“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).
“El entusiasmo es contagioso. Del mismo modo, la falta de él”.
¿De qué manera nosotros, cristianos, hemos contagiado el mundo? ¿Estamos ofreciendo oportunidad de todos encuentren la paz verdadera, el perdón de los pecados, la salvación y la vida eterna o estamos empujando aquéllos que están a nuestro rededor para lejos de Dios, para un abismo de tristeza y la perdición eterna?
Cristo nos dijo que somos “luz del mundo” y también “sal de la tierra”. Debemos hacer la diferencia en un mundo rodeado de ilusiones y mentiras. Debemos ayudar a los perdidos a encontrar el camino. Tenemos que mostrar la verdad y ahuyentar la mentira. Tenemos que llevar a las personas a la vida y no a la muerte espiritual.
La iglesia de Cristo es de gran importancia hoy. Hablo de la iglesia santa y transformada y no de los especuladores que intentan, de alguna manera, “engañar a los elegidos”. Quien es de Dios oye la voz de Dios y no se deja engañar por los lobos mezclados en el rebaño de Cristo.
Necesitamos contagiar los ambientes con la presencia de Jesús. Y si estos entornos son sombríos, deje que la luz del Señor brille, disipando toda oscuridad y engaño.
¿Tus actitudes contagian el mundo que te rodea?
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