“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).

Cierto capitán de un barco vio en una ciudad un niño andrajoso mirando las vitrinas. “¿Dónde está su padre?” le preguntó el capitán. “Desapareció después de la muerte de mi madre, hace mucho tiempo”. El buen capitán se compadeció del niño. Parecía tener hambre. lo llevó para comer y hicieron buena amistad. “¿Quiere viajar como tripulante en mi barco?” “Estoy Listo” contestó el niño. Y Estoy Listo se quedó siendo su nombre. Todos gustaban de él, pues, su madre, que era cristiana, lo enseñara a ser un niño bueno y prestante. Con el tiempo, Estoy Listo consiguió ganar muchos tripulantes del barco para Cristo, incluso el capitán.

¿Estamos nosotros listos? ¿para que? ¿Para seguir las costumbres del mundo? ¿Para agradar nuestros amigos y no ser ignorados por ellos? ¿Para nos adaptar al sistema actual del “tengo que preservar mis intereses”? ¿para que estamos listos? ¿O no estamos listos para cosa alguna?

Cuando decimos al Señor: “Heme aquí”, necesitamos estar verdaderamente listos. Listos para hacer Su voluntad. Listos para aprender aquello que Él quiere nos enseñar. Listos para ignorar nuestros intereses personales y colocar toda determinación en seguir Sus consejos. Listos para ser bendición y no a buscar bendiciones en todos los lugares. Cuando somos bendición para nuestro Dios, sus bendiciones nos alcanzan sin que necesitemos salir corriendo atrás de ellas.

¿Tiene coraje de decir a Dios, “¿estoy Listo?”

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