
La burra dicindole orejona a la conejita
por Blanca Vzquez
Haba una vez en el corazn de un tranquilo y soleado valle, una granja pintoresca donde convivan todo tipo de animales. Entre ellos viva una burra llamada Brgida. Brgida era robusta, de pelaje grisceo y con unas orejas tan largas que a veces pareca tropezarse con ellas al caminar. Era conocida por ser algo mandona y, a decir verdad, un poco chismosa.
Cada maana, Brgida se acercaba al corral de los conejos, donde viva una pequea y alegre conejita llamada La. La era joven, vivaracha y tena un par de orejas largas y rosadas que le daban un aire adorable. Saltaba con gracia, cuidaba de su madriguera y siempre saludaba con cario a los dems.
Pero Brgida, quizs por aburrimiento, quizs por costumbre, comenz a hacer comentarios burlones cada vez que vea a La.
Miren nada ms esas orejas! deca en voz alta, lo bastante para que todos la oyeran. Parece que va a volar como una cometa!
Los dems animales se rean, no tanto porque les causara gracia, sino porque teman convertirse en el siguiente blanco de Brgida. La, por su parte, bajaba la mirada y apretaba los dientes. No entenda por qu la burra se burlaba de ella cuando las orejas de Brgida eran, si no iguales, an ms largas que las suyas.
Pasaron los das y las burlas continuaban. A veces Brgida lo haca frente a todos, otras veces sus comentarios viajaban como rumores: “Ya vieron a La? Si sus orejas crecieran un poco ms, podra barrer el suelo con ellas”. La, cansada de sentirse avergonzada por una parte de su cuerpo que siempre haba amado, decidi hablar con la anciana lechuza Clementina, quien viva en el gran rbol al borde de la granja y era conocida por su sabidura.
Se burla de m, Clementina. Todos los das. No s qu hacer le confes La, con las orejitas gachas.
La lechuza, que ya haba visto ms de una pelea de egos y envidias, le respondi con voz serena:
A veces quien ms se burla de los dems, es quien menos se acepta a s mismo, querida. La burra no ve su reflejo, y si lo ve, lo niega. Pero t no tienes que rebajarte a su nivel. Haz lo que sabes hacer: ser t misma, con amor y dignidad.
La asinti, aunque an senta un nudo en la garganta.
Un da, lleg a la granja un grupo de visitantes: nios y nias de una escuela cercana venan a aprender sobre los animales. Todos estaban emocionados, y los animales se esforzaron por lucir lo mejor posible. Brgida caminaba erguida, con su rebuzno ms fuerte, mientras La saltaba con sus orejas ondeando como banderas al viento.
Una nia de trenzas largas se acerc a La y la acarici con ternura.
Qu linda conejita! Miren esas orejas tan suaves! exclam.
Todos los nios quisieron acariciar a La, quien les dejaba hacerlo con paciencia y alegra. Luego, uno se acerc a Brgida y dijo inocentemente:
Mira, mami, esa burra tiene orejas ms grandes que la conejita.
Brgida se qued helada. Sinti cmo el calor le suba hasta las puntas de sus orejas largas. Por primera vez, se mir al reflejo en el agua del abrevadero y vio lo evidente: ella tambin tena orejas grandes, mucho ms grandes que las de La.
Se apart, avergonzada, y en la noche, bajo la luna, fue a buscar a la conejita.
La yo lo siento. Me pas. Me burlaba de ti cuando, en realidad, hablaba de m admiti Brgida, bajando la cabeza.
La la mir con calma. En su corazn no haba odio, solo la lección aprendida.
Gracias por decirlo, Brgida. Todos tenemos algo nico. Lo importante es no olvidar que los dems tambin sienten.
Desde entonces, Brgida dej de burlarse. Aprendi a verse con ms amor, y a ver a los otros con respeto. Y La recuper su alegra sin miedo al juicio. Las orejas de ambas seguan siendo largas, pero ahora ondeaban al viento con orgullo.
Moraleja:
Quien critica a los dems por lo que tambin es, no ha aprendido a mirarse al espejo. Antes de sealar con un dedo, asegrate de que los otros cuatro no te estn apuntando a ti.
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