Educar en la fe es crear un espacio para el crecimiento

Educar en la fe es crear un espacio para el crecimiento

Si aprender es cambiar, el alumno tiene un rol importante y activo. El maestro se esfuerza por crear los espacios de crecimiento, pero el alumno es protagonista de su propio aprendizaje. Su motivación puede comenzar por la curiosidad, por el deseo propio para aprender o por una necesidad. El maestro prepara el ambiente y las actividades para optimizar la participación y la exploración de los alumnos. Ellos preguntan, investigan, descubren, analizan, piensan, comparten y hacen todo lo que implica ser los principales partícipes de su formación en la fe.

Como el labrador no puede fabricar una planta, tampoco el educador puede “hacer crecer” al alumno, porque él o ella es un individuo libre para tomar sus propias decisiones. Pero, sí, debe esforzarse por crear el ambiente donde cada uno puede crecer y ser la persona que Dios creó. Ese ambiente es un espacio de amor, aceptación y fe.

Espacio para construir nuevos conocimientos. Las personas aprenden a partir de lo que ya saben y han experimentado en el pasado. Su historia, sus conocimientos, sus valores y su cultura inciden en su forma de aprender. El “aprendizaje significativo”, según la teoría de David Ausubel, se da cuando el material que se presenta al alumno tiene un significado para él y lo puede relacionar con lo que ya sabe. Por lo tanto, el educador cristiano debe relacionar el contenido bíblico con la vida del que aprende para que, sobre esa base, el educando pueda construir los nuevos conocimientos.

David Paul Ausubel. Nació en Nueva York en 1918, hijo de una familia judía emigrante de Europa Central. Estudió en la Universidad de Nueva York. Él originó la teoría del aprendizaje significativo.

 

La tarea del maestro es facilitar el proceso de aprendizaje de sus alumnos, ayudándolos a alcanzar todo su potencial. El maestro es quien guía a los alumnos para que puedan crecer de una manera en que la que solos no podrían.
El investigador ruso, Lev Vygotsky, llamó “zona de desarrollo próximo” (Z.D.P), a la distancia entre lo que el alumno podía resolver por sí solo (nivel de desarrollo real) y lo que podría realizar con la ayuda de una persona más capacitada, por ejemplo el maestro (nivel de desarrollo potencial). Por eso, el maestro debe conocer a sus alumnos para ver de qué manera ayudar a cada uno en el desarrollo de todo su potencial.

Lev Vygotsky (1896-1934). Murió de tuberculosis. Él estudió poesía, literatura y filosofía en Moscú. No estudió psicología en la Universidad aunque pasó su vida siendo psicólogo.

 

Espacio para la creatividad. Si alguien puede imitar y repetir, puede llegar a reproducir la información que recibió. Pero, si una persona está motivada para pensar de manera creativa, puede llegar a producir nuevas soluciones, ampliar sus perspectivas y dar renovadas respuestas. Permitir la creatividad dentro del aula, es llevar al grupo y a cada persona a desarrollar todo su potencial. La creatividad trae un aire nuevo, renueva los ánimos y alienta a todos a hacer sus aportes personales que siempre serán valiosos. Dar lugar a la creatividad requiere flexibilidad, tiempo y confianza en los alumnos, una inversión que puede rendir más de lo que se puede calcular.

Espacio para formar nuevos discípulos. Si la meta de la educación cristiana es sólo transmitir conocimientos, otros podrán llegar a manejar esa información y la cadena de conocimientos podrá seguir. Pero, si la meta de la educación cristiana es formar a otros para ser discípulos de Cristo, a los nuevos conocimientos hay que sumarles vidas transformadas al aplicar las enseñanzas bíblicas. De esta manera, esos nuevos discípulos estarán listos para capacitar a otros, y estos últimos podrán enseñar a otros.

Muchas veces, la envidia o el afán de conservar el poder son actitudes que no permiten que los nuevos discípulos se desarrollen. Esta actitud es contraria al deseo de Dios, quien nos ha llamado para edificar a otros y prepararlos para el servicio. Este camino de crecer no es derecho y sin errores, porque aprender incluye la posibilidad de equivocarse, reconocerlo y continuar. No hay lugar para crecer si no hay libertad para fracasar. El maestro que abre espacio para que los alumnos practiquen sin miedo de ser criticados, crea un ambiente sano para la formación de nuevos discípulos.

“Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros.”
2 Timoteo 2.2

 

Espacio para el diálogo. El ser humano se distingue de otros seres vivientes por su capacidad de comunicarse con palabras. Dios nos creó con una habilidad única en poder hablar. Nos conocemos y nos relacionamos a través del lenguaje. A través del diálogo podemos entrar en el mundo del otro y comprenderlo. El diálogo es encuentro, es respeto, es aceptación y es la seguridad de no estar solo. Pero, el diálogo es mucho más que el intercambio de palabras y un método más en una lista. El diálogo es la esencia de la relación educativa y debe caracterizar a la Educación Cristiana. El diálogo es el nexo entre el maestro, los alumnos y los temas.

Si “envolvemos” los métodos, la planificación, las lecciones, los cursos, los grupos, todo, en el diálogo, veremos que caminaremos juntos a la gran meta de crecer en Jesús.

 

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