Ansiamos Por Más…
¿Por qué?
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus
riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).
Durante la Guerra Revolucionaria en América, algunos
oficiales británicos, los portadores de una bandera de la
paz, fueron invitados por el General americano, para cenar
con él. Aceptaron la gentil invitación y fueron conducidos a
una tienda de campaña donde un oficial estaba asando algunas
patatas en un fogón de campamento. Esperando una mesa
arreglada con esmero, los oficiales británicos se pusieron
sorprendidos cuando el oficial que disponía la comida
sacudió las cenizas de las patatas y las colocó en la mesa
para la cena del general y sus invitados. Cuando los
oficiales británicos regresaron a su propio campamento,
contrastaron la alimentación de los soldados americanos con
su propia alimentación, bien más refinada y cara.
Reflexionaron sobre sus grandes necesidades de satisfacción
y comodidad sin llevar en cuenta las circunstancias.
Quizá sea ése el mayor problema con relación a nuestra
satisfacción y felicidad. Estamos siempre reclamando porque
no tenemos eso y aquello, porque nuestro vecino consiguió
más de lo que nosotros, porque muchos de nuestros sueños
nunca son realizados. Queremos siempre el máximo, no nos
contentando con lo que ya tenemos y que ya nos es
suficiente. Ansiamos por más… mucho más, y no seremos
felices hasta que lo alcancemos. Y, si lo alcanzamos, es
probable que de nada sirvan a nosotros.
Tan bueno sería si aprendiésemos a contentarnos con qué Dios
nos da. Él nos prometió suplir todas las necesidades y,
ciertamente, qué nos da es la medida cierta para nuestro
placer y regocijo. Podríamos, sí, ser mucho más felices si
el egoísmo de anhelar más no sirviese de obstáculo en
nuestro camino de felicidad.
Agradezcamos a Dios y seamos felices con lo que tenemos. Si
Él nos dé más…continuemos felices y agradecidos.
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