Ir al contenido

“No somos un ministerio grande, pero sí somos un gran ministerio”

No tengas hijos favoritos

En un barrio donde las casas se parecan, haba una que, desde fuera, pareca un hogar feliz. Ventanas limpias, jardn cuidado, risas que a veces se escuchaban por la maana. Dentro viva Clara con sus dos hijos: Valeria y Mateo.

Clara era una madre entregada, pero no equitativa. Su amor tena direccin. Y casi siempre, apuntaba a Valeria.

Desde que eran pequeos, Valeria reciba elogios por todo. Si sacaba una buena nota, haba abrazos, dulces, aplausos. Si Mateo lograba lo mismo, escuchaba un simple: Es tu obligacin.

Valeria estrenaba ropa. Mateo heredaba.
Valeria tena permiso para invitar amigos. Mateo deba quedarse callado si quera lo mismo.
Y cuando discutan, Clara tomaba partido antes de entender lo que pasaba. Siempre a favor de su hija.

Mateo lo not desde muy joven. Pero en vez de enojarse, intent ganarse el cario que senta que le faltaba. Ayudaba en casa, traa buenas calificaciones, buscaba excusas para abrazar a su madre. Nada cambiaba.

Valeria, cmoda en su pedestal, aprendi a manipular la situacin. Si quera algo, saba cmo hablar, cmo quejarse, cmo hacer que su madre se inclinara a su favor. Y Clara, sin darse cuenta, la iba convirtiendo en alguien fro, incapaz de compartir ni un poco de su privilegio.

Los aos pasaron. Lo que era injusticia se volvi herida. Mateo creci sintindose invisible. Dej de esforzarse. Dej de hablar. Empez a creer que, por ms que hiciera, nunca sera suficiente.

Las comidas familiares, antes llenas de ancdotas, se volvieron silenciosas. Cada comentario era una comparacin. Cada gesto, una seal. La distancia emocional se convirti en rutina.

Hasta que un da, Mateo habl. No grit. No reclam. Solo dijo lo que llevaba aos guardando:
No quiero tu lstima, mam. Solo quera que me vieras. Que supieras que tambin soy tu hijo.

Clara lo mir. Fue la primera vez en mucho tiempo que lo vio de verdad. Sin filtros. Sin excusas. Y entonces entendi. No solo haba herido a Mateo, tambin haba daado a Valeria. Al darle todo, la haba privado de aprender empata, de construir humildad.

Ese da, Clara llor. No por remordimiento, sino por la claridad brutal de lo que haba hecho.

Pidi perdn. No uno cualquiera. Uno sincero. Prometi cambiar, y esta vez, lo cumpli.

Reconstruir la relacin no fue fcil. Ni rpido. Pero con esfuerzo, la familia empez a reencontrarse.

Y as qued la lección:
El favoritismo no es amor.
Es una fractura silenciosa que se esconde entre rutinas y excusas.
Cuando se prefiere a uno, no solo se hiere al otro se rompe el equilibrio del hogar.

Cada hijo es una historia distinta, pero igual de valiosa.
No es tu cario lo que daa. Es la desigualdad con la que lo repartes.

Que nunca te pase lo que a Clara: darte cuenta tarde, que uno de tus hijos aprendi a vivir sin ti porque t nunca estuviste del todo.

179 Visitas totales
7 Visitantes únicos

Discover more from Ministerio Infantil Arcoíris

Subscribe to get the latest posts sent to your email.

Discover more from Ministerio Infantil Arcoíris

Subscribe now to keep reading and get access to the full archive.

Continue reading