(Marcos 16:15, 16).
Un hombre, con aspecto débil y cansado, se acercó a la puerta de una hermosa mansión. Cuando fue atendido por el mayordomo, pidió hablar con la señora de la casa. El mayordomo, al ver su estado deplorable, se negó a llamar a su ama. El hombre insistió mucho y el mayordomo seguía decidido a no llamar a la señora de la casa. Mientras el hombre insistía en su propósito, la dueña de la casa se acercó y al ver la apariencia del hombre, tampoco quiso atenderlo. Al verla, el hombre dijo: “Traigo noticias de su hijo”. Se abrieron todas las puertas y lo llevaron a una hermosa habitación para hablar sobre el joven que era un soldado con él en el campo de batalla.
De la misma manera, cuando salimos a traer la noticia del Hijo de Dios, todas las puertas se abren y todos son bendecidos con la Buena Nueva que traemos. “Id y predicad”, dice el Señor, y agrega, “el que creyere será salvo.” No hay mejor trabajo que proclamar el nombre de Jesús. No hay nada más interesante que escuchar que las noticias sobre Cristo, Señor y Salvador. Y no hay nadie más feliz y recompensado que el que trae la noticia del Hijo de Dios.
Todos somos soldados en el campo de batalla. Todos hemos sido llamados a tocar las puertas de los corazones para informar: “Traigo nuevas del Hijo”. ¡Que maravilla! ¡Qué bendición!
¿Quieres ser el visitante que anuncia la nueva celestial del Señor que da vida abundante y eterna?
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