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VIVE TU VIDA DE MEJOR MANERA
SACUDETE
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El Piso De Bajo Y Lo De Cima
El Piso De Bajo Y Lo De Cima
“Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para
muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le
dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que
has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí
tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:19-21).
Existe en Kansas, Estados Unidos, una casa grande y
pintoresca. Un ciudadano local llamado Stone comenzó a
construir una mansión para él. Después de un cierto tiempo
el dinero acabó. El primer piso era magnífico: escalinatas
esculpidas, chimeneas macizas, paneles de acojinados de
madera muy caros . Pero el piso de cima fue concluido con
los materiales más baratos. En el local la construcción fue
apellidada de “Locura de Stone”.
¿De qué forma nosotros parecemos con Stone? ¿Hasta donde va
a nuestra locura? ¿Hemos nos preocupado, también, apenas con
el “piso de bajo”, ignorando completamente el “piso de
cima”?
Muchas veces gastamos todas nuestras energías en la busca de
una pretensa alegría, pasajera, engañadora. Olvidamos que el
viento de los años luego soplará todo y, entonces,
percibiremos que no habrá nada que garantice nuestra
felicidad durante la eternidad.
Invertimos lo que tenemos en la construcción de una vida
material próspera, lujosa, capaz de causar envidia a muchos
otros, igualmente insensatos. Qué nos interesa es apenas el
piso de bajo. No nos importamos con el piso de cima, con la
vida espiritual, que definirá si somos o no benditos y
victoriosos.
Stone quería construir un palacio pero fue llamado de loco.
Nosotros, cuando lo imitamos, ignorando lo más importante —
el andar de cima — también estaremos actuando como locos.
Si queremos y podemos construir un bello primer piso,
excelente. Sin embargo, lo más importante, en nuestra
construcción de vida, es el piso superior — nuestra
relación con el Señor, que permanecerá para siempre.
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La llegada del primer hijo
La llegada del primer hijo
Written by Dr. Osvaldo Juan Maccio
“Herencia de Jehová son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre” – Salmo 127:3
“Dedicarás a Jehová todo aquel que abriere matriz…” – Exodo 13:12
- La primera sugerencia es realizar un trabajo personal, ya sea con ayuda de un especialista o a partir una introspección, para conocer las huellas de nuestra infancia.
- Una segunda sugerencia es contactar con nuestro yo íntimo, nuestros sentimientos, temores, inseguridades y expectativas.
- La tercera propuesta es aumentar el diálogo en la pareja, favoreciendo la comunicación y la escucha activa.
- En cuarto lugar, es indispensable relajarse, buscar momentos de silencio y evitar el estrés para recibir mejor al bebé.
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La cultura del consumismo
La cultura del consumismo
Uno de los elementos principales del consumo es Ia publicidad, Ia cual bombardea constantemente Ia vida de los jóvenes, presentando modelos que indican que el “status social” depende de Ia posibilidad de acceder a las ofertas, más que de ninguna otra cosa.
Al intentar una primera aproximación al concepto de consumo, podríamos entenderlo como el uso, que hacemos las personas, de los bienes y servicios que están a nuestra disposición, con el fin de satisfacer diversas necesidades.
Estas pueden clasificarse de diversas formas: las más elementales, denominadas primarias o biológicas -aquellas vinculadas a Ia supervivencia- y las culturales. Vivimos instalados en una sociedad consumista, pero tenemos a nuestra disposición mecanismos y estrategias para enseñar a nuestros hijos a racionalizar el consumo y adaptarlo a Ia satisfacción de sus necesidades.
Es necesario adoptar una actitud crítica ante eI consumo, sustituyendo el consumismo desenfrenado en el que nos hallamos inmersos, por instrumentos que nos permitan elegir de acuerdo con nuestros intereses, y razonar acerca de nuestros deseos y posibilidades; lo cual está mucho más cerca, no sólo del dominio personal y del autocontrol, sino de Ia calidad de vida.
¿Cómo y por qué aparece el consumismo? Podriamos afirmar que el consumismo tiene su raiz y su origen en Ia adquisicion de más productos de los que necesitamos (ya sea por ostentación, por presión social, o porque los medios de comu-nicación incitan a consumir), situación que Ileva a cientos de per-sonas a hipotecar sus vidas y a cercenar sus posibilidades de desa-rrollo personal. Decimos, entonces: el consumismo se afianza bajo un modelo que basa su estrategia en un incremento constante de Ia producción; el mismo opera con un criterio perfectamente definido y frente al que muchos seres humanos sucumben, impotentes.
