“No somos un ministerio grande, pero sí somos un gran ministerio”

Cmo nia sorprendida

Cmo nia sorprendida

Autor: Equipo ObreroFiel

Lectura bsica: Proverbios 1

Texto clave: Oir el sabio, y aumentar el saber, y el entendido adquirir consejo. Prov. 1:5

La conoc en una sala de hospital. Marisa es una mujer bastante joven, recin casada, todava sin hijos y que cuidaba amorosamente a su madre que haba ingresado por una dolencia cardiaca. Convivimos durante ms de una semana y pudimos irnos conociendo da a da.

Generalmente empieza uno contando las dolencias del enfermo que est cuidando y a los pocos das ya se cuenta la vida propia.

El caso de Marisa era diferente. Conversaba de diversos temas cuando su madre dormitaba por razn de las medicinas que le daban, pero si doa Isabelita estaba despierta ella permaneca callada a su lado.

En uno de tantos das en que sacaron a baar a doa Isabel, al regresarla a la sala, le permitieron quedarse un tiempo en la silla de ruedas. Fue ese el momento preciso que yo esperaba para acercarme a ellas y hablarles de Cristo.

Me acerqu, las salud e inici una conversacin trivial acerca de las bondades del bao matinal y la bendicin de que Isabelita pudiera hacerlo por sus propias fuerzas. Y fui bien acogida porque no faltaron temas en aquella conversacin que me hicieron sentir la presencia de Dios para que yo cumpliera la gran comisin.

Y la oportunidad se present cuando Isabelita hablaba de su gran deseo de dejar ya el hospital e irse a su casa. Sus palabras fueron: Si diosito me sana y puedo volver a mi casa, voy a hacer y enumer una serie de cosas que anhelaba poder realizar en la comodidad de su hogar.

Entonces el Espíritu Santo me indic que ese diminutivo que Isabelita empleaba continuamente para referirse a Dios, era la clave para que yo le hablara del verdadero Dios. Y El fue dando las palabras precisas para hacerle entender a la anciana que si confiaba en un dios tan pequeito no poda sanarla, que necesitaba confiar en un Dios Todopoderoso y en su Hijo Salvador para lograr todo lo que aun quera hacer en su vida, y les hablaba a las dos mujeres que juntas escuchaban.

Fue maravilloso contemplar el rostro de Marisa mientras escuchaba de la salvacin. Sus ojos permanecan fijos, cautivos y su boca un poco entreabierta. Pareca nia sorprendida, se vea fascinada y estaba verdaderamente cautivada por lo que estaba escuchando, seguramente por primera vez en su vida.

Cuando termin de hablar, Isabelita dio las gracias por lo que les haba compartido y Marisa se apresur a darme su direccin y su telfono para que estemos en contacto.

Dios es el Seor del cielo y de la tierra, es el que escoge las almas que han de salvarse y mi corazn anhela que estas dos mujeres puedan encontrarse conmigo un da en el cielo porque decidan aceptar el mensaje de salvacin.

OREMOS por el mover del Espíritu Santo alcanzando almas que nunca haban escuchado de la salvacin.

www.ObreroFiel.com- Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.

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