La enseñanza de Jesús en ese momento se refería a la hipocresía y la codicia de los hombres. Y fue en ese momento que llegó la viuda y puso todo lo que tenía como ofrenda para la obra del Señor. Era muy poco, es cierto, pero Jesús no se preocupó por la cantidad dada sino por el amor y la gratitud en el corazón de la pobre mujer. Y eso todavía sucede hoy. Quiere ver lo agradecidos que estamos por todo lo que hace en nuestras vidas.
¿Qué le hemos estado ofreciendo a Dios? El tiempo que nos queda, ¿o ni siquiera eso? Nuestro testimonio de transformación y curación espiritual, ¿o ignoramos la bendición recibida? El fruto de nuestro trabajo, con gozo y placer, ¿o nos olvidamos de dónde viene la bendición financiera?
Dios no mide nuestro trabajo por cuantía o cantidad, sino por nuestra gratitud por cuidarnos. ¿Pretendemos ser cristianos o somos hipócritas como los antiguos fariseos? ¿Brillamos por nuestro amor a Dios y al prójimo o estamos empañados por nuestra codicia e indiferencia? ¿Pensamos solo en nosotros mismos o el sacrificio hecho por Jesús por nosotros nos enseñó a amar a los que están perdidos también?
Más de dos mil años después de demostrar cuánto amaba al Señor y a quienes necesitaban Su bendición, la viuda todavía es recordada hoy. ¿Pasaremos por esta vida desapercibidos o seremos recordados por Dios por toda la eternidad?
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