonreí y nos dice: “Entiendo usted y, tenga
certeza, usted conseguirá. Es muy especial para mí. ¡Usted
vencerá! Eso es maravilloso y llena nuestro corazón de
refrigerio y alegría.

Muchas veces desalentamos a la primera caída o derrota. La
angustia nos deprime, el fracaso nos atemoriza, la esperanza
nos abandona. Algunas personas intentan nos disuadir de
perseverar, otras critican nuestra fallo, pensamos en
desistir de la caminata. Pero, cuando seguimos al Señor, es
para Él que debemos mirar; es de él que debemos buscar
orientación; es en él que debemos confiar.

Las preocupaciones de la vida nos llevan, algunas veces, a
olvidar que somos hijos de un grande Dios. Mas, Él nos dice;
“No se preocupe… estoy a su lado… ¡siempre!” En él
tenemos fuerza, tenemos paz, tenemos vida, tenemos la
certeza de la victoria. Si erramos, arrependemonos y Él nos
perdona. Si caímos, agarramos en Su mano y Él nos levanta.
Si la tristeza nos desencoraja, Él es plenitud de confianza.

Si usted ha tropezado en su caminata, no desaliente. Jesus
le ayudará a levantar.

*****

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Grandes Momentos

Grandes Momentos

“Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con nosotros; estaremos
alegres” (Salmos 126:3).

“Cuando los más importantes momentos están aconteciendo,
nosotros hasta no les reconocemos o notamos. Estamos
distraídos, viviendo nuestras vidas. Apenas cuando ellos
pasan es que percibimos qué grandes momentos pasaron por
nuestras vidas.” (Federico Fellini – Director de cine)

La palabra del director cinematográfico, citada en nuestra
ilustración, nada tiene a ver con la vida espiritual. Pero,
quiero aprovechar la citación para reflexionar un poco sobre
nuestra relación con Dios. Cuántas oportunidades de grandes
realizaciones y de inimaginables bendiciones perdemos
simplemente porque nuestros ojos espirituales están cerrados
o fijados en otras direcciones.

Muchas veces oramos intensamente pidiendo una bendición a
Dios, pero, no esperamos Su respuesta. Vivimos tan ocupados
en busca de éxito, notoriedad, prosperidad y otras
conquistas materiales, que nuestra bendición se queda allí,
a nuestra disposición, y no a enxergamos. Seguimos enfrente,
murmuramos, nos quejamos por Dios no atendernos, y, después
de un cierto tiempo de frustraciones, verificamos que Dios
había dado, sí, lo que pedimos, y nosotros, por indiferencia
espiritual, a perdemos.

Grandes cosas el Señor siempre hace por nosotros. mas, el
complemento del versículo de este Salmo solo será realidad
en nuestra vida si a colocar en el altar de Dios. La alegría
solo será verdadera si nuestros ojos espirituales están
siempre dirigidos para las cosas celestiales.

Los grandes momentos proporcionados por Dios a cada un de
Sus hijos deben ser vividos intensamente y en el instante en
que acontecen. De nada adelanta reconocerlos después que ya
hayan pasado. En vez de la alegría de vivirlos,
experimentaremos la tristeza por el chasco de no los tener
aprovechado.

Dios tiene grandes momentos para usted. Momentos de real
felicidad. No les pierda.

*****

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¡En Él Confiaré!

¡En Él Confiaré!

“Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y el
fuerte de mi salvación, mi alto refugio” (2 Samuel 22:3).

“Confíe en Dios, cuando dudas te asaltan, Confíe en Dios,
cuando angustias te abaten, Confíe en Dios, cuando
esperanzas te ifnoran, Confíe en Dios, cuando sombras te
envuelven. ¡Confíe en Dios, confíe en Dios!

Confíe en Dios, cuando miedos te reprimen, Confíe en Dios,
cuando piedras te derriban, Confíe en Dios, cuando crisis te
persiguen, Confíe en Deus,quando sueños se disipan. ¡Confíe
en Dios, confíe en Dios!” (Paulo Barbosa)

¿Hemos colocado toda nuestra confianza en el Señor?¿Hemos
practicado nuestra fe, independiente de la situación por
nosotros enfrentada? ¿Hemos descansado, con paciencia, en
los brazos de nuestro Dios?

Caminar, en este mundo de incertidumbres, no es una tarea
fácil. Las dificultades espirituales están en toda parte.
Esquinas dudosas, desfiladeros temerosos, barrancos
traicioneros, abismos mortales. Muchas veces nos vemos
cercados de decisiones difíciles que podrán sofocar nuestros
anhelos, destruir nuestra motivación, matar nuestra fe.

¿Cuál la dirección a seguir? ¿Cuál la iniciativa a tomar?
¿Cual el paso seguro a dar? Entregar todo en las manos de
Dios y ¡confiar completamente en él! En la presencia de
Cristo las curvas del camino son seguras, los precipicios se
allanan, los despeñaderos desaparecen. La caminata se vuelve
serena y tranquila.

Prefiero siempre confiar en Dios mío. ¿Y usted?

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¿Mar Vivo O Mar Muerto?

¿Mar Vivo O Mar Muerto?

“… y serás bendición” (Génesis 12:2).

existen dos mares en Palestina. Un es saludable y fecundo —
el Mar de Galilea. El otro, amargo y estéril — el Mar
Muerto. ¿Cuál la diferencia entre los dos? El Mar de la
Galiléia recibe y da. El Mar Muerto solo recibe — no tiene
ninguna salida.

¿A cuál de los dos mares se asemeja nuestra vida espiritual?
¿Cual de los dos caracteriza nuestra relación con el Señor
Jesus? ¿Hemos sido un canal de bendiciones, compartiendo
todo lo que recibimos de Dios con aquéllos que están a
nuestra vuelta o tenemos la costumbre de guardar a nosotros
aquello que recibimos del Señor?

