Es necesario que cada una de nuestras iglesias participe en un programa, de evangelización similar.
Necesitamos la evangelización que comienza en nuestros propios barrios, en nuestras ciudades y aldeas, doquiera el Señor nos haya colocado. Esa es la evangelización que nosotros practicamos en la Iglesia Central del Evangelio Completo de Seúl, y a ella se debe el crecimiento espectacular que hemos experimentado.
Nuestra iglesia lleva a cabo la evangelización, ante todo, mediante el sistema de los grupos familiares. Cada grupo se convierte en un núcleo de avivamiento en su propio barrio, porque es en el grupo donde se puede encontrar verdadera vida dentro del vecindario. Cuando una reunión de grupo familiar está llena de vida, y cuando las personas están contentas, comparten su fe y dan testimonio de lo que el Señor ha realizado en su vida, las demás personas se sienten atraídas hacia ellas. Los incrédulos sienten curiosidad. Desean saber por qué ese pequeño grupo de cristianos está tan alegre a pesar de los muchos problemas que le rodean.
Ahora bien, aunque esos grupos se conviertan en imanes en sus propios barrios, nuestros miembros tienen aún necesidad de realizar su labor de evangelización. Los incrédulos rara vez tocan a la puerta para enterarse de lo que sucede. Nuestros miembros tienen que salir a buscar a los posibles conversos. Sin embargo, nosotros tenemos otros medios de ayudarles a convertirse en evangelistas interesados en sus semejantes.
Uno de esos medios es el que nosotros llaman os “indiscreción santa”. Nuestros dirigentes de grupo les indican a sus miembros que estén alerta, a la búsqueda de personas con problemas. Muchos de nosotros escuchamos a diario conversaciones en las cuales las personas hablan de sus problemas. Siempre que escuchemos esas conversaciones, debemos apresurarnos a preguntarle al Espíritu Santo: – ¿De qué manera puedo dar testimonio ante esta persona? ¿Qué puedo hacer para que conozca a Jesús, que es en realidad quien puede resolverle sus problemas?
A mis oídos llegó el caso de una hermana de nuestra congregación que le testificó a una señora que había conocido en el mercado del barrio. Habla oído a aquella señora, que no era creyen¬te, contarle sus problemas matrimoniales a una amiga. Estaba a punto de divorciarse. Era el caso que nuestra hermana había tenido problemas similares, pero el Señor Jesús había salvado su matrimonio por medio de la oración y del ministerio del grupo familiar.
Al salir del mercado, la hermana le dio alcance a la otra señora y le dijo: – No pude e escucharla cuando hablaba de su menos problema con su amiga. Yo tuve un problema muy parecido . ¿Desearía venir a tomar el té conmigo mientras le relato cómo lo superé y salvé mi matrimonio?
Se sorprendió de que la señora aceptara al instante.
Durante el tiempo que compartieron experiencias, la hermana le confió cómo ella y su esposo sus habían estado a punto de divorciarse, pero habían encontrado a Señor, y su vida había cambiado por completo. No la quiso presionar para que en aquel momento aceptara a Cristo como su Salvador, pero sí le dijo cuánto significaban para ella las reuniones de los grupos familiares, y la invitó a que la acompañara a la siguiente reunión. Le aseguró que había en el grupo un gran número de señoras comprensivas del barrio, que podrían identificarse con sus problemas, por haber, tenido otros similares.
Este relato es un ejemplo de la importancia de la evangelización de mujer a mujer en nuestra iglesia. Tenemos más mujeres que hombres, característica de la mayoría de las iglesias cristianas. A pesar de no ser esa la razón por la cual hacemos hincapié en la evangelización de mujer a mujer, hemos podido observar que cuando una mujer se hace cristiana y entra en la comunión de la iglesia, pronto la siguen sus hijos.
Impactos: 16