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“No somos un ministerio grande, pero sí somos un gran ministerio”

Encontr todo cuando encontr a Cristo

Encontr todo cuando encontr a Cristo

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Encontr todo cuando encontr a Cristo

El autor comparte su impactante testimonio de cmo se convirti a Cristo siendo un sacerdote catlico.
Cuando estudiaba teologa en Inglaterra, comenc a tener serias dudas acerca de algunas doctrinas
de mi iglesia, las que encontraba difciles de reconciliar con las escrituras. Estas dudas siguieron
preocupndome an despus de mi ordenacin, pero luchaba por suavizarlas sumergindome en
mis estudios y enseando algunas asignaturas. Mi agenda era tan apretada que me quedaba poco
tiempo para la investigacin o la oracin. Despus de diez aos de ese trabajo duro, tuve que
volver a mi hogar en Italia para pasar un ao de descanso y recuperacin. Pero entonces
resurgieron las dudas y aumentaron en nmero, lo mismo que mi determinacin por encontrar
soluciones satisfactorias a las doctrinas que afligan mi espritu. Le intensamente y medit
profundamente las palabras de nuestros grandes telogos, pero todas mis dudas persistan.
DE LOS LIBROS AL LIBRO
Al volver a Filipenses recuerdo haber dejado de lado todos mis libros de teologa, decidido a
enfocar toda mi atencin en el libro, la palabra de Dios, especialmente el Nuevo Testamento. La
Biblia se convirti en mi nica fuente de sabidura para los propsitos prcticos, predicar,
ensear, meditar y leer. En un tiempo relativamente corto, mis dudas comenzaron a desaparecer,
una a una se fueron aclarando al estudiar las Escrituras.
COMIENZA MI CALVARIO
A fines de enero de 1974, estaba en Santa Cruz, al sur de Manila, donde se acababa de levantar
una atractiva iglesia Bautista conservadora. Nunca haba estado en una iglesia protestante, de
manera que un da entr silenciosamente al santuario para echar una mirada. Casi inmediatamente
fui recibido por un amigable creyente cristiano que insisti en presentarme al pastor, Ernesto
Montalegre, un maravilloso hombre de Dios.
Conversamos alrededor de dos horas, yo haca todo cuanto poda para convertirlo en un buen
catlico, l responda tranquilamente a todas mis preguntas. Por supuesto, no logr convertirlo al
catolicismo, pero l tampoco me convirti al protestantismo. Sin embargo, muchas de sus
respuestas me sacudieron con fuerza, al punto que al final de las dos horas me fui con ms dudas
en mi corazn. Desde ese da en adelante, comenz para m un perodo de calvario, un tiempo de
noches desveladas, lacerante indecisin y una aterradora falta de coraje para profesar la verdad de
las Escrituras. Gradualmente comenc a ver en qu consista la Verdad, pero no saba qu deba
hacer -hasta la noche del 20 de febrero de 1974.
LA NOCHE DE LA GRACIA DE DIOS
Esa noche estaba solo en mi habitacin y por primera vez en mi vida or realmente. Le ped a
Cristo que se hiciera cargo porque yo no saba qu hacer. Me sent el peor de los pecadores. Pero
qu clase de pecador?, se preguntarn. Bueno, para ser verdaderamente honesto, nunca haba
fumado, ni bebido bebidas alcohlicas fuertes, ni roto mis votos de castidad durante todos los
aos de mi sacerdocio activo. No tena ningn informe negativo en mis antecedentes. Pero estaba
orgulloso de mis realizaciones como sacerdote parroquial. En realidad, mi pecado era mi orgullo.
Era mi orgullo lo que intentaba impedir que Cristo entrara en mi vida, a causa de lo que podra
pensar o decir mi obispo. Me preguntaba constantemente: Si aceptas a Cristo como salvador,
Qu dirn tus superiores? Qu pensarn tus colegas, o tus alumnos? Ellos te aprecian, Cmo
puedes traicionarlos? Careca del coraje para ser honesto con esas personas, la estima de los

hombres significaba ms para m que el amor por la Verdad. Pero entonces, mientras oraba, mis
ojos dieron con el siguiente texto en el evangelio de Juan: Con todo eso, aun de los gobernantes,
muchos creyeron en l; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de
la sinagoga (Juan 12:42).
Aquellas ltimas palabras penetraron mi corazn como una espada de dos filos, pero tambin me
llenaron de fuerza y coraje. Haba sido liberado. Esa noche dorm sin el dolor ni la lacerante
indecisin de las terribles semanas anteriores. La maana siguiente cuando me despert, vino a mi
mente la figura del amable pastor bautista. Me vest apresuradamente y me fui hasta su iglesia
donde conversamos durante un tiempo. Acept gustoso algunos tratados y folletos. Luego, al
irme, me volv y pregunt: En el caso de que deje mi iglesia, puedo venir aqu? Me
aceptarn? Sonriendo dijo: Tenemos una habitacin aqu y los creyentes cuidarn de usted.
VENCE LA VERDAD
Me llev cinco das de oracin y ms lectura antes de que me rindiera ante la gracia de Dios.
Luego, el 26 de febrero, acept a Cristo como mi Seor y Salvador personal. Le ped que tomara
la direccin de mi vida, porque estaba dejando todo atrs: mi automvil, mi biblioteca, todas mis
posesiones. Escrib una carta de renuncia al obispo y me fui a vivir con mis nuevos amigos
espirituales en Santa Cruz.
El 3 de marzo a las 11.00 a.m. confes pblicamente mi fe evanglica y fui bautizado en el ro
Santa Cruz que corre detrs de la iglesia. Lo importante es que desde el da en que acept a Cristo
hasta este mismo momento no he tenido ni un segundo de remordimiento, nostalgia o aoranza de
mi vida anterior. Fui literalmente llenado de gozo y conoc una libertad de la duda ms all de
toda descripcin. Recuerdo que un sacerdote que me visit unos das despus me pregunt:
Tony, Cmo te atreviste a tomar semejante decisin en slo cinco das? Has dejado la iglesia
Catlica, veinte siglos de cultura, papas, santos, todo lo que has aprendido y amado durante tanto
tiempo? Le di la respuesta que sali de mi corazn: No creo haber dejado nada; ms bien
encontr todo cuando encontr a Cristo.
Si usted cree que es salvo por su fe en Cristo, y acepta su palabra como mxima autoridad, no es
un catlico romano, sino un protestante, aunque no le guste el trmino protestante. La salvacin
por fe y la sola autoridad de las escrituras son la base misma de la fe bblica, contra la salvacin
por obras y sacramentos y la autoridad de la tradicin catlica.
En conclusin, me gustara que supieran cuntos catlicos simplemente tienen una atadura
sentimental a su iglesia, a la que han sido entrenados a llamar Santa madre iglesia. Esta
expresin comn refleja su idea de que creen que deben su vida espiritual a la iglesia, porque ella
los hizo creyentes por medio del bautismo y los mantiene espiritualmente vivos por medio de los
otros sacramentos. Bblicamente, no es la iglesia la que nos hace, sino que nosotros los creyentes
hacemos la iglesia. Y como es por gracia mediante la fe que nos convertimos en piedras vivas de
su Iglesia, Cristo es el verdadero Edificador. Con la sola autoridad de la Biblia debemos creer
solamente en l!

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