Cada uno de nosotros hemos sentido temor alguna vez en la vida. En mi caso hubo un momento en
el cual me di cuenta que estaba luchando con el temor y me propuse descubrir su origen. Yo saba
que si no lo haca mi ministerio sufrira grandemente debido a ello. Al orar y pedir a Dios que me
revelara la causa de mi temor, volv a vivir los recuerdos de mi niez.
Los primeros aos de mi vida fueron turbulentos. Mi padre muri cuando yo tena dos aos y mi
madre se vio obligada a tener dos trabajos para que ambos tuviramos techo y comida. El primer
recuerdo que tengo de mi niez es del temor que me invada al dudar de que pudiramos lograr
tener lo necesario para subsistir. Crec teniendo que prepararme tanto el desayuno como el almuerzo
para ir a la escuela.
La meta de mi madre no fue infundirme temor; ella me ense ms sobre la fe que cualquier otra
persona. Lo que provoc la inestabilidad y el temor fue consecuencia natural de las circunstancias
en las que nos encontrbamos. Por las noches mi madre y yo orbamos juntos. Ella me ense que
aunque los tiempos eran difciles, Dios estaba con nosotros listo para suplir todo lo que
necesitbamos. Ella confiaba en el Seor y nunca nos quedamos sin comer. Quiz hubo tiempos de
escasez cuando nuestro refrigerador estuvo casi vaco, pero siempre tuvimos todo lo necesario.
Ninguno de nosotros puede darse el lujo de permitirle la entrada al enemigo en nuestras vidas. Todo
lo que Satans necesita para hostigarnos es una oportunidad. La oracin y la palabra de Dios son las
armas ms efectivas que tenemos contra el temor. Cuando reconocemos ante el Seor que somos
presa del temor y le imploramos su proteccin y direccin, asumimos una postura de fe.
El temor es, en s, una decisin. Me sorprende ver cuntas personas me dicen que tienen temor de
haber cometido algo imperdonable. Pese a que la sangre de Jesucristo los limpia de todo pecado,
siguen rodeados de una incredulidad persistente.
Por lo general se reduce a que se sienten culpables de algn pecado, ya sea pasado o presente. Es
entonces cuando les recuerdo 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, l es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Dios nos perdona cuando nos acercamos
a l en oracin humilde buscando su perdn.
Si una persona insiste en seguir creyendo en un concepto falso del temor, lo ms probable es que su
vida est saturada de temor. Jams habr un momento cuando tengamos que preocuparnos de que
Dios nos perdone o no. Todo pecado –todo lo que jams hayamos cometido– ha sido perdonado
por su gracia mediante la obediencia de su Hijo en el calvario. El Seor Jess muri a fin de que
nosotros podamos tener vida eterna. l nos ha dado libertad y no hay necesidad de vivir en pecado o
temor.
En el libro “La sensacin de ser alguien”, el autor Mauricio Wagner escribe: “El temor paraliza la
mente hacindonos incapaces de pensar con claridad. El temor de gran magnitud desorganiza la
mente temporalmente al grado de que la confusin llega a imperar. El temor tiene tambin la
tendencia de multiplicarse; cuando tenemos temor quedamos inutilizados al grado de que llegamos a temer de nuestros temores. No podemos hacer frente a los problemas cuando tenemos temor de
ellos. . .
“Se necesita fe para doblegar el problema del temor. Es imposible vencer el temor sintindonos
culpables de esa emocin. En ninguna parte de la Biblia encontramos que Dios condene a una
persona por tener temor; en cambio, l constantemente alienta a los que temen con declaraciones
como: No temas, porque yo estoy contigo (Isaas 41:10). Cuando tenemos temor nos sentimos solos
con nuestros problemas y estamos abrumados por ellos. La fe acepta el hecho de que el problema es
demasiado grande para nosotros y tambin el hecho de que no estamos solos con l; tenemos a Dios
con nosotros”.
En Lucas 4:18 el Seor Jess dijo: “El Espíritu del Seor est sobre m, por cuanto me ha ungido
para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazn; a
pregonar libertad a los cautivos”. Una de las funciones de Cristo como Mesas es traer libertad de la
opresin. Cualquier cosa que nos mantenga cautivos debe soltarnos de sus garras cuando le
ordenamos que lo haga en el nombre de Jesucristo.
El pecado, o cualquier esclavitud emocional, no pueden gobernar nuestra vida. El nico poder que
el pecado tiene sobre ella es el que nosotros le concedamos; o sea, que se trata de lo que nosotros
decidamos hacer. Podemos tomar la decisin de pecar y rechazar el plan de Dios para nuestra vida o
podemos elegir seguir a Cristo en obediencia. No hemos sido destinados para ser pecadores ni
hemos nacido a una vida de temor.
La duda contribuye poderosamente al temor. Cuando dudamos de la habilidad de Dios para
mantenernos y suplir nuestras necesidades, tenemos temor. Muchos han adoptado el punto de vista
de que el hombre es el centro del universo y que todo lo que ocurre debe ser controlado por l. No
obstante, la necesidad de estar a cargo de nuestro propio destino tiene un gran defecto. Nosotros no
somos todopoderosos ni podemos evitar que acontezcan ciertos eventos, slo Dios es soberano. En
ltima instancia l es la nica fuente de nuestra seguridad. Puesto que nos hemos sugestionado para
creer en la mentira de que separados de Dios somos auto-suficientes, el temor impera en nuestras
mentes sin control alguno. En lugar de tornarse a Dios en oracin, nuestras mentes andan a la
deriva, de un problema imaginario a otro. Intentamos arreglar todo y terminamos exhaustos
espiritual y emocionalmente.
Satans se complace en hacer que andemos corriendo emocionalmente. l toma medidas extremas
con tal de lograr que nos imaginemos todo tipo de cosas o situaciones. La mayora de nosotros
sabemos lo que es pasarnos una noche en vela debido a pensamientos o preocupaciones que se
convierten en temores. Un solo pensamiento puede multiplicarse y crecer mil veces si es regado por
las mentiras del enemigo. Su principal objetivo es hacer que dejemos de confiar en Dios. Una vez
que logra que lo hagamos, l nos despoja de toda sensacin de paz y esperanza; comenzamos a
dudar de las promesas de Dios y antes que nos demos cuenta el temor ha erigido toda una fortaleza
en nuestra vida.
Tomado de la revista Momento de Decisin, www.mdedecision.com.ar
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