“Oh Señor, nuestra es la confusión de rostro” (Daniel 9:8).

“El hombre es el único animal que enrojece y tiene razón para eso.”

Cuando Jesús es Señor de nuestras vidas, no hay razón para sentir vergüenza. Sabemos lo que es cierto, sabemos lo que no debemos hacer, sabemos para donde ir y tenemos certeza de que nuestras actitudes lo exaltan y glorifican. Ése es el resumen correcto de una vida colocada en el altar de Dios.

Pero… mismo así, ¡muchos cristianos acaban enrojecidos de vergüenza! ¿por qué? Porque mismo sabiendo que Jesús es la Verdad, insisten en mentir. Mismo sabiendo que el mandamiento del Señor es “os améis unos a los otros”, continúan guardando odio en el corazón. Mismo sabiendo que Él es el único Camino, no cesan de correr para todos los lados, buscando encontrar la satisfacción de sus intereses no cristianos. Por eso, la confusión en los rostros, la vergüenza de ser siervos no fieles.

El verdadero cristiano no se pone avergonzado porque confía plenamente en el Señor. Se oyen uno “sí” como respuesta a las oraciones, conmemoran con sinceras alabanzas. Si la respuesta recibida es “no”, alaban al Señor porque saben que es el mejor para su vidas. se entregan completamente, agradecen siempre y son verdaderamente felices.

Y usted, ¿se pone enrojecido por aún no haber tomado la decisión de invitar Jesús para entrar en su corazón?

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