Tenemos, a lo largo de nuestra vida con el Señor, no solo al principio o al final, mucho tiempo para servir al Señor. Si somos jóvenes y no tenemos experiencia, nada mejor que lograr esa experiencia trabajando por la ampliación del Reino de Dios. Si ya hemos tenido una buena experiencia y aún no somos viejos, nada mejor que usar nuestro vigor espiritual para que el nombre de Jesús sea glorificado por nuestra obra cristiana. Si somos viejos y ya hemos hecho mucho por el Señor, el placer que siempre tuvimos nos motivará a hacer más y más. No hay mayor bendición que servir con amor a nuestro Dios y escucharlo decir: “Buen siervo y fiel”.
No podemos usar la justificación de que no tenemos experiencia o somos viejos para no hacer nada. Dios capacita a los jóvenes para servir y fortalece a los ancianos para que, de la misma manera, tengan el placer de alistarse en los ejércitos del Rey Jesús. El gozo del Señor nos renueva cada mañana y nuestra fuerza se fortalece a medida que alabamos y magnificamos el nombre de Jesús.
Al servir al Señor con gozo, nuestra vida siempre será una gran bendición.
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