Para reflexionar… Recompensa por un gesto de amor

“Y tuya Señor, es la misericordia; porque tú pagas a cada uno conforme a su obra” (Salmos 62:12).

Una verdadera historia. Era verano y hacía mucho calor. Un joven, que vendía libros de puerta en puerta, llamó a una casa humilde. Hizo esto para ayudar a pagar su educación. Lo atendió una niña que dijo que su madre no estaba. “Ella fue a la ciudad para hacer algunas compras”, le dijo al vendedor. “Está bien”, dijo, y le preguntó si podía traerle un vaso de agua. “Por supuesto”, respondió ella, “pero ¿no preferirías un vaso de leche?” Aceptó con gran alegría y luego se fue. Después de muchos años, esa niña se convirtió en una hermosa niña, siempre muy agradable. Debido a una enfermedad, terminó en un hospital y pasó varios días allí. Cuando estuvo lista para irse a casa, le dijo a la enfermera. “Estoy feliz por la curación, pero preocupada por la factura del hospital. Debe ser muy alta”. La enfermera le trajo la factura y se sorprendió de lo que estaba escrito de su propia mano por el médico: “Todo se ha pagado con un vaso de leche que le ofrecieron a uno pobre estudiante en una calurosa tarde de verano”.

¿Qué hemos sembrado en los años que hemos vivido? ¿Qué recuerdos tienen nuestros amigos de nuestras actitudes? ¿Qué testimonio hemos dado de nuestra relación con el Señor Jesús?

Hay un dicho: “El que siembra vientos, cosecha tormentas”. ¿Qué cosecharemos si sembramos amor?

¿Podremos escuchar en aquel gran día: “Ven, siervo bueno y fiel”?

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