“Y cuando la gente lo supo, le sigui; y l les recibi, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados” (Lucas 9:11).
Ana confidenciaba a una hermana de la iglesia: “Pienso que nuestro mundo es muy agitado. No aguanto el personal del trabajo, ni los colegas de la facultad donde estudio y ni los vecinos que encuentro cuando salgo de casa. Mi voluntad es mudarme para una montaa y vivir sola por all”. La hermana habl enseguida: “Nuestro querido Seor y Salvador Jesucristo tambin se quedaba cansado, caminaba siempre por largas distancias y era asediado por grandes multitudes. Sin embargo, siempre atenda a todos con amor, con una sonrisa en los labios, con un deseo ardiente de ver a todos felices. Yo tambin me canso, a veces, pero al recordar del Seor, me siento renovada y busco testificar de lo cuanto soy bendecida por Dios.”
Hemos comprendido que nuestra misin, en el mundo, es anunciar, tanto con nuestras palabras como con nuestro ejemplo, la bendicin de tener Jess en el corazn? Hemos hecho eso con alegra y gratitud a Dios por haber enviado Jess para salvarnos y nos dar la vida eterna? Hemos nos sentido privilegiados por ser escogidos para ese trabajo extraordinario? Podemos no sentirnos cansados, fracasados, decepcionados y hasta angustiados con los engaos del mundo, pero no podemos dejar de reconocer que todo eso es pasajero y no impide que glorifiquemos al Seor por haber escrito nuestros nombres en el Libro de los Cielos y haber ido a preparar una casa para nosotros. Cuando entendemos eso, el cansancio desaparece, las frustraciones dejan de ser importantes, las angustias se transforman en momentos de regocijo y felicidad.
An desea fugarse del mundo o alaba a Dios por la oportunidad de ser, aqu, una bendicin en Sus manos?
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