“Ahora pues, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros barro, -y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros” (Isaias 64:8).
“Los niños no saben qué es lo mejor para ellos. Por eso Dios les dio padres. Si los niños supieran qué es lo mejor para ellos, los padres estaríamos desempleados”.
Mientras leo esta cita, le doy gracias a Dios. Él es nuestro Padre. No sabemos qué es lo mejor y por eso colocamos nuestras vidas ante Su altar y esperamos que Él nos guíe en los pasos, nos muestre el camino a seguir, nos oriente sobre qué hacer y nos enseñe lo que es verdadera felicidad.
Dios es nuestro Padre y sabemos que nos ama como nadie más es capaz de amar. Nos abraza en las horas buenas y también en las malas. Nos conduce a campos verdes y aguas tranquilas, seamos buenos hijos o no. Nos ama porque es amor, nos perdona porque es amor, nos protege porque es amor.
Cuando estamos débiles, nuestro Padre celestial nos fortalece, cuando estamos tristes, alegra nuestros corazones, cuando la incredulidad trata de alojarse en nuestro hogar, la ahuyenta y pone la fe y la esperanza como centinelas a nuestra puerta.
Sí, no sabemos qué es lo mejor para nosotros, pero nuestro Padre sí. ¡Qué felices somos!
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