La estrategia consiste en crear, en primer lugar, una necesidad, para luego, en segundo lugar, ofrecer un producto que sea capaz de resolverla o satisfacerla y, a continuación, volver a crear una nueva necesidad y prolongar el proceso, interminablemente. Quizas el fenómeno consumista no hubiera podido alcanzar su gigantesca proporción sin el concurso de Ia publicidad que utiliza toda una gama de recursos persuasivos para forzarnos -compulsi-vamente- a adquirir productos muchas veces innecesarios y super-fluos. No cabe duda de que Ia publicidad tiene una enorme capaci-dad de manipulación de conciencias y no vacilaa en emplear todo tipo estrategias para conseguir sus fines.
LA FORMACION INTEGRAL DEL ADOLESCENTE Y SU DESARROLLO PERSONAL
Todos los padres deseamos que nuestros hijos adquieran, lo más pronto posible, un sentido crItico, aunque no siempre contamos con los medios adecuados para colaborar con ellos en Ia construcción de este criterio. La formación de Ia personalidad es un proceso complejo que va acompañado de numerosos cambios y transformaciones.
La educación para el consumo es una tarea de envergadura que debemos afrontar como un désafío imperioso, porque está en juego nada menos qué Ia capacidad de nuestros hijos e hijas para aprender a resistir las provocaciones y las falsas ilusiones con las que el consumismo intenta involucrarlos. Ahora bien: para dialogar con nuestros hijos del tema, debemos comenzar por reconocer que el consumismo se inicia en el hogar y que, probablemente, muchos de sus hábitos sean heredados y los hayan aprendido de nosotros mismos.
Finalmente, indicaremos que Ia libertad, como capacidad de elegir y de responsabilizarse de las decisiones tomadas, es inseparable de un cierto autocontrol y de una racionalización que permita satisfacer nuestros deseos y necesidades. Es importante que Ia autorrealización sea una meta a Ia que se dediquen los esfuerzos necesarios. En este sentido, a dicha meta se Ilega a través de unos peldaños escalonados que van robusteciendo y fortaleciendo Ia personalidad.
El primero de ellos implica Ia necesidad de formular normas y cumplir las normas ya existentes. – Uno de los principales problemas que afecta especialmente a los adolescentes es Ia anomia, es decir, el incumplimiento sistemático de las normas y el no sentirse vinculado con su cumplimiento. Toda relación está basada en un pacto, en un acuerdo, en un uso racional de nuestra libertad. Somos admitidos en un grupo humano en Ia medida en que estemos dispuestos a cumplir sus normas, y sin ellas no serla posible Ia convivencia. Por supuesto, una norma puede ser injusta o arbitraria y, en ese caso, debe ser modificada.
Creemos que Ia libertad de elegir es un proceso gradual que los adolescentes deben ganarse respondiendo de manera responsable a cada exigencia. Una persona caprichosa, probabIemente, se negara a aceptar las normas y tendrá dificultades para Ia inte-gración grupal. Con ser esto grave, lo es más en el hecho de que quien no domina o controla sus impulsos consumistas no es dueño de si mismo, es incapaz de autocontrolarse y su fiebre y afán por acumular objetos dificultará, seriamente, sus relaciones con las personas.
El consumismo no sólo esclaviza, sino que corrompe. Una actitud anticonsumista, es decir, critica y racionalizadora con respecto at fenómeno del consumo, significa una apuesta por un modelo de sociedad diferente donde los valores humanos y Ia realización per-sonal tengan más importancia que los intereses que mueven el mercado. La vida es un desafío que podemos protagonizar en Ia medida en que conservemos el control sobre nosotros mismos.
Muchos adolescentes pierden ese control, y pasan a ser controlados por quienes los traen y los conducen dócilmente planificando Ia música que deben oir, Ia indumentaria que deben Ilevar, y el último modelo de computadora que deben comprar. La educación para el consumo va a favorecer el desarrollo de hornbres y mujeres libres que sepan elegir las opciones que benefician eI desarrotlo de sus potencialidades y sepan evitar las trampas que conducen a Ia pérdida del control sabre uno mismo.
A partir de esta base, debemos proponernos, coma padres, denunciar los mecanismas de manipulación, advertir sabre los riesgos de Ia publicidad engañosa y potenciar el valor de Ia educación para el consumo, para lograr un cambio de hábitos y actitudes que contribuyan a un desarrollo personal equilibrado y maduro en el adolescente de hoy.
