dramas para el dia de la madre

10 Minutos y 6 Personajes.Es el día de la madre y parece que la familia de la protagonista se ha olvidado de ella…

UN DÍA DE LA MADRE

PERSONAJES

MAMÁ
PAPÁ
HIJO
HIJA
VECINA
ESPOSO

(Es el día de una madre, común y corriente, con sus obligaciones y deberes, pero sazonado con algo especial.)

ESCENA 1

(Comienza el día, la esposa se levanta para despedir a su marido, se queda en pie y comienza a hacer las cosas, luego se despiertan los niños y los manda al colegio.)

MAMÁ. Le voy a preparar el desayuno a mi chanchito para que vaya a trabajar.

PAPÁ. Gracias, mi amor, ¡eres la esposa perfecta! Que Dios te siga dando hoy siempre ese espíritu de sacrificio.

MAMÁ. Las cosas que me dice, yo siempre lo voy a cuidar… Ya, mejor váyase que va a llegar atrasado. (Se despide con un beso.)

MAMÁ. Chao… (En tono de no comprensión) Si supieras, amor, tengo que trabajar igual que tú sólo que yo lo hago en la casa.

(Se levantan los niños y llegan donde la mamá listos para irse al colegio.)

MAMÁ. (Está haciendo el aseo y ordenando.)

HIJA. Ya, mamita, estamos listos para irnos al colegio… pero el Felipe no se apura, siempre llegamos atrasados por su culpa.

HIJO. (Llega desordenado y con cara de sueño.) Tengo sueño… Me puedo acostar un ratito más.

MAMÁ. No, flojonazo, se me arregla y parte al colegio con su hermana.

HIJA. Ya, po’ Felipe apurémonos o si no nos van a castigar.

HIJO. Pero si es temprano, (insistiendo) ¡un minutito más!

MAMÁ. (Se mira el reloj.) Mira la hora que es, se me van al tiro al colegio (les da un besito y los despide.)

(Se queda sola en casa, pone un casette cristiano canta y comienza a hacer las cosas.)

(Pasa un letrero mostrando las 12:00 horas. Esto sin cierre de telón.)

MAMÁ. (Está barriendo cuando llega una vecina muy apurada pidiendo ayuda.)

VECINA. Vecinita, vecinita, ayúdeme, por favor… (con voz de horror) el arroz se me echó a perder.

MAMÁ. Pero, cuéntame, Sandrita, ¿qué te pasó?

VECINA. Dejé el arroz puesto en la cocina y cuando lo fui a ver estaba todo pegado y duro y malo, etc.

MAMÁ. Pero, ¿cómo lo hiciste?

VECINA. (Con voz de ingenua.) Yo me acordaba que era una taza de agua por dos de arroz y nada más.

MAMÁ. Pero, ¡cómo se te ocurre! ASí no es, son dos de agua por una de arroz.

VECINA. Con razón me quedó tan duro… Pero no importa porque al pancho le dejé un plato de porotos con mazamorra que me quedaron de ayer.

MAMÁ. ¿Con mazamorra?

VECINA. Sí, ayer le eché harto choclito.

MAMÁ. ¡Eso fermenta! Tu marido se va a enfermar.

(En eso llega el marido gritando de dolor.)

ESPOSO. Permiso, vecina, Sandrita, ¿qué le echó a la comida? Me duele mucho la guata.

VECINA. Nada, panchito, vamos para la casa, ahí le explico… (Se acerca a la mamá y le dice como secreteando.) Eran dos de agua por una de arroz, ¿cierto?

MAMÁ. Sí, vecina, vaya tranquila, si hay algún problema me llama.

(Suena el teléfono.)

MAMÁ. ¿Haló? Hola, pastora, que Dios le bendiga, dígame. Claro, sí, me acuerdo que hoy me toca el tema en las Dorcas. Estoy terminando de hacer las cosas para darle la última repasadita. Acuérdese que tiene que llevar el queque para vender. No, no puedo quedarme conversando, tengo muchas cosas que hacer. Bueno, entonces nos vemos en la iglesia… que Dios le bendiga.

/Llega la hora del almuerzo. Tiene la mesa puesta y todo listo para recibir a sus hijos.)

HIJA. Hola, mamita, me saqué un 7.

HIJO. Hola, mamá, me anotaron por quedarme dormido en la clase, tienes que ir el viernes a ver al profesor jefe.

MAMÁ. Otra vez lo mismo… no importa, después hablamos, ahora siéntense a comer… alguien trajo tarea.

