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LA PALABRA CLAVE

Realizar ocho tarjetas por equipo; cada una tiene una palabra: amistad, libertad, diálogo, justicia, verdad, compañerismo, valentía, ideal, etc. Las tarjetas se depositan en un sobre.
El animador forma los equipos y entrega el material de trabajo.
Explica cómo realizar el ejercicio: las personas retiran una de las tarjetas del sobre; cada uno comenta el significado que, le atribuye.
Enseguida el equipo elige una de las palabras y prepara un grito alusivo.
En plenario cada equipo se presenta: dicen el nombre de sus integrantes y el grito.

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LOS CURIOSOS

El animador forma los equipos de trabajo (cinco integrantes y un secretario).
Luego explica la primera parte del ejercicio: los equipos deben confeccionar uncuestionario con aquellas preguntas que quisieran hacer al resto del grupo.
Los equipos preparan su cuestionario (veinte minutos).
Una vez que todos hayan terminado, los secretarios visitan a los otros equipos para dar a conocer su trabajo y agregar aquellas preguntas que les sugirieron.
En el siguiente paso cada equipo responde al cuestionario que su secretaria confeccionó (sesenta minutos).

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La niñez nos habla

La niñez nos habla

ninos
Dices que soy el futuro; no me desampares ahora.Dices que soy la esperanza de paz; no me induzcas a la guerra.

Dices que soy promesa de bien; no me confíes el mal.
Dices que soy la luz de tus ojos; no me abandones en la ignorancia.
No espero solamente tu pan; dame luz y entendimiento.
No deseo tan solo la fiesta de tu cariño; te suplico amor para educarme.
No te pido apenas juegos y diversiones; te pido buenos ejemplos y buenas palabras.
No soy simple ornamento de tu camino;
soy quien te abre la puerta de la vida más allá de ti mismo:
seré algo de ti después de ti…
Enséñame el trabajo y la humildad, la devoción y el perdón.
Campadécete de mí y oriéntame para que sea bueno y justo …
Corrígeme en su tiempo, antes de que yo sufra …
Ayúdame hoy para que mañana no tenga que llorar.

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Orden divino para la familia

Orden divino para la familia

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Hay cuatro principios en el reino de Dios para la familia. Si tú quieres que el Reino venga a tu hogar y éste sea transformado. Si tú quieres pertenecer a la iglesia que Dios está restaurando, tienes que abrir tu corazón y recibir estos principios, dejando que se arraiguen muy hondamente en tu vida. ¿Sabes porqué el cielo es cielo? No porque haya calles de oro, o puertas de perlas; el cielo es el cielo porque en él reina Jesucristo, y todos los que están allí hacen su voluntad. Y cuando Cristo reine a través de estos cuatro principios en tú hogar, éste será un pequeño cielo aquí en la tierra.

Aunque el piso no sea de oro ni tengas alfombra de Persia, aunque solo tengas un piso de tierra y paredes de cartón, tu ranchito te parecerá un palacio si Cristo es el Rey allí.

¿Qué significa que el reino de Dios entre en el hogar?  Pues mira, en tu hogar hay un trono, un lugar de preeminencia, y en ese trono debe estar sentado Jesucristo. Cada uno de los miembros del hogar debe responder a las órdenes del que está sentado en el trono. Cuando se establece esta relación con Cristo, se puede afirmar que el reino de Dios ha llegado a ese hogar.

Un hogar está formado, básicamente, por una doble relación. La primera es la relación marido-mujer, y la segunda, Padres-hijos. Esta es la estructura familiar básica. El resto de la familia  -Abuelos, cuñados, sobrinos- que conviven bajo el mismo techo, debe sumarse a esta estructura principal que Dios a constituido como base. La Biblia nunca da instrucciones a los abuelos o tíos; habla a los esposos, a las esposas, a los padres, a los hijos; porque esta es la estructura que sustenta la familia.

Y los principios de Dios para cada una de estas cuatro partes son esenciales para el desenvolvimiento del núcleo familiar.

Para las casadas

El primer principio está dirigido a las casadas. ¿Qué le dice el Rey a ellas?
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor (Efes. 5:22).

