“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2, 3).
En 1991, una encuesta de Gallup mostró que el 78 por ciento de los estadounidenses esperan ir al cielo cuando mueren. Sin embargo, muchos de ellos casi nunca oran, leen la Biblia o asisten a la iglesia. Admiten que viven para complacer a sí mismos en lugar de a Dios. ¿Por qué a estas personas les gustaría ir al cielo?
¿Por qué muchos quieren ir al cielo si no quieren orar por cinco minutos? Si no desean comunicarse con el Señor, ¿qué harán por la eternidad? Si no les agrada lo que Cristo enseñó, ¿qué motivación tienen para querer estar delante de Él para siempre? Si no les gustan reunirse con sus hermanos en la iglesia, ¿dónde se esconderán cuando estén en el cielo?
Aquellos a quienes les gusta estar en la presencia de Dios y reconocen que Él es la gran motivación de sus vidas, vivirán en completa felicidad cuando se muden definitivamente a las moradas celestiales. Allí la adoración será constante, la alegría nunca terminará, la felicidad no dependerá de las circunstancias, no habrá tentaciones, no habrá trampas del enemigo, no habrá enfermedades ni decepciones, no habrá angustia ni pruebas, todo será glorioso y lleno de alegría.
Si deseamos vivir la eternidad con el Señor, comencemos a disfrutar de esos placeres a través de la oración, del estudio de las Escrituras y de la comunión con otros creyentes.
¿Quieres ir al cielo?
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