“Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra deDios…
(Hechos 8:25).
Un hermano conversaba con otro al final del culto. Deca l,con semblante desanimado: “Intento hablar con todo el mundosobre Jesus y percibo qu nadie me oye. Creo que maspalabras no han servido para nada”. El otro, que oacallado, pregunt: “Ha vivido, en la prctica, todo cuantoha predicado a los otros?”
Ms fuerte que nuestra predicacin es nuestro testimonio.ms penetrante que nuestras palabras es nuestro ejemplo. Msconvincente que nuestro discurso es la forma de vivir lo quehablamos. Cuando nuestras vidas demuestran la presencia delSeor, antes de que empecemos a hablar, los otros creern enlo que irn a or.
Dios, en esos das modernos, est buscando vidas que estndispuestas a vivir el Evangelio, a santificar sus actitudes,a reflejar la agradable presencia del Seor. Predicar laPalabra de Dios hace parte del da ada del cristiano,pero, es casi intil si el predicador no transmite confianzaespiritual al oyente.
La iglesia necesita ser viva, inspiradora, transformadora.Necesita contaminar — en el sentido santo — el mundo consu testimonio. Necesita ser fuerte para acabar con elegosmo, la vanidad, la mentira, la falta de amor. Necesitadejar de ser un show para ser verdaderamente cristiana.
La iglesia no debe si concentrar en pedir y s en ofrecer.Debe ofrecer salvacin y no prosperidad y riqueza. Y, siofrecer riqueza, no debe ser la riqueza material y s lariqueza de una vida abundante y eterna.
Haga con que su discurso sea convincente.
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