Acuérdate de… los dueños del Reino

Acuérdate de… los dueños del Reino

por Roberto y Roxana Grego
Cuando un niño acepta el mensaje de salvación lo hace con facilidad y con una fe sencilla. ¡Con razón dijo el Señor que tenemos que ser como niños para entrar en el Reino de los cielos! (Mateo 18:3). ¿Qué podemos hacer para aprovechar este enorme potencial que tienen los niños? ¿Qué hacer para no fracasar cuando ministramos a los niños? Los autores nos ofrecen excelentes principios para trabajar con niños.

Se dice que una vez Dwight L. Moody, un famoso predicador, al haber regresado de una reunión evangelística dio un informe de «dos y media conversiones». «Dos adultos y un niño, ¿verdad?», preguntó alguien. «No, dos niños y un adulto», respondió el señor Moody. «Los niños dieron sus vidas completas al Señor. El adulto ya se había gastado la mitad de la suya».


Cuando un niño se entrega al Señor, tiene toda su vida por delante para servirle. No ha tenido muchos años para formar malos hábitos. Los niños no son suspicaces o escépticos, ni tratan de razonar todo intelectualmente para luego considerar la posibilidad de dar sus vidas al Señor. Al contrario, aceptan el mensaje de salvación con facilidad y con una fe sencilla. ¡Con razón dijo el Señor que tenemos que ser como niños para entrar en el Reino de los cielos! (Mateo 18:3). ¿Qué podemos hacer para aprovechar este enorme potencial que tienen los niños? Primeramente necesitamos conocer su situación.


Trasfondo


Los niños constituyen casi la mitad de la población de América Latina. Pero la mayoría de los obreros cristianos no laboran entre ellos. Las estadísticas mundiales muestran que los niños son muchos más receptivos al Evangelio que los adultos. (El 86% de todos los creyentes recibieron a Cristo siendo menores de edad). Si esperamos a que sean grandes, perderemos a la mayoría porque, según los estudios, muchísimos de ellos habrán endurecido sus corazones hacia Dios.
Ahora es el tiempo para alcanzarlos con el evangelio, mientras son niños todavía. Jesús dijo que «no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños» (mateo 18:14). En otra ocasión se enojó con los discípulos por haber rechazado a los niños y les dijo, «Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios» (marcos 10:14). El no quiere que ningún niño se pierda. Pero, ¿cómo vamos a acudir a la exhortación de nuestro Señor?

Identificación del problema


Muchas congregaciones planean cultos o campañas evangelísticas para adultos o jóvenes a menudo. Pero, ¿qué de los niños? Ellos también necesitan conocer al Salvador. A menudo nos ocupamos únicamente de atender a los hijos de los hermanos y, aunque estemos realizando una buena labor con estos, mientras tanto, cientos de millares de niños, muchos más de los que podríamos contar, perecen en las calles de los grandes centros urbanos del mundo, víctimas del hambre, de enfermedades que sí son curables y de maltratos despiadados, ante una sociedad que vuelve la cara, procurando inmunizarse del dolor ajeno. ¿En qué forma responderá la Iglesia del Señor para aliviar esta crisis y a la vez dar un impactante ejemplo al mundo indiferente que la rodea?


No sólo hay que alcanzar a estos pequeños con el mensaje de salvación; también hay que darles seguimiento. Hay que cuidarlos al igual que un pastor lo hace con sus ovejas (Mateo 18:12-14). Si no los cuidamos y no reciben una base firme en el Señor, pueden ser engañados por «lobos con piel de oveja». Corren un alto riesgo de descarriarse. Y, como ya hemos visto, eso de ninguna manera es la voluntad del Padre.
Gran cantidad de jóvenes que crecieron en la iglesia se han alejado del seno del Señor. Alegan que la iglesia no les interesa o que no llena sus necesidades. Podríamos preguntarnos acerca de la calidad de instrucción que recibieron en la Escuela Dominical cuando eran niños.
¿Habremos utilizado los mejores métodos disponibles para promover una sólida relación personal con su gran amigo, Jesús? ¿Entendemos hoy sus peligros, problemas y pecados de manera que podamos eficazmente armarlos contra los embates del enemigo? ¿Sabremos cómo evaluar nuestra metodología actual, con el fin de optimizarla?
 


El cuidado para no fracasar

Definitivamente no es demasiado tarde para involucrarnos en la solución. El primer paso quizás deba ser el de concientizarnos de qué es lo que necesitamos mejorar, adónde estamos fallando. Jesús mencionó varias palabras claves en cuanto al fracaso, en relación con el ministerio infantil. Veamos:



  1. HACER TROPEZAR

  2. «Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar» (Mateo 18:6).


  3. MENOSPRECIAR

  4. «Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 18:10).

  5. DESCARRIARSE/PERDERSE

  6. «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?…Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños». (Mateo 18:12-14).

