La adversidad es como la temporada de lluvias: fría, desoladora, incómoda. Sin embargo, aun así, en este período nacen flores y frutos.
Es en la adversidad donde el cristiano proclama su fe. Es en la adversidad que construye una casa espiritual sólida, inquebrantable y firme como una roca. En la adversidad aprende a confiar en el Dios Todopoderoso, que siempre está a su lado, dirigiendo y bendiciendo su vida.
Jesús no nos prometió días sin problemas, victorias y luchas sin esfuerzo, caminos lisos y limpios para que pudiéramos caminar sin el peligro de tropezar. Al contrario, nos dijo que tendríamos aflicciones y que debíamos ser fuertes y valientes. Y también nos dijo que siempre estaría con nosotros. Y con Jesús en la barca, como dice la vieja canción, “todo va muy bien”.
¿Te gustan los tiempos de adversidad? ¡Yo tampoco! Pero durante este período, Dios puede hacer muchas cosas en y a través de nuestras vidas para que el nombre de Jesús sea glorificado.
Si Cristo va con nosotros … ¡Sigamos con confianza!
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