¿Contrato contra los niños?

¿Contrato contra los niños?

por Eugenio Ongaro
Tal vez no encontremos una buena respuesta. Sin embargo, sea viejo o nuevo, el problema de la brutalidad para con los niños y el menosprecio del valor de sus vidas se hace patente en estos tiempos, al punto de pensar seriamente en un contrato de las huestes espirituales de maldad para con la misma raíz de la humanidad.
¿Contrato contra los niños?
Hace algunos diez escasos meses, una mujer de 36 años mató de dos balazos a su esposo. La mujer descubrió que el hombre, de 65 años, abusaba de su hija de 16 desde hacía diez años. Esto ocurrió en Pavas, San José de Costa Rica.
En una mañana soleada de la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, caminando por una de las calles costeras, un matrimonio encontró a tres niños menores de 12 años acribillados a balazos. Entre seis y doce balazos cada uno de los menores, asesinados por alguno de los famosos «Escuadrones de la muerte» de ese país. Su lema: Limpiar al Brasil de los niños de la calle, futuros delincuentes, según el concepto de estas logias terroríficas. Ya han muerto cientos de esta manera.
En Argentina en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, hace tres meses un matrimonio discutió fuertemente. Al llegar la discusión a un punto extremo, el esposo, en muestra de despecho, tomó a la hijita de ambos, de sólo tres meses de edad, y la violó brutalmente. Doce horas más tarde, la pequeña dejaba de existir en un hospital cercano.
Estos no son casos aislados, sino que se repiten día tras día. La brutalidad con que miles de niños son castigados, violados, abusados, atormentados y expuestos a la destrucción es asombrosa.
Hambre, desnutrición, abandonos, abusos, tráfico ilegal de niños o de sus órganos, sacrificios demoníacos y otros males arrasan con miles de infantes. ¿Es que el Mal se ha ensañado contra los niños? ¿Se ha agravado el menosprecio por los pequeños o es que ahora se descubre con mayor facilidad un viejo problema?
Tal vez no encontremos una buena respuesta. Sin embargo, sea viejo o nuevo, el problema de la brutalidad para con los niños y el menosprecio del valor de sus vidas se hace patente en estos tiempos, al punto de pensar seriamente en un contrato de las huestes espirituales de maldad para con la misma raíz de la humanidad.
En siglos pasados, la actividad demoníaca se circunscribía casi con exclusividad a los adultos. Durante el expirante siglo XX, la mayor actividad satánica se ha concentrado en la juventud. Según algunas apreciaciones, el mayor segmento que consulta a los brujos y adivinos contemporáneos es el de 15 a 35 años. Esa misma franja de edad es la que consume la música y festivales de rock, muchos de ellos producidos por grupos adoradores de Satanás.
En los últimos años han existido denuncias de diferentes sectores sobre la relación posible entre programas de diversión infantil y el culto a Satanás (los Pitufos, Xuxa, He-man, etcétera). ¿Está el demonio apuntando a una menor edad? ¿Qué está pasando?
Sabemos que, como dijo nuestro Señor, «el ladrón sólo viene para robar, matar y destruir…», pero ¿qué haremos nosotros, los hombres y mujeres cristianos? ¿Qué de nuestra responsabilidad de sojuzgar la tierra y señorearla?
 


UNA EXPLOSIÓN DE TRABAJO


 
Por décadas la iglesia ha trabajado exitosamente en el trabajo con niños. A través de las Escuelas Dominicales, horas felices, las «escuelitas bíblicas de vacaciones» y los campamentos, la iglesia ha evangelizado, educado, sanado y ministrado a miles de pequeños. Siempre los niños han sido un desafío y la iglesia ha sabido «tomar el guante», respondiendo razonablemente bien.
Sin embargo, parecería que cuando más se multiplica la necesidad, el trabajo disminuye. Cada vez vemos menos anuncios para campamentos de niños; las «horas felices», que solían llevar el Evangelio a los niños que no venían a la iglesia, han pasado a ser una «rareza» en muchas iglesias. Muchos intentos de trabajar con los llamados «niños de la calle» terminan en un «punto muerto» por falta de fondos, de programas concretos o de gente capacitada.
Si podemos decir que hay más escuelas cristianas, y eso es un aporte importantísimo para la ministración a los niños, pero este trabajo no ha crecido con la intensidad con que sí se multiplicó la necesidad.
 


LA VERDADERA CONSTRUCCIÓN


 
Tal vez muchos limiten el patriotismo al arrojo demostrado en las batallas de la independencia de tal o cual nación, o al reconocido ejercicio de un puesto público, pero el mayor aporte que podemos hacer para una nación es contribuir eficazmente en el futuro de sus habitantes. Una nación puede ser bendecida cuando tiene un buen porcentaje de gente virtuosa, gente transformada con la verdadera transformación, que busca hacer el bien y honrar la verdad. Y trabajar en los niños para desarrollarlos correctamente es invertir tanto para sus vidas, para la nación que habitan, como así también para ofrecer a Dios el fruto de mejores hombres para su Reino.
Ministrar a los niños es ganarle buen terreno al enemigo, ya que trabajaremos en la formación, para no tener que volver a trabajar después tanto en la restauración de personas. Es un gozo para todo pastor el ayudar a las distintas personas a resolver sus problemas personales, de carácter, de familia, etcétera, pero mejor sería que trabajáramos para que estos niños que tenemos a nuestro alrededor tengan menos traumas en su edad madura, con un carácter cristiano mejor desarrollado, ya que hombres y mujeres cristianos invirtieron sus horas y dones en su edad temprana.