Esta es la orden del Señor para las casadas, el principio del reino de Dios para ellas.

¿Por qué Pablo, cuando habla del hogar, tanto en Efesios como en Colosenses, siempre empieza por las casadas?  Es porque la primera en subordinarse debe ser la que sigue inmediatamente después de la autoridad principal.

Tomémonos del ejemplo de un batallón del ejército. Dentro de él, tenemos soldados rasos, luego cabos, un teniente y un capitán. Los soldados deben obedecer al cabo, al teniente y al capitán., El cabo debe obedecer al teniente y al capitán, Y el teniente debe obedecer al capitán.

Si el batallón va a tener orden, el primero en demostrar sujeción debe ser el teniente. Si él no lo hace, si cuando el capitán le ordena algo él dice: “No tengo ganas de hacerlo”, tampoco sus subordinados le van a obedecer cuando él les dé una orden.

Moralmente, ellos quedan libres para desacatarse. La autoridad, entonces, se resquebraja y en el cuartel comienza a reinar la anarquía.

Así ocurre también en el hogar. Si la mujer no se sujeta a su marido, los hijos se sienten libres para desobedecer a los padres; la autoridad ya no existe y reina la rebelión. La mujer debe obedecer a su marido e imponer con su conducta una imagen de respecto y de sujeción reafirmando el principio de autoridad. Ella debe sujetarse a su marido para que Cristo reine en su hogar.

Si el marido es un hombre impulsivo, iracundo, y la mujer no se sujeta, va a haber problemas todos los días: Discusiones, grito, malentendidos, ofensas y contiendas. Si el marido es demasiado “Bueno” y   “no le molesta que se haga lo que ella dice” para que no halla gritos ni peleas, tampoco así va a reinar Cristo en ese hogar, porque no se estará respetando el orden divino para al familia.

Para los maridos

El segundo principio está dirigido a los maridos. Cuando hay que poner disciplina en el hogar, empezamos por los hijos… ¡Un momento! Si la casada no respeta a su marido, no espere que los hijos respeten y obedezcan a su padre. Si el marido no trata a su esposa como corresponde, no esperen que los hijos se traten correctamente. Dios comienza por ordenar el matrimonio. ¿Cuál es el mandamiento del Rey para los maridos?

Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (Efes. 5:25).

Vosotros, maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo (1 Pedro 3:7)

El principio del Rey para el marido es: Amar a su esposa y tratarla como a un vaso frágil, dándole un honor especial. Debe asistirla con ternura, con delicadeza. Si el marido no ama a su esposa y no la trata como un vaso frágil, Cristo no puede reinar en ese hogar.

Para los que conocemos las Escrituras estos textos no son ninguna novedad. ¡Los sabemos de memoria! Pero nuestro mayor problema es que lo hemos aprendido al revés. Los maridos saben de memoria el texto que corresponde a las esposas y las mujeres saben de memoria el texto que corresponde  a los maridos. Entonces cada vez que ocurre una discusión o una pelea, el marido le dice a la mujer:

–La Biblia dice: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos”.
Y la mujer responde: “Maridos. Amad a vuestras mujeres… y tratadlas como a un vaso frágil.” ¡Y tú me estás tratando como a un trapo de piso!

La Biblia dice a cada uno cuál es su responsabilidad. “Qué la esposa se sujete… que el marido ame a su mujer…”  Si la mujer no se sujeta al marido, Cristo no reina allí. Pero, si el marido quiere sujetar a su mujer por la fuerza, tampoco Cristo está en eso.

La Biblia no dice: Maridos, sujetad a vuestras mujeres. Expresiones como estas: “Me vas a obedecer… Acá mando yo…”, etc., evidencia que Cristo no reina en ese hogar. El Señor dice al marido lo que el marido debe hacer. Marido, éste es el mensaje para ti: Ama a tu mujer y tratala como a un vaso frágil, con cariño, con ternura, en todo momento.

“Yo la voy a tratar bien, siempre que ella me obedezca…” Tu comportamiento no debe ser una respuesta a la conducta de tu mujer, sino una respuesta al Rey y Señor de tu vida. ¿Quién manda en tu vida? Si Cristo es tu Señor, debes comportarte como El manda.

