“Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17:5).
“Yo Solo confío en el Señor, que no fallará”. (Sacado de una vieja canción)
La Palabra de Dios nos enseña que confiar en el hombre y no en el Señor es un error y un pecado grave. Cuando nos enfrentamos a una grave crisis de desempleo, ¿en quién debemos confiar? En el señor. Nos mostrará el camino a seguir y a quién buscar. Cuando estamos enfermos y necesitamos un tratamiento adecuado, ¿en quién confiaremos? En el señor. Nos llevará al médico y, como Médico de los médicos, estará a nuestro lado para que podamos sanarnos. Cuando estamos perdidos en el pecado, sin rumbo y sin una solución a nuestra situación, ¿a quién debemos presentarnos? Al Señor Es Él quien perdona todos nuestros pecados y nos dirige con seguridad a la vida eterna.
No es nuestro amigo, rico hombre de negocios, en quien confiaremos para darnos trabajo, ni al médico de nuestra iglesia, que conocemos bien, para resolver nuestro problema de enfermedad, ni al pastor, ni al sacerdote, ni al profeta de nuestro alrededor, para conducirnos en nuestra vida espiritual y la salvación. ¡Nuestra confianza siempre estará en el Señor! Él puede, si quiere, usar a estas mismas personas para bendecirnos, pero confiaremos en ellos porque obedecemos al Señor y seguimos la dirección que nos ha dado.
Seremos confiables cuando Jesús esté en nuestros corazones. Y seguiremos confiando en Dios y no en los hombres. ¿Confías en los hombres o en el Señor?
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