 

LA CARENCIA SANITARIA

Para hablar de alta mortandad por necesidades de asistencia médica e higiénica, no debemos viajar tan lejos como Bangladesh, Uganda o Biafra. Sólo en el año 1990 murieron en Argentina 25.000 niños antes de cumplir los 5 años. En Bolivia el doble: 51.000. En México los niños que no alcanzaron a vivir un lustro fueron 165.000, y la cifra para el Brasil trepa hasta 345,000. Para toda América Latina, la cifra es de 919.153. ¡En un año, casi un millón de niños de menos de 5 años muertos! Y eso teniendo en cuenta sólo los casos reportados. Bien sabemos que hay muchos casos que no llegan a los registros estatales.
La causa más grande de la muerte de recién nacidos es el Tétanos, una infección provocada mayormente por falta de higiene. El agua potable no está disponible para el 30% de los niños en nuestro continente, debiendo conformarse con agua contaminada. El acceso a las formas más simples de atención médica es imposible para un número similar. En la ciudad de Lima, Perú, epicentro de la epidemia continental del cólera, se han comprobado fisuras en la distribución de las aguas potables que las conectan directamente con los desagües cloacales.
Tal vez nuestros hijos no están tan expuestos a esos casos, pero los niños de nuestras ciudades las padecen. ¿Estamos trabajando para influir en esto o sólo el evangelio teórico ocupa nuestro tiempo?
 

LA RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA


En el Nuevo Testamento no tenemos ningún mandamiento tan firme hacia la acción social como el que tenemos en Mateo 28 referente a la predicación. Pero… ¿eso nos exime de responsabilidad? No ha terminado aún el mandamiento de sojuzgar la Creación, de Génesis 1.28. Además, por nuestra misión, por amor al Señor, y por amor a la humanidad por la cual Él dio a su hijo en sacrificio, no podemos permanecer por años en una comunidad y no hacer nada para que los niños que están en nuestra zona de influencia vivan mejor. ¿Los abandonaremos a la buena o mala voluntad —e ignorancia— de sus padres o los amaremos y haremos algo por ellos?
El primer mandamiento de Dios a los hombres sigue vigente. No es ley que la gracia haya abolido, sino más aun, ahora tenemos en nosotros mismos el Espíritu Santo, el cual nos brinda de mayores sensibilidad y sabiduría para enfrentar ese primer mandato.
MEDICINA- Muchas familias cuentan con hospitales cercanos para evacuar sus consultas médicas. Pero la iglesia debe entender que hay situaciones y patrones culturales que tornan estéril la presencia del hospital. La madre lleva a vacunar a sus hijos cuando tiene conocimiento, pero hay veces que ese conocimiento es limitado. Entonces, en vez de las cinco o seis vacunas que el niño necesita, sólo le ponen dos. ¡Cuantas dentaduras destrozadas vemos en tantos jóvenes porque de niños nadie les enseñó a cuidar de sus dientes!
Una campaña de enseñanza a todo el barrio, la impresión de sencillos y económicos prospectos que detallen lo que el niño necesita, y hasta intentar proveer algún servicio es algo que muchas iglesias pueden —y deben— hacer. «Porque al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado» (Stg. 4.17).


HIGIENE- Por algunos años nos ha tocado trabajar con mi esposa en zonas marginales, bien carenciadas. Rara vez uno puede visitar una villa miseria (zonas de emergencias, favelas, etc.) y encontrar orden y limpieza. La basura atrae moscas, mosquitos (zancudos), pestes, bacterias, enfermedades. Y bien puedo decir —y estar de acuerdo con muchos de ustedes— que esa «cultura de la basura y la mugre» cuesta muchísimo ser revertida. Pero un trabajo constante y la enseñanza permanente al fin brindan sus frutos. He visto gente que después de intensa enseñanza termina avergonzándose de su situación, y la ayuda de algunos grupos de trabajo de la iglesia los ha animado, con su ayuda, para comenzar el cambio.
 

NUTRICIÓN- Muchas familias, por la carencia de recursos económicos, dan de comer a sus niños alimentos que llenan la barriga y engordan, pero que no necesariamente alimentan y nutren. El sistema nervioso humano tiene un desarrollo cronológico implacable. Si en determinado momento no cuenta con la nutrición necesaria, la persona se desarrolla con carencias que nunca volverá a recuperar. Los fideos, la mucha galleta, la abundancia de caramelos y las comidas con harina y grasa apaciguan el hambre, pero no brindan más que combustible para que el cuerpo se mueva, o para que la capa de grasa aumente. Los niños necesitan proteínas, vitaminas, fibras, minerales, etcétera, y sólo una dieta equilibrada puede brindarlo. ¿Han instruido ustedes a los padres de su iglesia sobre cómo deben alimentarse y proveer sabiamente para sus hijos, o sólo recibieron algunas menciones esporádicas, perdidas en algún sermón dominical?

