“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6).
“¿De qué sirve una luz que no brilla? ¿Y una fuente que no fluye? ¿Y un germen que no crece? ¿Y un cristiano que no da testimonio de Cristo?”
Cada uno de nosotros los cristianos tenemos una misión en este mundo. El Señor nos salvó y nos llamó a cumplir una misión. Nos usa cuando quiere y como quiere. Pero, todos tenemos una misión común: testificar de nuestra salvación y vida eterna en el Cielo.
¿Cómo podemos afirmar que somos hijos de Dios, en Cristo, si no hablamos como hijos, si no caminamos como hijos, si no brillamos como hijos del Altísimo? ¿Cómo el mundo nos reconocerá? ¿Cómo va a glorificar a Dios a través de nuestras actitudes? ¿Cómo se sentirán atraídos y convencidos del pecado y el perdón que Cristo da a quienes lo buscan?
¿Para qué servimos? ¡Para servir! Hemos sido llamados a ser una bendición y eso es lo que queremos ser… eso es lo que vamos a ser… todos los días.
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