La mujer tampoco tiene derecho a decir: “Yo le voy a obedecer y me voy a sujetar, si él me trata como corresponde.” De ninguna manera. Pedro dice lo mismo aun a las esposas de los incrédulos. Aunque tu marido sea incrédulo, igual es tu marido y, por lo tanto, tu cabeza. Aunque él no te trate como corresponde, igual tienes que sujetarte, y mostrar que Dios reina en tu vida y a través de tu vida en tu hogar. La respuesta de cada uno no debe estar condicionada al comportamiento del otro.

La actitud del marido debería ser: “Así ella me obedezca o no, siendo mi esposa la voy a amar y a tratar como Cristo enseña.”

A su vez, la mujer tendría que decir: “Así él me ame o no, me trate bien o mal, siendo mi marido, me voy a sujetar a él y le voy a obedecer.” Las discusiones en un hogar se terminan cuando cada uno asume su responsabilidad frente al Señor.

Por lo tanto, maridos, ¡Devuelve el texto a tu esposa! Nunca más pongas en tu boca el mandamiento de Dios a las casadas. Y a ti, esposa, ¡Devuelve el texto a tu marido! Nunca más repitas el mandamiento de Dios a los maridos.

Cada vez que halla conflicto en la casa, pregúntate: ¿cuál es el mandamiento de Dios para mí? ¿Cuál es la parte que a mí me toca hacer? ¿Cuál es mi orden?  (A fuerza de repetir la del otro, ni recordamos la nuestra). Aprende de memoria tu mandamiento. Apréndelo, y repítelo cada vez que surja una dificultad. ¡Se van a acabar los problemas cuando cada uno haga su parte delante del Rey!

Aunque no te guste, es una orden: Casadas, sujetaos… Maridos, amad…

Ten en cuenta que no dice: “Casadas, sería muy bueno que obedecieran.” No, Es una orden. ¡Y Cristo es el que da! ¿Te das cuenta cómo se solucionarían muchos problemas que hoy tenemos en casa si en ella se respetasen los principios del reino de Dios?

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¿Melodía, O Apenas Barullo?

Para reflexionar
¿Melodía, O Apenas Barullo?

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe” (1
Coríntios 13:1).

Cierta noche, un adolescente volvió temprano para casa
despues el ensayo del Coral Joven de la iglesia. Su padre se
quedó bastante sorprendido. El muchacho jamás volvía
temprano de cualquier cosa. Mirando por encima del diario
que estaba leyendo, el padre preguntó: “¿por qué usted
volvió tan temprano?” “Tuvimos que cancelar el ensayo esta
semana”, dijo el joven. “El organista y el regente del Coral
tuvieron una disputa terrible sobre como cantar ‘Amor
Divino’, entonces, encerramos por hoy a la noche.”

Parece chistoso el hecho de alguien discutir al intentar
pasar un mensaje de amor divino, pero, en la realidad, es
muy triste. ¿De que adelanta yo hablar o cantar el amor de
Dios si este amor no existe en mí? Mi testimonio, al hablar
del amor del Señor, debía transmitir paz y tranquilidad y
jamás contendas y desentendimiento.

Dios es amor y nosotros, como Sus hijos, debemos mostrar lo
que de Él aprendemos — el amor. Y el amor no exige
derechos, no promueve disensiones, no justifica actitudes
egoístas, no provoca malestar. El apóstol Paulo dice que el
amor todo sufre, todo aguanta. Quien ame ofrece y no
reivindica, sirve al prójimo y no espera ser servido. Ofrece
lo que tiene y no espera recompensa.

El Coral Joven de aquella iglesia dispensó sus participantes
porque no hubo acuerdo en lo cantar el “Amor Divino”. Mejor
sería si reuniese los “rijosos” para que aprendiesen lo que
significa el amor de Dios. Cantaban sin saber lo que es
alabar, se reunían sin entender lo que significa estar
unidos, estaban entre los que predican, pero, deberían estar
entre los que necesitaban oír el sermón.

Eran apenas metáis haciendo barullo. No transmitían la
verdadera melodía celestial. ¿Y nosotros?

 

Paulo Barbosab

 

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