(Los dos levantan la mano enérgicamente.)

MAMÁ. Cuando llegue de las Dorcas les voy a ayudar a hacerlas. Ahora terminen levanten sus platos y reposen y se ponen a estudiar y si no entienden yo les ayudo cuando lleguen… de ahí pueden salir a jugar, ahora yo me voy a las Dorcas después nos vemos.
(Ella se va y pasa un letrero con las 18:00 horas, esto sin cierre de telón. La mamá llega a su casa y la están esperando sus hijos.)

HIJA. Que bueno que llegó teníamos mucha hambre.

HIJO. Danos, tesito al tiro, por favor.

(Mientras ellos le hablan ella se pone el delantal para hacer las cosas.)

MAMÁ. Enseguida les sirvo… ¿a quién le ayudo con las tareas?

HIJO. Yo no entiendo castellano.

MAMÁ. Que no entiende… cuénteme.

HIJO. El profesor dijo que ayer se escribía sin “h” y hoy se escribe con “h”.

HIJA. Sí, mamá, los profesores son más enredados, andan preguntando cosas de cuando uno ni nacía.

MAMÁ. Ahí, hijitos, siempre tan enredados.

(Llega el papá, los hijos van corriendo a saludarlo, ella se pone a atenderlo, le saca la chaqueta, lo sienta, le hace masaje en las sienes y le sirve un tesito.)

MAMÁ. Quiere que le sirva algo más.

PAPÁ. No, gracias, mi amor.

MAMÁ. Entonces, me voy a poner a planchar.

(Saca la tabla, la plancha, la ropa y comienza a planchar.)

(En eso pasa el letrero de las 24:00 horas. Esto sin cierre de telón. La familia se va a despedir para irse a acostar, dejándola sola.)

MAMÁ. (Sentada.) Se fueron todos a acostar, tienen que estar muy cansados, mi chanchito trabaja todo el día para poder mantenernos, y mis niños tan duraznos que salieron para el estudio pero ya van a aprender… (Suspiro profundo.) Estoy tan cansada, me duelen las piernas y los hombros, pero cuando me acueste voy a descansar. Hoy estaban todos tan apurados que parece que se les olvidó que era el día de la madre, pero no importa, yo igual los sigo queriendo.

(Sentada se dispone a orar sobre la mesa.)

MAMÁ. Gracias Padre por este día que me das, por mi familia, mi vida, mi hogar, por los alimentos que nunca faltan, gracias por todo esto. Sólo te pido que me des fuerza para seguir adelante, mi familia me necesita y quiero estar ahí para ayudarlos, dame más años de vida para poder ver crecer a mis hijos y más tiempo para cuidar a mi esposo… es lo único que te pido.

(Mientras ella estaba orando su familia le deja una flor y una carta y se van. La mamá lee la carta.)

CARTA: En las fuerzas de tus manos
descansa nuestra alegría.
en la dulzura de tu voz
está nuestro corazón,
y en la profundidad de tu mirada
se encuentra nuestra esperanza.

Dios te bendiga, madre, de tu esposo e hijos.

10 Minutos y 6 Personajes. La madre de la familia Rabito piensa que sus hijos se han olvidado del día de la madre… El mejor regalo que podemos dar a nuestras madres no es el que podemos comprar en un negocio, sino el que le entregamos desde lo más profundo de nuestro corazón.

AMOR Y OBSEQUIOS

Introducción:
Una vez más ha llegado el día de la madre. Una vez más los negociantes esperan ver vacíos los escaparates de sus locales como consecuencia de las buenas ventas realizadas. Una vez más la publicidad nos hace creer que para ser buenos hijos tenemos que comprarle a nuestra madre el más caro electrodoméstico, o el más costoso objeto. No creemos que esté mal demostrar así nuestro cariño, pero sí que no debemos dejar de demostrar cuánto amamos a nuestra madre mediante otras cosas, que nacen de un corazón amante y agradecido.

PERSONAJES

DON PEDRO – el relator.
DON FRANCISCO RABITO – el padre
DOÑA EMILIA RABITO – la madre
ANTEOJOS – hijo
SALTARÍN – hijo
OREJAS – hijo

ESCENOGRAFÍA. Las escenas se desarrollan en una habitación decorada con muebles adaptados para el uso de los niños. Como telón de fondo se puede colocar un teatro de títeres, que a la vez provee de una ventana que se va a utilizar durante el transcurso de la obra. En caso de carecer de muebles pequeños, se pueden utilizar cubos o prismas hechos con madera de cajón y pintados de colores adecuados.

