Un pequeo nio, que siempre acompaaba la madre para los cultos de la iglesia, la oy orando al telfono. La madre oraba por otra hermana, que estaba enfrentando algunos momentos difciles en su casa. El nio, oyendo lo que la madre deca al telfono, pregunt, entusiasmado: “Mam, est hablando con Dios? Me deja hablar un poco con l”.
Sabemos que podemos hablar con Dios a cualquier momento del da, con telfono o sin telfono. El Seor est siempre presto a ornos y, como el nio de nuestra historia inicial, debemos estar siempre “queriendo” hablar con nuestro Padre celestial.
Y lo qu tenemos para hablar con l? Muchas cosas… Queremos agradecerle por estar a nuestro lado, por acarrearnos por campos verde y aguas tranquilas, por sostenernos mismo delante de muchas crisis que enfrentamos. Queremos pedir aquello de que necesitamos, pedir que nunca nos deje faltar la fe, la esperanza, el amor, que es el principal combustible de la vida de un cristiano.
El hijo de Dios tiene placer en conversar con l, en contar las bendiciones recibidas, mismo sabiendo que l ya sabe de todo. Anhela confesar sus momentos de desobediencia, de rebelda, de indiferencia. Quiere mostrar lo cuanto est arrepentido y que desea el perdn del Seor.
Lo importante es hablar con Dios, especialmente para decir el cunto Lo amamos y lo cuanto dependemos de l, para seguir avante en ese mundo, hasta encontrarlo en los Cielos donde iremos a vivir… para siempre.
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