DESCANSO- ¡Qué triste es ver el desorden de horarios en familias! Muchos padres se quejan por los nervios, caracteres alterados de sus niños, pero muchos no van a dormir sino después de las 10, 11 de la noche, o aun pasada la medianoche. Si en un adulto son necesarias ocho horas de descanso, ese requerimiento es mayor para los niños, ya que están en pleno crecimiento y su sistema nervioso —y toda su anatomía— necesita descanso para crecer sanamente.
He oído a muchos aconsejar matrimonios sobre la conveniencia de que los niños tengan un horario ordenado y vayan a la cama temprano, pero pocos hacen énfasis en las tristes consecuencias del estrés infantil y la falta de descanso. ¿Duerme su hijo unas nueve o diez horas por día? ¿Sabía usted que entre las nueve y las doce de la noche es el mejor horario para descansar?
DISCIPLINA- No quiero detenerme mucho en este punto, ya que en el número anterior se incluyó una nota sobre disciplina, pero sí mencionar que la vida ordenada y disciplinada —no hablo del frío mecanicismo— ayuda a crecer aprovechando mejor de los recursos que a cada uno el Señor nos va colocando en el camino. Como les enseñamos a nuestros niños: «Primero lo que debemos, y después lo que queremos». Eso para todos los órdenes de la vida.
EDUCACIÓN- Las escuelas cristianas vienen satisfaciendo una verdadera necesidad de educación en nuestras naciones. Creo firmemente que si el secularismo sigue avanzando como lo está haciendo, nuestras escuelas cristianas tendrán el desafío de un mayor protagonismo con el pasar de los años. Pero nuestra responsabilidad no se circunscribe meramente a las escuelas, sino a educar a los padres de nuestras comunidades a acompañar —¡y defender! — la buena educación que sus hijos reciben —o deben recibir— en las distintas escuelas. Como padres debemos luchar lo necesario para que nuestros hijos obtengan una mejor educación. Luego de su experiencia personal con Cristo, la educación es la mejor herencia que les podemos proveer.
Los pastores también debemos velar por la educación integral de los niños de nuestras congregaciones. Muchos padres necesitan que, ya sea con una pregunta oportuna o un consejo sabio, les abramos los ojos para ver su parte en la educación de sus hijos.


LOS MÁS INDEFENSOS DE TODOS- Son aquellos niños que todavía no han nacido. Como muchos no los pueden ver, poco importa que los maten con sistemáticos abortos. Miles de personas levantan banderas en pro del asesinato de niños que se hallan en los vientres de madres que, una vez embarazadas, recién allí se ponen a pensar en su libertad y en su derecho a no tener que cargar con un hijo no deseado. Ni ellas ni los defensores del aborto pensaron antes en la libertad de esa mujer, cuando la decisión estaba en su poder sin comprometer la vida de su hijo.
La vida es así. Así la diseñó Dios. Las relaciones sexuales conciben hijos. Quien cambia el diseño de Dios, después apela al asesinato para cambiar las lógicas consecuencias de vivir como Dios dijo que no debía.
Aun en los casos de concepción por violación, si la madre no puede soportar el criar un hijo de alguien que la violó, pues la iglesia u otra familia cristiana sí pueden hacerlo. La solución no es el aborto; bajo ningún punto de vista.


DIGNIDAD DE LA CREACIÓN– Ya sea que los llamemos los «Derechos del niño» o la «Dignidad de la vida misma», los cristianos debemos velar por que nuestros niños sean respetados, atendidos, tratados dignamente y en forma respetuosa. Son seres humanos que deben ser respetados como el que más.


PRECIOSOS TESOROS PARA CUIDAR


La raza humana es el ser viviente que más necesita cuidado y protección —y por un período más largo— al iniciar su vida. La niñez es frágil y debemos cuidarla y protegerla. Es creación de Dios y no podemos mirar para otro lado. Son preciosos tesoros por cuya existencia debemos velar.
Los terribles abusos —emocional, físico, sexual— que los niños sufren, dañan a toda la raza, y comprometen su futuro. Miles de personas llevan sobre las espaldas la carga de traumas adquiridos en la niñez por hombres y mujeres insensatos. Miles de ellos pasan por nuestras iglesias sin que ni siquiera nos demos cuenta de cuál es, en verdad, su problema.
¿Puede un niño ser abusado por su padre y que nadie haga nada? ¿Debemos respetar tanto la intimidad de los hogares ajenos, al punto de abandonar a los niños a la desidia de sus padres?
Eso no lo creo. La iglesia debe atender a la infancia y ponerse de pie ante este ataque terrible, prolongado y de mil caras contra los niños. Son creación de nuestro Padre, y debemos cuidarlos, porque «…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mt 25.40).
© Apuntes Pastorales, 1992 Los Temas de la Vida Cristiana, Volumen I – Número 4.

 

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