“…que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad” (2 Corintios 8:2).
Se le preguntó a Henry Ford: “¿Qué harías si perdieras toda tu riqueza hoy?” Él respondió de inmediato: “Buscaría a una persona con grandes necesidades e intentaría llenarla. En un instante, recuperaría toda mi riqueza”.
¿Cuál es nuestra mayor riqueza? ¿Los muchos bienes inmuebles? ¿Los autos de lujo? ¿El alto saldo bancario? Si es eso, al perderla, nos quedaremos sin nada.
Si nuestra mayor riqueza es nuestro amor a Dios y el deseo de extender la mano al prójimo, aun cuando fallemos y perdamos esa riqueza, luego podremos readquirirla al dar media vuelta a nuestra vanidad y egoísmo para un nuevo compromiso de obediencia a la voluntad de Dios.
Los bienes materiales son parte de “todas las cosas os serán añadidas”. ¿De que adelantaría tener dinero sin la bendición del Señor? Por eso se dice popularmente: “El dinero no trae felicidad”. Es la felicidad, de una vida en la presencia de Dios, que trae el dinero y todo lo que el hombre necesita.
Quien tiene a Jesús en el corazón, con o sin dinero, tendrá todo. Por supuesto que será muy vueno tener dinero. Y con la sabiduría obtenida en el Señor, todo lo que tenemos será utilizado para la gloria y el honor de Cristo, y también para una vida de amor al prójimo y gozo perfecto, por los siglos de los siglos.
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