Es bien conocida la divertida historia de un pastor que fue a visitar a una hermana que no había asistido al servicio matutino. Después de tocar varias veces, una niña abrió la puerta y dijo: “Mi madre me dijo que no está en casa”.
Recuerdo esta vieja historia porque necesitamos reflexionar sobre el hecho de que a menudo hacemos lo mismo. Es posible que ni siquiera enviemos a una hija para decir que no estamos allí, pero le decimos, nosotros mismmos, a Dios: “No estoy”.
Dios nos dice en Su Palabra: “Id y predica”, y nosotros decimos al Señor: “No quiero”. Dios nos enseña a “amar a nuestro prójimo” y le decimos al Señor: “No me importa”. Dios nos manda “ser una bendición” y nosotros respondemos: “No esperes esto de mí”. “Dios nos dice que multipliquemos los talentos que nos da y nosotros, como el siervo del texto bíblico, decimos al Señor:” No voy a multiplicar nada, también lo voy a enterrar “.
Y luego murmuramos en las esquinas: Dios no me da nada … Dios me está permitiendo vagar sin rumbo … Dios dijo que estaría conmigo y no lo veo por ningún lado … Dios me aseguró que me ayudaría y no ayuda para nada … ¿Cómo va a obrar el Señor en nuestras vidas si siempre le decimos: “No estoy”?
Nunca es tarde para que nosotros mismos abramos la puerta y digamos a Dios con alegría: “¡Heme aquí! ¡Cuente siempre conmigo!”
Visitas: 14