Aprender en la fe con otros y entre otros

Aprender en la fe con otros y entre otros

Espacio para conocerse. La realidad es que cuanto más nos aceptamos a nosotros mismos, más podremos aceptar a los demás. En toda relación, nuestra condición espiritual se muestra en la manera en cómo tratamos y entendemos al otro. Nosotros también estamos en el proceso de crecer en el Señor y, si queremos ayudar a otro en el camino, es importante reflexionar sobre nuestro propio andar.

Cada persona es una creación única de Dios. Debemos tener siempre presente que enseñamos a personas. Por eso, el desafío como maestros, es descubrir quiénes son nuestros alumnos. Si pasamos tiempo con ellos, entonces conoceremos sus necesidades, sus alegrías, sus dudas, sus dificultades, sus habilidades; entonces podremos ser más relevantes en lo que enseñamos. De este modo, durante el año, se podrán planificar clases especiales que respondan a sus inquietudes. Sin dudas, el maestro que llega a tocar la vida de sus alumnos es el que puede entenderlos y hacer que se sientan comprendidos.

Espacio para vidas impactadas. Los alumnos son más impactados por la persona de un maestro que por sus palabras. Muchos alumnos recuerdan cómo era su maestro, antes que alguna de sus enseñanzas. Se pueden olvidar algunos de los conceptos, pero lo que queda es el impacto de un maestro que vive lo que enseña. Un maestro que aplica las verdades que enseña y que deja que los alumnos vean su caminar con Cristo es auténtico. Ser auténtico es reconocer que no se es perfecto, pero que se tiene el desafío de ser, cada día, más parecido al Gran Maestro, a Jesús. Por eso, el maestro que vive lo que enseña, que crece y que respeta a sus alumnos, impacta poderosamente, porque sirve de modelo. Ver a una persona que sigue fielmente a Jesús, influencia la vida de otros.

“Así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no sólo el evangelio de Dios sino también nuestra propia vida. ¡Tanto llegamos a quererlos!” 1 Tesalonicenses 2.8

Espacio compartido con la comunidad de creyentes. Dios nos ha dado una familia espiritual para que nos sintamos contenidos y en la cual podamos crecer. Esta comunidad, que es la iglesia, nos sostiene, nos apoya, nos acepta y nos ayuda a madurar en la fe. Esa madurez se muestra cuando uno evidencia en su vida los frutos del Espíritu Santo. Además, la iglesia nos brinda modelos de vidas cristianas dignos de imitar. Pertenecer a la familia de la fe, también nos desafía a poner en práctica nuestros dones para, de este modo, edificarnos unos a otros. Es importante que toda la comunidad se comprometa con la educación cristiana, ya que la tarea educativa es responsabilidad de todos.

 

“Cuando Jesús enseñaba, siempre estaba la comunidad reunida: adultos, jóvenes y niños.”
Geraldine Slebos de Bongarrá

Aprender y educar en la fe es un proceso espiritual. En la educación cristiana se puede contar con los más avanzados recursos tecnológico, con los más diestros profesores, con las más novedosas estrategias, pero si no se cuenta con la intervención del Espíritu Santo de Dios, sólo será una clase más; porque estar en el camino de la enseñanza y el aprendizaje de la fe, es un proceso espiritual. Es el Señor quien capacita, quien enseña y quien hace que podamos cambiar. Estar en él, en Su Palabra y en el Espíritu Santo, nos pone en ese proceso de transformación.

“Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir.” Juan 16.13

 

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Un comentario sobre “Aprender en la fe con otros y entre otros”

  1. Mi nombre es Vicky Ferranty, soy ex alumna de ECEA, promoción 1969, y era amiga de Mariche y Geraldine Slebos. Quiero mucho poder entrar en contacto con ellas, espero que pueda llegarle mi mail a través de esta vía. Muchas gracias

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