“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad” (Romanos 12:6-8).
“Los que permanecen en casa orando y contribuyendo a las misiones, hacen tanto como el misionero en el campo”.
El Señor Jesús dio su vida en la cruz para que todos se salvaran. Y para que la salvación llegue a todos, es necesario que hombres y mujeres valientes estén dispuestos a dejar su hogar, parientes e incluso su país a un lado para ser utilizados por el Señor Jesús en esta maravillosa tarea de recoger a los perdidos. También es necesario que las iglesias y los hermanos llenos de fe, oren y colaboren financieramente para que quienes obedecen a Dios satisfagan sus necesidades y puedan trabajar sin problemas.
¿Quién es más importante, el misionero que deja la comodidad de su familia para servir a Dios o aquellos que lo apoyan? Todos los que se comprometen son igualmente importantes. Y todo honor y gloria pertenecen al Señor. Lo que sale al campo es un “buen y fiel siervo”. El que se queda e intercede por él es también un “buen y fiel siervo”. Y el cielo aplaude con alegría la dedicación y obediencia de cada uno de ellos.
¿Usted quiere ir? ¿Quieres quedarte en casa y ayudar?
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