“Y cmo creern en aquel de quien no han odo? Y cmo oirn sin haber quien les predique? Y cmo predicarn si no fueren enviados? Como est escrito: Cun hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:14, 15)
Un hermano se levant y dijo a todos en la iglesia: “Tengo dos noticias para todos, una buena y otra mala. La buena noticia es que tenemos suficiente dinero para renovar el templo y construir la sala de enseanza de la Biblia”. Todos aplaudieron la maravillosa noticia. Despus del aplauso, el hermano continu: “La mala noticia es que todo el dinero todava est en los bolsillos de los hermanos”.
Es muy comn escuchar, en las Conferencias de Misiones, que hubo muchos ms misioneros en el pasado, especialmente en los siglos XVIII y XIX, que en la actualidad. Se dice que los hombres de Dios fueron mucho ms dedicados y comprometidos que los de hoy. Que haba mucha ms salvacin de almas que hoy.
Creo que es cierto, al menos en parte. Lo que ha cambiado no es el amor de los hombres por las misiones, sino el amor de la iglesia por los misioneros. Tenemos la culpa! Gastamos mucho dinero en caminatas, fiestas, ropa y todo lo dems en nuestro propio inters que con la obra del Seor. Gastamos hasta 1,000 en un asador o restaurante de calidad, pero no tenemos la misma liberalidad para ofrecer el diez por ciento de eso o incluso el uno por ciento, de modo que hombres y mujeres, que dejan sus vidas personales en busca de los perdidos, segn lo mandamiento del Seor, tengan una vida digna mientras trabajan con determinacin y sacrificio. S, tenemos la culpa de no tener muchos ms misioneros en el campo.
Nuestros intereses personales nos darn una vida cmoda por un tiempo, pero aquellos que se salven de la muerte eterna disfrutarn de su bendicin para siempre.
Cunto tiempo aceptaremos ser culpables sin hacer nada?
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