LA FAMILIA FRENTE AL CONSUMISMO
Como ya lo observamos, nuestras acciones, nuestros comportamientos cotidianos, nuestros valores y comentarias tienen una influencia incuestionable en nuestros hijos, ya que Ia atmósfera familiar (Io que ven y Io que oyen) afecta a Ia formación de su personalidad. Por tanto, es muy conveniente que Ia educación sabre el consumo se base en una actitud racional y crItica ante este fenómeno, y se inicie, en Ia familia, a Ia edad más temprana posible.
También, debemos señalar que en muchos padres existe Ia tentación de acallar el cargo de conciencia por el poco tiempo que dedican a sus hijos satisfaciendo todos sus caprichos. La educación para el consumo en el seno familiar debe estar basada en el dialogo. Sería bueno que nuestros hijos adolescentes conocieran nuestra situación económica, planificaran junto a nosotros los fines de semana a las vacaciones, sin ocultar las posibles dificultades que podamos tener.
De esta forma, nuestras hijos se iran concientizando de las posibilidades económicas familiares y se verãn obligados, por los hechos, a cantemplar el principlo de realidad (en Iugar de guiarse, solamente, par el principio de placer). El adolescente debe contar con nuestra ayuda, para enfrentarse a las presiones grupales.
Está en nuestras manos adoptar una actitud, hacia nuestros hijos, en Ia que nos impliquemas en su proceso formativo, dejándoles claras nuestras posiciones, pero fornen-tando que tomen sus propias decisiones y vayan adquiriendo una progresiva autonomía personal. Si somos capaces de potenciar Ia autonomía de nuestros hijos, su proceso de forrnación ira creciendo, pragresivamente, en su usa adecuado de Ia libertad y de Ia responsabilidad.
Es indudablemente positiva comentar en casa los anuncios que aparecen en Ia televisión, los mecanismos de persuasión e, incluso, su poder de manipulación. Los adolescentes comprenderán fácilmente, si se to planteamos bien, Ia contradicción (que existe, por ejemplo, entre los slogans que nos prometen libertad, condicionándonos a Ia adquisición de un determinado producto), a cómo Ia publicidad juega -abiertarnente- con deseos, miedos y frustraciones, vinculando el éxito, Ia integración grupal a Ia diversión con eI consumo… siempre con eI consumo.
La libertad se gana trabajosamente y con esfuerzo. Ayudar a los adolescentes a que desmonten los paraísos artificiales que pretenden venderles y sean conscientes de que pueden elegir su propio camino a dejarse arrastrar par lo que otros quieren y por Io que otros han decidido que compren y consuman, constituye, quiza, uno de los mejores servicios que podemos aportar al desarrollo personal de nuestros hijos.
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Desarrolle una familia fuerte
Desarrolle una familia fuerte
Llegó sin previo aviso. Me encontraba en el trabajo cuando se me ocurrió mirar por la ventana; el hermoso cielo azul que había admirado hacía unos minutos ahora estaba lleno de una nubes negras que no auguraban nada bueno. En un instante más comenzó a llover a cántaros y, a continuación, un feroz viento hizo su aparición doblando a los árboles hasta un ángulo que parecía imposible. Entonces chilló la sirena de tornados. Salimos como pudimos de los escritorios y buscamos refugio; muchos nos acurrucamos debajo de un hueco de la escalera de concreto que estaba en el sótano. La radio confirmó nuestro mayor temor: el tornado se dirigía hacia nosotros.
Salí para ver los daños.
Hunde tus raíces
Las raíces fueron el elemento decisivo. ¿Qué clase de sistema de raíces espirituales necesita una familia cristiana saludable? Si queremos llevar adelante un liderazgo inconmovible en la familia, esa de fortaleza que resiste a los tornados de la vida, necesitamos raíces espirituales como las del roble. La mejor manera de asegurar la presencia de raíces tan profundas es cerciorarse antes de que los padres se estén convirtiendo en “robles de justicia” (Isaías 61:3). Los padres deben crecer en su fe y deben convertirse en robustos discípulos de Cristo.
Una experiencia personal diaria con Jesucristo
Para que crezcas y llegues a ser todo lo que Dios tenía en mente al crearte, debes someterte a Jesucristo como señor, amo y autor de tu vida. La travesía espiritual de seguirle no consiste en una lista de cosas que debemos hacer y que no debemos hacer, sino más bien en un encuentro momento a momento con Jesús. El crecimiento tiene lugar en nuestras vidas en la medida que nos sometemos a Él, que caminamos con Él por fe y le obedecemos.