VESTUARIO. Para caracterizar a los niños se pueden usar gorros fabricados en cartulina blanca y decorados con algodón, guantes del mismo color y una cola de algodón con base de cartulina. Se puede completar con unas calzas o pantalones en colores adecuados. Además, si es factible, cada uno de los conejitos llevará algún detalle relacionado con su nombre. Por ejemplo, Anteojos podrá usar un par de anteojos grandes.

ACTO 1

(Aparece don Pedro caminando con paso apurado por uno de los costados del escenario. Mira su reloj con impaciencia, se detiene ante el público y luego de aclarase la voz, comienza a hablar.)

DON PEDRO ¡Buenos días!, o ¡buenas tardes! En realidad ya ni sé lo que digo. Yo soy don Pedro. Disculpen por la demora. Estuve entreteniendo a unos niños y me había olvidado de ustedes. Hoy vamos a ver la historia de la familia Rabito. Esta es la casa de los conejos del cuento que disfrutaremos juntos. Hoy es el día de la madre. Los tres hijos se han levantado temprano y ya van a venir a desayunar. Pero, mejor me escondo porque allí llegan los personajes.

(Sale por el mismo lado por el que entró. En ese momento, por el costado opuesto aparece doña Emilia trayendo una bandeja con el desayuno. La coloca sobre la mesa, distribuye las tazas y luego con voz fuerte y clara llama a sus hijos.)

DOÑA EMILIA. ¡Orejas! ¡Anteojos! ¡Saltarín! ¡El desayuno está servido! ¡Vengan pronto que se va a enfriar!

(Los tres conejitos entran corriendo por la misma puerta que la madre y le dan un beso.)

TODOS. ¡Buenos días, mamá!

DOÑA EMILIA. ¡Buenos días, hijos!

(Se ubican en las sillas correspondientes y mamá coneja comienza a servir el café con leche en las tacitas.)

DOÑA EMILIA. ¿Cómo han dormido, mis niños?

ANTEOJOS. ¡Muy bien, mamá! Yo tenía tanto sueño que casi no podía abrir los ojos.

OREJAS. Yo tuve un sueño muy lindo. ¿Quieres que te lo cuente?

SALTARÍN. ¡Ah… no! Yo tengo mucho apetito y sería mejor que diéramos gracias a Dios por los alimentos y luego tomáramos el desayuno, ¿no les parece?

OREJAS. Entonces yo voy a orar. “Señor Jesús: te damos gracias por este día y por estos alimentos, amén”.

(La mamá se retira y los conejitos comienzan a tomar el desayuno mientras entablan una conversación interesante.)

ANTEOJOS. Yo estaba pensando en que hoy es el día de la madre y nosotros no preparamos nada especial para regalarle a mamá.

SALTARÍN. Las mamás no quieren regalos, Anteojos.

OREJAS. No quieren regalos que nos cuesten dinero, pero les agradan aquellas cosas que conseguimos con nuestro esfuerzo.

ANTEOJOS. ¡Claro! Por ejemplo: una buena calificación en la escuela, algún trabajo manual, una buena contestación, un beso…

SALTARÍN. ¡Eso sí! Y como buenos hijos, siempre tenemos que darle regalos a mamá.

OREJAS. Sí, y especialmente en un día como hoy.

ANTEOJOS. ¡Tengo una idea! ¡Vengan! (Los tres unen sus cabezas comentando algo que el público no llega a oír. Luego terminan de desayunar apurados.)

SALTARÍN. ¡No tenemos tiempo que perder!

(Se disponen a salir de la casa.)

ANTEOJOS. ¡Mamá! Vamos a salir a dar nuestro paseo acostumbrado. Volveremos a la hora de almorzar.

DOÑA EMILIA. (Desde fuera del escenario.) Bueno, hijitos. ¡Vuelvan temprano!

(Salen los tres caminando y cantando alguna canción. Entra la mamá y levanta la mesa. Suspira y se ve triste. Sale don Pedro).

DON PEDRO No se extrañen los niños presentes, que los conejitos vayan a pasear con tanta libertad y sin la compañía de sus padres. Lo que pasa es que en el bosque, donde ellos viven, no hay tantos peligros como en las ciudades. Además, los animales desde muy pequeños aprenden a andar solos. ¡Así son ellos! Se comportan de forma un poco diferente que los niños, quienes deben permanecer más cerca de papá y mamá. Bueno, pero no tengo que hablar tanto. Vuelvo a mi escondite.

