Drogadicción, Tomando al “toro por las astas”

Drogadicción, Tomando al “toro por las astas”

Written by Sarai León con la colaboración de Gamaliel Cerda Elías
Mucho se ha hecho por despejar la nube de desconocimiento alrededor de este espinoso asunto. En teoría deberíamos estar al tanto de qué hacer frente a un caso de adicción, sin embargo, en la práctica, parece que la cantidad de información que recibimos es directamente proporcional a la confusión que nos causa.
Parcialmente esto se debe a que lo escuchado puede estar basado en conceptos muy técnicos o seculares. Por otro lado, el escaso material cristiano que existe ha sido escrito por personas interesadas ayudar, pero sin un contacto cercano con el adicto. Realizan una investigación, algunos procuran ser prácticos, pero carecen de la experiencia y el entendimiento cabal de los problemas a enfrentar. Este artículo es un intento de exponer hechos y realidades sobre los adictos, así como concientizar a la iglesia para actuar.

Según expertos, las drogas con mayor auge entre la juventud de hoy son la marihuana, los inhalantes, la cocaína y la heroína, y en menor grado las pastillas psicotrópicas y el crack (cocaína en piedra). Sin embargo, por haber bajado de costo, la cocaína es cada vez más común, y como efecto, aumenta el uso de la heroína, puesto que el adicto busca cada vez experiencias más intensas, considerando a las drogas “comunes” como algo aburrido.

No es solamente en barrios bajos y colonias escondidas donde se adquieren drogas. Las discoteques, los bares, las calles, los amigos, e incluso, en algunos casos, las escuelas, son centros de distribución.

¿Qué estamos haciendo por ayudar a los miles de jóvenes drogadictos? Debido a que la iglesia no ha sabido enfrentar este y otros problemas, existen ministerios “muletas”. No significa que estén de sobra, pero…¿no debería ser el ministerio de rehabilitación de drogadictos un ministerio de cada iglesia local, así como la atención a los ancianos, los indigentes, los enfermos, los presidiarios? El problema yace en dos puntos: la ignorancia y la indiferencia de muchos creyentes ante este estigma. Es tiempo de enfrentar “al toro por los cuernos”.

¿Por qué se drogan las personas?

1. Por el medio en el que crecen. No significa que solamente la gente de un medio social menos favorecido cae presa de las drogas. Significa que si es una persona insegura y dependiente, está predispuesta a dejarse llevar hacia un camino erróneo y dirigirse hacia las drogas. Es importante la forma y el ambiente en que los padres crían a sus hijos.

2. Para aliviar las tensiones. En esta época de prisas y stress, es fácil buscar alivio a través de pastillas. Al autorrecetarse medicamentos para subir y bajar de peso o controlar el estado de ánimo, la persona está “bailando junto al pantano” de la adicción.

3. Para despertar la creatividad. Existe la idea de que la droga te da más capacidad para desarrollar ideas, cuando en realidad acaba con todos tus recursos. Muchos inventores destacados en la historia no necesitaron incitar su creatividad con sustancias, pues eran cristianos que conocían las capacidades que Dios les dio, las desarrollaron y -¿por qué no pensarlo así?- solicitaron la ayuda de Aquel que diseñó el universo.

4. Para contestar las interrogantes existenciales. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es el propósito en la vida? Este tipo de preguntas no hallarán respuesta en las filosofías del mundo, sin embargo, muchos jóvenes han sido engañados al pensar que el uso de alguna sustancia va a abrirles el entendimiento a estas cuestiones.

5. Para escapar de sus circunstancias. Cuando un joven no tiene una base sólida como es la fe en Cristo , puede intentar huir de su realidad, o evadir sus responsabilidades, así como manifestar su inconformidad con el medio que lo rodea. Y aceptemos que lo que rodea a miles de jóvenes hoy en día es crisis a todos los niveles (familiar, económico, moral, religioso).

6. Para obtener experiencias espirituales. No falta quién diga que ha visto a Dios durante uno de sus “viajes”. Es triste, pero el hombre siempre ha querido tomar atajos para llegar a Dios en una forma fácil o mágica, en vez de enfrentarse a Él y aceptar su condición de pecador.

7. Para ser aceptados. Cuando una persona carece de convicciones, es fácil que- incluso contrario a sus costumbres- se deje arrastrar por el grupo mayoritario, para no tener que sufrir el rechazo.

8. Para buscar placer. En una cultura como la de finales de este siglo, todo es “ahora”, “disfruta” y “¡Tienes que tenerlo!”. La mayor parte de los jóvenes no sabe ya distinguir entre lo bueno y lo malo, por lo que no tiene armas para tomar decisiones sabias, sino sólo aquellas que satisfagan su ego.

9. Por curiosidad. Aquellos que no tienen una satisfacción interna ni una orientación adecuada siempre estarán buscando emociones nuevas, y es fácil que experimenten con drogas.

10. Por rebeldía. Desde Edén la rebeldía ha sido una característica del hombre. Con tal de romper con las normas establecidas, el joven puede internarse en el ambiente de las drogas.

11. Debido a problemas familiares. Una persona puede ser fácilmente inducida a buscar formas de satisfacer sus necesidades cuando su hogar no las está supliendo. (v.g., divorcio, falta de comunicación, relaciones conflictivas, carencia de ejemplo paterno adecuado, nada de disciplina o exageración de la misma, y falta de amor y de caricias significativas).

