Si no viere en sus manos la seal de los clavos no creer– Juan 20:25- Estudiemos- Lucas 24:28-43; Juan 20:1-29
La casa de una mujer viuda y muy rica se incendi, ella muri a consecuencia del incendio. Mientras los bomberos trataban de apagar las llamas, se dieron cuenta de que un niito, de apena unos cinco aos, gritaba por una de las ventanas del segundo piso de la casa. Era imposible llegar al nio, las escaleras haban sido consumidas por el fuego y las llamas en la planta baja de la casa eran tan altas que no les permita a los bomberos poner sus escaleras.
Un hombre observ que cerca de la ventana donde estaba el nio haba un tubo. Sin pensarlo dos veces, aquel hombre se meti entre la gente, que gritaba despavoridas ante la inminente muerte del nio; se trep por el tubo ante los ojos atnitos de todos. Rompi el cristal de la ventana, puso al nio en sus espaldas y con mucho cuidado se desliz por el tubo para llevar al nio a salvo al suelo. !El nio estaba ileso!, pero el hombre qued tendido en el suelo, gritando de dolor. Sus manos haban sido terriblemente quemadas.
Ao y medio despus en la Corte de Familia de la localidad, se vea la vista de adopcin del nio hurfano. La sala estaba atestada de supuestos parientes del nio. Todos anhelaban la custodia del millonario muchachito. Aunque muchos pasaron por el estrado mostrando sus competencias para criar al nio, cuando el nio era interrogado acera del supuesto pariente, su respuesta era siempre la misma:
–Yo no conozco a ese.
Frustrado el juez, dio un mayetazo en el estrado, y dijo:
-Habr en sala alguna persona digna de la custodia de este nio?
De repente el murmullo fue creciendo entre los congregados en la sala. De la ltima fila de asientos, se levant un hombre Camin en silencio, con las manos metidas en sus bolsillos, hasta llegar frente al juez. Con voz muy queda dijo:
– Su Seora, yo no soy pariente del nio, ni tengo negocios ni riquezas ni ninguna otra cosa que me haga merecedor de la custodia de este nio; pero quisiera que me considera para criarlo.
Evidente molesto el juez, clav sus ojos en el hombre y le dijo:
–Qu hace usted aqu? Debe mostrarme alguna razn digna para reclamar la custodia de este nio.
– Seor Juez, slo puedo mostrarle las marcas en mis manos de mi amor abnegado por ese nio al decir eso, sac las manos de sus bolsillos y mostr las marcas de las quemaduras sufridas ao y medio antes, al salvar al nio del incendio.
Al verlo, el nio lo reconoci, salt de su asiento y se fue a abrazar a aquel hombre, que haba estado dispuesto a morir por l. Con lgrimas en sus ojos el nio le dijo al Juez:
–A ste s conozco.
El juez dio un mayetazo en el estrado y con firmeza dijo:
–Concedida la custodia.
As es la historia de nuestra adopcin como hijos y herederos del Padre.
Demos gracias porque fuimos adoptados y ahora somos hijos y herederos
Por: Griselle Trujillo Cardona gtrujillo913@gmail.com
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