(Mientras tanto se escucha una suave música de fondo.)

ACTO II

(Entra don Francisco con herramientas en sus manos que inmediatamente deja dentro de un cajón o caja colocada a un costado del escenario.)

DON FRANCISCO. ¡Qué rápido pasa la mañana! Ya es mediodía. ¡Qué cansado estoy! Así es la vida de los animales en el bosque. ¡Trabajar, trabajar y trabajar! Bueno… voy a saludar a Emilia porque hoy es el día de 1a madre, y tanto mis hijos como yo debemos agasajar. ¡Emilia! ¡Ya llegué!

DOÑA EMILIA. (Entra con paso suave.) Buenos días Francisco. ¡Qué alegría tenerte en casa! (Le da un beso.)

DON FRANCISCO. Hoy había un clima de alegría entre los animales del bosque. Todos los padres estaban trabajando en la construcción de la cabaña para esa ardilla anciana que no tiene familia. Nosotros, los animales, no somos como los humanos que tienen un templo adónde ir. Pero, igualmente, aunque nadie nos lo enseñe, sabemos que Jesús nos mira y se pone contento cuando hacemos algo por nuestros vecinos que nos necesitan. ¿No te parece, Emilia?

DOÑA EMILIA. Tienes mucha razón.

DON FRANCISCO. Mientras nosotros trabajábamos, los niños iban y venían llevando regalos a sus mamás, por ser hoy el día de la madre.

DOÑA EMILIA. Yo estoy muy triste. Mis hijos no se han acordado de darme un beso especial hoy. Además, se fueron temprano y todavía no han vuelto.

DON FRANCISCO. Bueno, bueno. Ya van a venir. Por ahora podemos comenzar a almorzar.

DOÑA EMILIA. Ya traigo la comida.

(Don Francisco se sienta a leer el diario y doña Emilia sale. Muy pronto vuelve a entrar trayendo una bandeja con comida.)

DON FRANCISCO. ¡Qué bien huele eso! Sentémonos pronto.

(Ambos se sientan, inclinan sus cabezas y oran en silencio. Don Francisco empieza a comer, pero doña Emilia se queda pensativa. De repente se oye un ruido, como el de una piedra golpeando contra la pared.)

DOÑA EMILIA. (Sobresaltada.) ¿Qué fue ese ruido?

(Los dos conejos padres se asoman por la ventana. En ese momento abre la puerta y entran sigilosamente los 3 conejos portando una enorme zanahoria. Se colocan al lado de la mesa. El papá y la mamá se vuelven a su posición anterior.)

DOÑA EMILIA. (Asustada.) ¡Eh! ¿Por dónde entraron?

ANTEOJOS. Por la puerta. (Risas.)
TODOS. ¡Feliz día, mamá! Nuestro regalo es muy humilde, pero nos costó bastante conseguirlo.

(Le entregan la zanahoria.)

DOÑA EMILIA. (Emocionada.) ¡Gracias, muchas gracias!

SALTARÍN. Tardamos más de lo debido porque como todos los conejos pensaron en el mismo obsequio, no encontramos ninguna zanahoria por aquí cerca.

ANTEOJOS. También tenemos otra cosa para ti. Orejas, es tu turno.

OREJAS. Mamá, te queremos mucho. Deseamos ser buenos y obedientes para que tú y papá estén siempre contentos.

DON FRANCISCO. ¿Viste, Emilia, que no se habían olvidado?

DOÑA EMILIA. (Abrazando a todos y dirigiéndose con ellos al centro del escenario y mirando al público.) ¡Qué linda familia tengo!

ANTEOJOS. ¡Viva la familia Rabito!

TODOS. ¡Viva!

(Todos los personajes se toman de la mano para salir, pero don Pedro los detiene.)

DON PEDRO. ¡Un momento! ¡No se vayan! Aquí, entre estas personas que los están mirando (señala al auditorio), puede haber mamás que no tengan a sus hijos cerca, y hoy ellas también quieren recibir un regalo. ¿No quieren ustedes ofrecérselo?

OREJAS. ¡Cómo no! ¿Que les parece si cantamos la canción que nosotros preparamos?

TODOS. ¡Buena idea!

