“Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará el Señor” (Salmos 34:19).
“Muchos en la iglesia tienen problemas con el pastor y otros hermanos. Nunca tuve”, dijo un hermano. “¿Y participas en los programas semanales?” preguntó el amigo. “No, no participo. De hecho, rara vez voy a la iglesia”.
Hay muchos hermanos que son como el de nuestra ilustración. No tienen ningún problema en la iglesia, pero siempre están ausentes. Del mismo modo podría decir que nunca me caí de un árbol. De hecho, ¡nunca subí a un árbol!
El Señor Jesús ofreció su vida en la cruz, por nuestros muchos pecados. Y no nos correspondía quedarnos en casa, sin hacer nada, sin trabajar por la ampliación de Su reino. Necesitamos entender que somos humanos y que tenemos defectos. Pero cuando eso sucede, buscamos la presencia del Señor, pedimos perdón, mostramos nuestro arrepentimiento y esperamos, con fe, que seamos perdonados. ¡Esa es la vida cristiana! Tratamos de no cometer errores y no tener problemas con ninguno de nuestros hermanos, pero si lo hacemos, nos reconciliamos y le pedimos perdón al Señor. Lo que no debemos hacer es alejarnos para que no haya problemas.
Yo, como misionero, tengo muchos problemas. ¿Debo abandonar mi ministerio? De ninguna manera. Me conformo con tener problemas, pero nunca me conformaría con quedarme en casa sin hacer nada por el Señor que me amó y pagó el precio de mis pecados. Por el Señor que me ha dado una vida abundante y eterna.
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