Para reflexionar… Haciendo Demasiado O Muy Poco

“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).

“He hecho mucho por el Señor desde que le abrí mi  corazón”, dijo un joven a su compañero de  trabajo,  que  también  era cristiano. “Me alegra escuchar eso”, dijo  su  amigo,  “pero hay algo aún más importante que hacer  todo  por  el  Señor. Tienes que darle todo al Señor”. El joven continuó: “Pero no tengo mucho dinero para dar, y siempre que  puedo,  colaboro con la obra de Dios”. El amigo concluyó: “No estoy  hablando de dinero. Debemos apoyar la obra de Dios, pero el dinero es la parte más pequeña de lo que podemos  dar.  ¿Entiendes  lo que quiero decir?”

¿Qué hemos dado al  Señor  además  de  nuestra  contribución financiera? Dios desea más que los restos de nuestro tiempo, los escombros de nuestra fe,  el  último  lugar  de  nuestro amor. Solo recordamos a  Cristo  cuando  nuestros  intereses están  agotados,  cuando  nuestras  esperanzas  ya  se   han acumulado y se han ido, cuando nuestra paz se ha  ido  a  la guerra.

Cuando trabajamos para el Señor, ¿cuál es nuestro  objetivo? ¿Demostrar que hacemos mucho? ¿Presentar  nuestra  habilidad que creemos que es  mayor  que  otras?  ¿Alcanzar  un  lugar destacado en la  programación  de  la  iglesia?  ¿O  hacemos nuestro mejor  esfuerzo  sin  esperar  elogios,  aplausos  y prominencia  en  el  boletín  de  la  congregación?  Nuestro trabajo puede ser pequeño, pero debe hacerse para la  gloria y la honra del Señor.

Cuando hacemos demasiado o muy poco por el Señor y le  damos toda nuestra vida, entonces somos una gran  bendición  tanto para la iglesia como para Dios.

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