Sólo dime a dónde ir y a quién hablar

Sólo dime a dónde ir y a quién hablar

por Sam Doherty
Dios nos manda a evangelizar a todo el mundo, eso incluye a adultos, jóvenes y niños. Puede ser que evangelices al hijo de tu vecino, o a un niño de África, pero todos necesitan escuchar las buenas nuevas. El siguiente artículo es parte de una serie que se centra en la evangelización de los niños y pretende ayudar a todos aquellos que han sentido el llamado de compartir las buenas nuevas con este grupo en particular.

Tercer artículo de la serie: ¡Evangelicemos a los niños!

El patrón bíblico de evangelización se presenta claramente en Marcos 16:15. El Señor Jesús nos ordenó: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura».

¿Dónde debemos evangelizar? ¡En todo el mundo! También leemos en Hechos 1:8: «Serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra». En lo que concierne a evangelización, necesitamos una visión que abarque todo el mundo.

Si bien debemos tener un corazón y una carga para todo el mundo, obviamente no es posible que cada uno de nosotros vaya a todas partes. Así que debemos pedir a Dios que nos muestre en qué parte del mundo tenemos una responsabilidad directa de vivir y realizar un ministerio de evangelización. Puede que sea «del otro lado de la calle» o puede ser «del otro lado el mar». Él nos lo mostrará claramente cuando se lo pedimos con sinceridad.

Señor úsame. Heme aquí. Úsame

Quiero ser grandemente usado por ti

Del otro lado de la calle, o aun del mar

Señor, heme aquí, úsame.

¿A quién debemos evangelizar? ¡A toda criatura! La evangelización bíblica es evangelización total. Dios quiere que evangelicemos a todos. No existe un grupo específico al que debemos dirigir nuestro esfuerzo evangelístico, sean adultos, adolescentes o niños.

Algunos insisten que debemos evangelizar tan sólo a adultos o padres y que ellos luego evangelizarán a sus propios hijos. A primera vista parece razonable. Pero surgen dos problemas:

Primeramente, no es bíblico porque el patrón bíblico de evangelización es el de evangelizar a todos, y no a un grupo en particular. Nadie queda excluido.
En segundo lugar, significaría que una importante proporción de la población sólo escucharía el evangelio si otros primero reaccionaran favorablemente al oírlo. Esto no parece ni ético ni justo.

Leemos en 2 Reyes 12:2: «Joás hizo durante toda su vida lo que agrada al SEÑOR, pues siguió las enseñanzas del sacerdote Joyadá». Llegó al trono con sólo siete años de edad

(2 Reyes 11:21). Imaginemos lo que hubiera sucedido si hubiera recibido sólo la influencia de su padre idólatra y su madre depravada. Pero Dios preparó a Joyadá para proporcionarle la ayuda e instrucción espiritual que no hubiera recibido de sus padres.

Es interesante ver cómo Pablo siguió y obedeció el patrón bíblico de evangelización dado por el Señor Jesús en Marcos 16:15. Describe su ministerio evangelístico en Hechos 26:22 y 23:

«Pero Dios me ha ayudado hasta hoy, y así me mantengo firme, testificando a grandes y pequeños. No he dicho sino lo que los profetas y Moisés ya dijeron que sucedería: que el Cristo padecería y que, siendo el primero en resucitar, proclamaría la luz a su propio pueblo y a los gentiles.»
 
La palabra griega que usa Pablo para «pequeños» es «mikros». La que usa para «grandes» es «megas». ¿Pensaba en los de estatura física grande y pequeña? Es probable. ¿Pensaba en los que eran importantes y los que no lo eran? Posiblemente. Pero el principio fundamental era el mismo. Evangelizó a todo el que pudo y nunca excluyó a nadie. Puede que las condiciones sociales de su época hayan causado que tuviese más contacto con adultos que con niños, pero eso no afectó ni influenció su principio fundamental de evangelizar a todos.

Todos necesitan a Cristo. Por lo tanto debemos evangelizar a todos. Ese debe ser nuestro principio fundamental en la evangelización.

Por supuesto que es obvio que no podemos evangelizar a todos, así como no podemos ir a todas partes, por más que esa sea nuestra visión y nuestro deseo. Así que pedimos a Dios que él nos muestre qué grupo nos corresponde evangelizar, y ponemos nuestro mayor esfuerzo en eso. Dios nos muestra a muchos que nuestra responsabilidad es evangelizar a niños.

Tomado y adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los niños?, Sam Doherty, Desarrollo Cristiano Internacional, 2002, pp.17–20

 

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