  7. IMPEDIR
  8. «Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos» (Mateo 19:14).

Al analizar las anteriores declaraciones, podremos notar que, por ejemplo, hacer tropezar en la fe a un niño es algo muy grave. ¿Qué clase de ejemplo les estamos dando con nuestras palabras y actitudes? Pero alguno dirá: «Yo ni me meto con niños, para que no me culpen de ser piedra de tropiezo». Para esta persona es la palabra N° 2. Si no considera que los niños merecen su tiempo, es una muestra clara de que los está menospreciando. Pensemos en la tercera palabra. ¿Es nuestra enseñanza a los niños de tal calidad y profundidad que los estamos cimentando firmemente en la fe, para minimizar la posibilidad de que se descarríen? ¿Tenemos algún sistema que nos permita identificar y dar seguimiento a los que han estado ausentes? Por último, si no hacemos un esfuerzo continuo por alcanzar a los niños de la calle con el evangelio, les estamos impidiendo que lleguen adonde Jesús. Ya hemos comprobado que ellos recibirán el mensaje de salvación con facilidad, si les proveemos una oportunidad adecuada. ¡Pero hay buenas noticias! Tenemos un enorme reto por delante, una gran responsabilidad en nuestras manos. ¡Pero existen también magníficos mecanismos correctivos a nuestro alcance!
 


Frente a una solución

Los estudiosos de la pedagogía reconocen que hay una serie de principios universales que, al comprenderlos y aplicarlos debidamente, producen resultados excelentes en el aprendizaje de cualquier materia y con personas de cualquier edad. Con respecto al ministerio infantil, proponemos los siguientes:

  • El Principio de P.O.P. Toda actividad debe estar bien Planeada, Organizada y Preparada de antemano. Así se logra que el programa transcurra con fluidez y se reduce el riesgo de perder el control del grupo. Jesús pasó años preparándose para llevar a cabo el plan que Dios había trazado con todo detalle de antemano. Siguiendo su ejemplo, no podemos darnos el lujo de improvisar.
  • El Principio del Equipo. Así como Jesús reunió a su equipo de doce antes de comenzar su gran ministerio público en Galilea, debemos nosotros también reclutar y capacitar a un equipo para poder «P.O.P» cada actividad, orar, evaluar, etc. Sin un equipo, es casi imposible aplicar muchos otros de los otros principios mencionados aquí. Además, el equipo debe incluir tanto a varones como a mujeres, con el fin de proveer un buen modelo para los varoncitos, cosa que escasea muchísimo en nuestra sociedad.
  • El Principio «1 X 1». Como la capacidad de atención de los niños es muy reducida, es recomendable usar el principio «1 X 1» para poder mejorar su retención. Esta regla establece que cada actividad debe programarse para una duración de un minuto por cada año de edad del niño promedio. Por ejemplo: cambiar de actividad cada cinco minutos para un grupo de niños de cinco años.
  • El Principio de los 5 sentidos. Si un niño utiliza sólo dos de sus sentidos en una lección (por ejemplo: ver y escuchar) se espera que retenga un 40% de lo que la maestra trató de transmitir. Pero cuando usa todos sus cinco sentidos puede retener hasta un 90% de la lección.
  • El Principio de la Participación. Los niños son muy enérgicos. Exigirles que estén sentados, quietos y callados durante una larga explicación, como si fueran adultos en miniatura, es un error. Cuando los niños participan activamente, usan más de sus cinco sentidos y por tanto, aumenta su retención.
  • El Principio del Cambio Rápido. No es suficiente con tener actividades distintas cada pocos minutos. Si deseamos mantener el control del grupo, minimizar las distracciones y evitar desviaciones del objetivo, es vital incorporar cambios rápidos entre una actividad y la otra. Debemos lograr que el programa transcurra con absoluta fluidez; sin pausas.
  • El Principio de la Variedad. Es muy importante ser creativo usando ideas, métodos, materiales y actividades nuevas continuamente. Así se logrará mantener siempre el interés y el entusiasmo por volver.
  • El Principio de la Adaptación. Un error común cuando se trabaja con niños es esperar que ellos entiendan y se identifiquen con nuestros métodos y vocabulario de adultos. Es fundamental adaptar las palabras, ilustraciones, actividades, duración, etc. al nivel de comprensión y al trasfondo cultural de su audiencia.
  • El Principio del Equilibrio. Asegúrese de mantener un adecuado equilibrio entre los métodos directos e indirectos de enseñanza. A menudo favorecemos demasiado los métodos directos (ejemplo: lección con franelógrafo u objeto didáctico). Los indirectos (títeres, mimos, payasos, juegos, cantos activos) proveen un complemento emocionante que rompe la monotonía, canaliza la energía y mejora la concentración.
  • El Principio del Salmo 122.1. «Yo me alegraré con los que me decían, a la casa del Señor iremos». Los niños tienen que sentirse motivados para ir a actividades relacionadas con la iglesia y querer aprender acerca de Dios. Como son juguetones por naturaleza, el proceso de aprendizaje debe ser divertido, interesante, dinámico. Si se traza esta meta, rara vez se aburrirán y usted logrará mantener el control del tema y del grupo.


 


La eficacia del uso de estos principios ha sido comprobada vez tras vez en varios países. Si los aplicamos en todos nuestros programas de ministerio infantil, tanto evangelísticos como de discipulado, veremos resultados muy satisfactorios a corto plazo. Así que ¡Manos a la obra! ¡Hay muchos miles de niños esperando que les llevemos el maravilloso mensaje de salvación que Jesús nos encomendó!
Apuntes Pastorales, Volumen XII, número 4

 

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