
En el borde de un viejo parque viva un gorrin. No era como los dems: sus plumas no eran grises, sino con manchas doradas, como si rayos de sol hubieran besado sus alas alguna vez.
Siempre estuvo acompaado por una gorriona, tierna y cuidadosa. Ella lo amaba tal como era, a pesar de su orgullo y silencio. Cada da le deca:
Te quiero.
Cudate.
Eres el mejor.
Y el gorrin solo piaba en respuesta, se daba la vuelta y se iba a hacer sus cosas. Pensaba que esas palabras podran decirse despus. Que an tenan muchos das y amaneceres por delante.
Pero un da, al despertarse por la maana, no escuch su voz. La busc en las copas de los rboles, entre las ramas, en los tejados de las casas, pero ella haba desaparecido. El viento solo le susurraba: tarde
Desde entonces, cada da, cuando el sol se pona en el horizonte, el gorrin se posaba en su rama favorita y susurraba suavemente al vaco:
Te quiero
Cudate
Eres la mejor
Pero ella ya no estaba para escucharlo.
El gorrin No pospongas las palabras de amor. Deben pronunciarse aqu y ahora, mientras el corazn late y alguien las espera cerca.
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