12. Por creer todo lo que ven y oyen. Los anuncios televisivos, radiales, espectaculares y de revistas, parecen gritarnos conceptos callejeros que seducen la voluntad. Así, la mente de las personas está siendo condicionada a creer que sus vicios son de gente normal, cool y “buena onda”.

El proceso hacia el hábito.

Acostumbramos llamar drogadictos a todas las personas que ingieren drogas. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), hay cuatro tipos de consumidores:

a) El probador. Consume ocasionalmente drogas, sin llegar al hábito. Argumenta que probó para ver qué se siente, o por presiones del grupo.

b) El buscador. Consume drogas esporádicamente. Es quién probó, y le gustó, lo cual lo impulsa a seguir consumiendo y buscar nuevas sustancias.

c) El adicto funcional. Consume drogas de manera sistemática y en aumento, pero todavía trabaja o estudia, aunque ya depende física y psicológicamente de las drogas.

d) El adicto disfuncional. Consume sistemáticamente la droga y se dedica única y exclusivamente a su hábito; así, pronto se convierte en ladrón, traficante o limosnero para obtener dinero.

La personalidad del adicto.

Hay características predominantes que comparten los adictos, aunque cabe aclarar que los adictos a las anfetaminas, por ejemplo, difieren ampliamente de los heroinómanos.

– Inmadurez emocional. Hacen exigencias y demandas para satisfacer sus propios deseos. Son inseguros, egoístas y rechazan tener relaciones cercanas, pero a la vez, buscan una fuerza externa que les controle y discipline, pero su orgullo les impide pedir ayuda.

– Manipulación. Usan a las personas y su medio para satisfacer sus necesidades egoístas. Tienden

a poner una figura de autoridad contra otra.

a) Pasivos: Controlan a las personas mediante sus acciones (v.g., exageran dolores o problemas para llamar la atención).

b) Activos: Hacen sus víctimas a otras personas (v.g., amenazan con destrozar la casa si no les proveen para su vicio).

-Autojustificación. Se defienden racionalizando su problema. En vez de tratar el pecado cómo lo que es, lo catalogan como “enfermedad”. Es un mal actual. Los mentirosos ahora son “mitómanos”; los borrachos, “alcohólicos”; los ladrones, “cleptómanos”; los pervertidos, “homosexuales”, en un intento por justificar lo que la Biblia claramente condena en 1 Cor.6:9,10: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”.

-Gratificación inmediata. Todo lo quieren para “ayer”, es decir, quieren las cosas de inmediato y sin ningún esfuerzo. Son pesimistas acerca del futuro y desconfían de quienes les presentan un buen provenir. Al contrario, una persona con madurez puede proyectar planes a futuro, y está dispuesta a renunciar a recompensas inmediatas con el fin de alcanzar las futuras.

-Escapismo. Por lo general, los adictos tienen poca capacidad de enfrentar las presiones de la vida. Huyen de circunstancias frustrantes y escapan hacia la fuente más cercana de satisfacción. Generalmente, tienen una baja autoestima.

-Insatisfacción. La raíz de su problema está en el vacío que hay en su corazón. Existe un desasosiego perpetuo que tratan de calmar mediante la continua búsqueda de experiencias, aventuras y drogas. Buscan el significado de su vida, cayendo en un círculo vicioso que los hace creer estar haciendo algo productivo.

-Estereotipos. Cuando la gente etiqueta a un joven como “drogadicto sin remedio”, y él mismo acepta este molde, es muy difícil romper este patrón de comportamiento.

¿Qué áreas deben ser sanadas?.

En primer lugar, los problemas del adicto yacen en la necesidad de llenar su vida, por lo que el aspecto espiritual es el primero que debe ser restaurado. Sabemos que sólo Cristo puede hacer esto, por lo cual es indispensable que el joven tenga una experiencia de salvación; esto traerá libertad del pecado y le llevará a encontrar identidad y propósito.

En segundo lugar, el área física debe ser sanada, puesto que muchos adictos, aun deseando abandonar el hábito, preferirán regresar a éste antes que enfrentarse a a las reacciones violentas y dolorosas que produce su cuerpo ante la ausencia de droga.

La reconstrucción de la mentalidad del adicto es determinante en su restauración, puesto que el abuso de drogas, el ambiente y los amigos han distorsionado la normalidad de su vida y sus costumbres. El estudio y meditación de las Escrituras aviva el entendimiento, cimentando la construcción de modelos del pensamiento equilibrados y valores creativos.

Por último, se requiere ayudar a los adictos a establecer relaciones interpersonales según prioridades: con su Creador, a través de la oración y la lectura de la Biblia, con su familia, desarrollando lazos afectivos de comunicación, y con su comunidad, motivándolo a restaurar faltas en cualquier área: emocional, social económica o espiritual.

La tarea integral de restauración del adicto no es solamente una labor familiar. Es cierto que la familia sufre junto con él las consecuencias de su hábito, así que es necesario orientar a los miembros para contrarrestar las características del adicto en recuperación, y no ser víctimas de chantajes espirituales y sentimentales. Por ello, la iglesia tiene un papel prioritario en esta labor, a través del amor de Dios que se manifiesta en su pueblo, la visión y la compasión por los que necesitan a Cristo. ¡Que cuando Cristo regrese nos encuentre luchando contra el toro, no escondiéndonos de él!

Por Sarai León, con la colaboración de Gamaliel Cerda Elías.

 

 

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