Comunión: No desaproveches el inmenso beneficio de ser cristiano: una conexión dentro del cuerpo de Cristo.
Testimonio: Tenemos la tarea de actuar en nombre de Jesús para reconciliar al perdido con Dios.
Verdaderos amigos
Vida auténtica
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Cuento: Billetes de Cielo
Había una vez un niño enfermo llamado Juan. Tenía una grave y rara enfermedad, y todos los médicos aseguraban que no viviría mucho, aunque tampoco sabían decir cuánto. Pasaba largos días en el hospital, entristecido por no saber qué iba a pasar, hasta que un payaso que pasaba por allí y comprobó su tristeza se acercó a decirle:
¿Cómo se te ocurre estar así parado? ¿No te hablaron del Cielo de los niños enfermos?
Juan negó con la cabeza, pero siguió escuchando atento.
Pues es el mejor lugar que se pueda imaginar, mucho mejor que el cielo de los papás o cualquier otra persona. Dicen que es así para compensar a los niños por haber estado enfermos. Pero para poder entrar tiene una condición.
¿Cuál? – preguntó interesado el niño.
No puedes morirte sin haber llenado el saco.
¿El saco?
Sí, sí. El saco. Un saco grande y gris como este – dijo el payaso mientras sacaba uno bajo su chaqueta y se lo daba. – Has tenido suerte de que tuviera uno por aquí. Tienes que llenarlo de billetes para comprar tu entrada.
¿Billetes? Pues vaya. Yo no tengo dinero.
No son billetes normales, chico. Son billetes especiales: billetes de buenas acciones; un papelito en el que debes escribir cada cosa buena que hagas. Por la noche un ángel revisa todos los papelitos, y cambia los que sean buenos por auténticos billetes de cielo.
¿De verdad?
¡Pues claro! Pero date prisa en llenar el saco. Llevas mucho tiempo enfermo y no sabemos si te dará tiempo. Esta es una oportunidad única ¡Y no puedes morirte antes de llenarlo, sería una pena terrible!
El payaso tenía bastante prisa, y cuando salió de la habitación Juan quedó pensativo, mirando el saco. Lo que le había contado su nuevo amigo parecía maravilloso, y no perdía nada por probar. Ese mismo día, cuando llegó su mamá a verle, él mostró la mejor de sus sonrisas, e hizo un esfuerzo por estar más alegre que de costumbre, pues sabía que aquello la hacía feliz. Después, cuando estuvo solo, escribió en un papel: “hoy sonreí para mamá”. Y lo echó al saco.
A la mañana siguiente, nada más despertar, corrió a ver el saco ¡Allí estaba! ¡Un auténtico billete de cielo! Tenía un aspecto tan mágico y maravilloso, que el niño se llenó de ilusión, y el resto del día no dejó de hacer todo aquello que sabía que alegraba a los doctores y enfermeras, y se preocupó por acompañar a otros niños que se sentían más solos. Incluso contó chistes a su hermanito y tomó unos libros para estudiar un poquito. Y por cada una de aquellas cosas, echó su papelito al saco.
Y así, cada día, el niñó despertaba con la ilusión de contar sus nuevos billetes de cielo, y conseguir muchos más. Se esforzaba cuanto podía, porque se había dado cuenta de que no servía el truco de juntar los billetes en el saco de cualquier manera: cada noche el ángel los colocaba de la forma en que menos ocupaban. Y Juan se veía obligado a seguir haciendo buenas obras a toda velocidad, con la esperanza de conseguir llenar el saco antes de ponerse demasiado enfermo…
Y aunque aún tuvo muchos días, nunca llegó a llenar el saco. Juan, que se había convertido en el niño más querido de todo el hospital, en el más alegre y servicial, terminó curando del todo. Nadie sabía cómo: unos decían que su alegría y su actitud tenían que haberle curado a la fuerza; otros estaban convencidos de que el personal del hospital le quería tanto, que dedicaban horas extra a tratar de encontrar alguna cura y darle los mejores cuidados; y algunos contaban que un par de ancianos millonarios a los que había animado mucho durante su enfermedad, habían pagado un costosísimo tratamiento experimental para él.
El caso es que todos decían la verdad, porque tal y como el payaso había visto ya muchas veces, sólo había que poner un poquito de cielo cada noche en su saco gris para que lo que parecía una vida que se apaga, fueran los mejores días de toda una vida, durase lo que durase.
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