Para reflexionar… ¿A Quién Queremos Agradar?

“Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mateo 6:2).

“Los fariseos hipócritas presentaron un espectáculo a la audiencia equivocada. Las ofrendas deben darse en alabanza a Dios, por su gracia y amor, no por el aplauso del público”.

Los cristianos debemos tener presente que debemos alabar y glorificar a Dios en todo lo que hacemos. Cualquiera que sea nuestra actitud, recordemos que es por el Señor que actuamos de esa manera. Cuando tratamos de agradar a los hombres, nuestra recompensa está aquí. Y sabemos que nada está bien cuando esperamos algo de los hombres.

Cuando nuestra esperanza está puesta en Dios, podemos estar seguros de que la respuesta es cierta, que el cumplimiento de nuestros sueños está asegurado, que las bendiciones celestiales abundarán.

Los fariseos traían sus ofrendas acompañadas de mucha publicidad. Querían ser vistos por hombres. La enseñanza del Señor es diferente. Usamos nuestras ofrendas para bendecir a la iglesia, para apoyar a un misionero en su obra de amor, para ayudar a los necesitados en su vida diaria, para llenar el corazón del Señor Jesús con gran gozo. Mejor que ser aplaudido por los hombres es escuchar en el fondo de nuestra alma: “Bendito de mi Padre”.

¿Cuál es su motivación para entregar su ofrenda de gratitud?

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