“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
Preguntaron a James Simpson, el grande científico: “¿Cuál fue la su mayor descubrimiento?” El científico, un cristiano humilde, contestó: “Mi mayor descubrimiento aconteció cuando aprendí que era un pecador y que Jesucristo se volvió mi Salvador.”
¡La respuesta del científico fue perfecta! Tomar conocimiento de que Jesus murió en la cruz para perdonar nuestros pecados es lo que de más importante descubrimos. Saber que Jesus está en nuestros corazones, para guiar nuestros pasos, para ayudarnos a tomar decisiones, para consolarnos durante momentos de aflicciones, para conmemorar con nosotros todas las victorias alcanzadas, es nuestra mayor felicidad.
Cuando buscamos realizar sueños, descubrimos que el camino para esa bendición es Jesús. Cuando queremos nos libertará de algún vicio o de una magia guardada hace mucho tiempo, descubrimos que alcanzaremos éxito al colocar nuestras inquietudes en el altar del Señor Jesús. Cuando llegamos a la conclusión de que todo está perdido, descubrimos que estamos engañados y que Jesús tiene solución para los imposibles. Cuando pensábamos que la muerte era el fin de todo, descubrimos con grande alegría que Jesús venció la muerte y, a través de su victoria, hemos asegurado la vida eterna en las moradas celestiales.
¡No fue apenas aquel científico qué descubrió Jesús! ¡Podemos hacer la misma descubierta! ¡Podemos tener la misma felicidad! ¡Podemos y debemos compartir esa descubierta con otras personas!
Alabo a Dios por tener Jesús en mi vida. ¿Y tu?
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