El Mar de Galilea fue escena de grandes acontecimientos.
Allí Jesus hablaba a los discípulos; allí vidas fueron
transformadas; allí los corazones se llenaron de júbilo;
allí muchos fueron llamados a un ministerio glorioso; allí
los milagros acontecieron. El Mar Muerto nada presentó. Allí
no había goce, no había refrigerio, no había motivación, no
había dicha.

¿Hemos nos presentado delante de Dios cómo el Mar de
Galilea? ¿Hemos buscado alumbrar el camino por dónde
andamos? ¿Hemos testificado, con alegría, de todo lo que
hemos experimentado en la presencia del Señor? ¿Hemos
impartido todas las maravillas qué el Señor ha derramado en
nuestras vidas y en nuestra casa? Las aguas que han bañado
nuestros terrenos, ahora fértiles, han sido conducidas a los
terrenos áridos de aquéllos que no tuvieron aún las mismas
experiencias y que ansían por días mejores y más felices?

Cuando somos bendecidos y no bendecimos, perdemos la paz, el
placer, el estímulo y la felicidad. Somos aguas paradas,
como lagunas y pantanos. La bendición es perdida y los
milagros son anulados.

¿Ha sido su vida un mar de bendiciones o un mar amargo y sin
ninguna vida?

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¿Mar Vivo O Mar Muerto?

¿Mar Vivo O Mar Muerto?

“… y serás bendición” (Génesis 12:2).

existen dos mares en Palestina. Un es saludable y fecundo —
el Mar de Galilea. El otro, amargo y estéril — el Mar
Muerto. ¿Cuál la diferencia entre los dos? El Mar de la
Galiléia recibe y da. El Mar Muerto solo recibe — no tiene
ninguna salida.

¿A cuál de los dos mares se asemeja nuestra vida espiritual?
¿Cual de los dos caracteriza nuestra relación con el Señor
Jesus? ¿Hemos sido un canal de bendiciones, compartiendo
todo lo que recibimos de Dios con aquéllos que están a
nuestra vuelta o tenemos la costumbre de guardar a nosotros
aquello que recibimos del Señor?

El Mar de Galilea fue escena de grandes acontecimientos.
Allí Jesus hablaba a los discípulos; allí vidas fueron
transformadas; allí los corazones se llenaron de júbilo;
allí muchos fueron llamados a un ministerio glorioso; allí
los milagros acontecieron. El Mar Muerto nada presentó. Allí
no había goce, no había refrigerio, no había motivación, no
había dicha.

¿Hemos nos presentado delante de Dios cómo el Mar de
Galilea? ¿Hemos buscado alumbrar el camino por dónde
andamos? ¿Hemos testificado, con alegría, de todo lo que
hemos experimentado en la presencia del Señor? ¿Hemos
impartido todas las maravillas qué el Señor ha derramado en
nuestras vidas y en nuestra casa? Las aguas que han bañado
nuestros terrenos, ahora fértiles, han sido conducidas a los
terrenos áridos de aquéllos que no tuvieron aún las mismas
experiencias y que ansían por días mejores y más felices?

Cuando somos bendecidos y no bendecimos, perdemos la paz, el
placer, el estímulo y la felicidad. Somos aguas paradas,
como lagunas y pantanos. La bendición es perdida y los
milagros son anulados.

¿Ha sido su vida un mar de bendiciones o un mar amargo y sin
ninguna vida?

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¿Ha usted Notado? ¿Han los Otros notado?

¿Ha usted Notado? ¿Han los Otros notado?

“Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la
cautividad, Y dio dones a los hombres” (Efesios 4:8).

El Señor dio a cada un de nosotros, por lo menos, un don y,
probablemente, mucho más que esto. La cosa más importante
para nosotros, durante la vida, es descubrir cuales son
nuestros dones. La segunda cosa más importante es reconocer
si ellos son de Dios. Y en tercer lugar, debemos usarlos con
fidelidad. Una cosa no usada no es crecida. Un pianista
dijo: “Sabe, tengo de practicar todos los días. si no
practicar un día, notaré la diferencia. Si yo no practicar
dos días, aquéllos que me oyen notarán la diferencia.”

¿Cuál el don qué Dios nos dio? ¿Que importancia hemos dado a
él? ¿Hemos buscado usarlo en cada día de nuestra vida?
¿Comprendemos la importancia de glorificar a Dios a través
de los talentos qué Él nos regaló?

A veces utilizamos los dones de Dios exclusivamente para
nuestros intereses personales. Otras veces les enterramos y
decimos, con eso, que el Señor no hace parte de nuestras
prioridades. Y, cuando hacemos eso, perdemos las bendiciones
que el uso de los dones nos traerían.

Si Dios nos dio el don del amor, vamos prácticarlo a todo
momento. Si nos dio el don de la fe, vamos a ejercitarlo en
cualquier circunstancia. Si nos dio el don de la palabra,
proclamemos, con dedicación, todo aquello que Él nos ha
enseñado. Nuestros dones tiene el propósito de bendecir a
otras personas y, cuando entendemos eso, los más bendecidos
somos nosotros mismos.

¿Qué nuestros familiares han notado en nosotros? ¿Y nuestros
amigos? ¿Que nuestras vidas están colocadas en el altar del
Señor o qué tenemos negligenciado nuestra relación con Dios?
¿Estamos multiplicando nuestros talentos o les estamos
enterrando con nuestra indiferencia?

Practique sus dones todos los días… su vida brillará con
la presencia de Cristo y todos a su rededor serán
alumbrados.

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