¡Haz Algo!

¡Haz Algo!

 

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La iglesia “Cristo es el Rey” había sido siempre una iglesiamodelo, de unos 300 miembros estables, con una gran entradade dinero gracias a la buena posición social en la que estaban sus miembros.

De todas maneras, pasados los años, el barrio alrededor de la hermosa iglesia comenzó a cambiar. Inmigrantes de todos los países limítrofes llenaron el área cambiando por completo la situación de aquella ciudad.

Cortinas de hierro reemplazaron los carteles de “Bienvenidos” en los mercados. Se podían encontrar pordioseros mendigando en cada calle. Ésta situación hacía sentir a los miembros de aquella iglesia bastante incómodos.

Usualmente trataban de evitar pasar por la zona, excepto los domingos.

Un domingo, después de haber escuchado la predicación del nuevo y joven pastor, se juntaron todos a compartir café y postres.

Durante la primavera les encantaba reunirse en el jardín que rodeaba el templo. Siempre se llenaba de flores y viñedos que cubrían las arcadas de aquel lugar.

Mientras los elegantes miembros compartían café y charlaban plácidamente en el jardín, un pordiosero se escabulló sigilosamente en el jardín.

Atravesando el patio sin mirar a nadie, aunque todos lo miraban a él, silenciosamente caminó derecho hacia la mesa donde los más caros postres se exhibían en bandejas de plata finamente decoradas.

El pordiosero tomó una porción y de una sola mordida la comió. Tomó otra porción y la metió en su bolsillo. Luego, moviéndose lento como para que nadie lo vea, tomó otra porción y la colocó en el mismo bolsillo. El jardín se llenó de murmullo agitado. Finalmente una de las mujeres se acercó al flamante pastor y le dijo: -“Bueno, ¡haz algo!”

Sintiéndose un poco comprometido por su nueva posición, el joven pastor le entrega su taza de café a la mujer y se dirigió a la mesa y se paró al lado del pordiosero.

Impredeciblemente comenzó a buscar debajo de la mesa donde las cajas de los postres habían sido guardadas.

Entonces, agarró una de las bandejas llenas de esos postres y galletas y la vacíó dentro de la caja.

Hizo lo mismo con la segunda bandeja de los carísimos manjares.

Luego, cerró la caja y se la entregó al pordiosero diciendo: “Aquí estaremos todos los domingos” El hombre le sonrió al pastor, agarró la caja fuertemente entre sus brazos y silencioso salió del jardín.

Entonces el pastor retornó por su taza de café, le sonrió a la mujer que sostenía su taza y le preguntó “¿A eso es a lo que se refería cuando me dijo – ¡haz algo!- no?”

¿A dónde llevarlo desde aquí?
¿Qué hubieras hecho en el lugar del pastor?

Esta es una importante pregunta para cada uno de nosotros.

Jesús mira hacia fuera de la iglesia y ve a los pobres y desahuciados y nos dice “¡Haz algo!” Seguramente si Jesús hubiera estado allí en carne y hueso hubiera hecho algo similar a lo que hizo aquel pastor.

Pero… ¡Un momento!, Jesús está aquí en carne y hueso. ¡Para eso está la Iglesia! ¡De eso se trata la Iglesia! Nosotros somos el cuerpo de Cristo, las manos y los pies de Jesús en la tierra hoy. (1° Corintios 12)

 

 

 

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