(Cantan la siguiente canción con la música de “Cumpleaños feliz”: “Feliz día, mamá; feliz día, mamá; que Jesús te bendiga, ¡feliz día, mamá!” Salen todos tomados de la mano. Don Pedro se une a ellos y salen saludando al público.)

Telón.

(A continuación pueden pasar algunos hijos, de cualquier edad, que hablen de las cualidades o actitudes que más admiran en sus madres, o cuenten algún incidente que permita destacar un hecho especial realizado por su madre. En el caso de las hijas pueden hablar acerca de las cualidades que admiran en sus madres y que ellas desean imitar como madres, esposas, amas de casa o mujeres profesionales. Pedir esto con suficiente anticipación y elegir las mejores expresiones. Si las madres están presentes pueden pasar al frente una vez concluida la exposición de sus hijos. Será la oportunidad de darles un beso).

10 Minutos y 2 Personajes. Dos chicas se quejan de sus madres pero al final, si tuvieran que elegir a una madre volverían a elegir a la suya.

LA MADRE ES MUY EXIGENTE

PERSONAJES
MELISA
ESTEFANÍA

(Las muchachas entran juntas, pasan cruzando suavemente mientras hablan)

MELISA ¿Tú piensas que tu mamá sea exigente? Mi madre me hace limpiar mi habitación aún cuando no esperamos visitas.

ESTEFANÍA. Mi madre me hace quitar las manchas del teléfono, aún cuando nadie más necesita usarlo.

MELISA (Manos sobre caderas, imitando.) ¡Usted podría sembrar papas debajo de esa cama, jovencita!

ESTEFANÍA. (Manos sobre caderas, imitando.) ¡Hay otras personas en esta familia, jovencita!

AMBAS. ¡Madre!

MELISA ¿Aún tu madre te da una escupidera?

ESTEFANÍA. Y justamente en público. “Tienes algo en tu barbilla” (lo demuestra, se lame, con los dedos pretende quitar el tizne o la mancha restregando la barbilla de MELISA)

MELISA (Lo demuestra, se lame, con los dedos pretende quitar el tizne o la mancha restregando la barbilla de ESTEFANÍA.) “Aquí, déjame limpiártela”.

AMBAS. ¡Madres!

MELISA Y ¿por qué yo parezco tener la única madre en el pueblo que insiste en despedirse con un beso cada vez que me deja en la escuela?

ESTEFANÍA. Y cuando ella me recoge.

MELISA En los labios.

ESTEFANÍA. Justo frente al chico que estoy tratando de impresionar.

AMBAS. ¡Madres!

MELISA Yo perdonaría a tu mamá el no hablar de la talla de tu ajustador en la reunión familiar (cruzándose los brazos frente al pecho.)

ESTEFANÍA. ¿Qué te parece en la pizzería? Justo frente a otros 14 jugadores de fútbol (cruzándose los brazos frente al pecho.)

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. ¿Y cuántas veces le he dicho a mi madre que estoy muy vieja para llevar panties de los ositos?

MELISA ¿Y qué decir de las panties Mickey Mouse?

ESTEFANÍA. ¿Y el Pato Donald?

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. ¿Realmente mi madre piensa que seré mejor ciudadana si aprendo a sacar la basura sin recordármelo?

MELISA ¿Hay alguien más en la escuela completa cuya madre insista en acompañarla a CADA actividad de muchachos SOLTEROS de la escuela?

ESTEFANÍA. ¿Te arrastra tu mamá a todos esos banquetes Madre-Hija?

MELISA ¿Y qué hay con todo este compromiso madre-hija?

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. “Come tus vegetales, son buenos para ti.”

MELISA “No te inclines, siéntate derecha.”

ESTEFANÍA. “Di por favor.”

MELISA “Di gracias.”

ESTEFANÍA. “Haz tu quehacer.”

MELISA “Tú no vas a usar ESE vestido para la iglesia, ¿verdad?”

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. Si tú pudieras escoger una madre en todo el ancho mundo, ¿cómo la escogerías?

MELISA Mi Mami.

ESTEFANÍA. Yo también.

MELISA Yo no cambiaría ni una cosa.
15 Minutos y 9 Personajes.Un rey va en busca de un tesoro. En su camino pregunta a diversos personajes y un niño le muestra cuál es el mejor tesoro: su madre.

EL REY BUSCA UN TESORO
Anita R. de González
PERSONAJES

FEISEL
SÉQUITO DEL REY
ABDUL
SARA
RAMA
ABDIEL
DAHANA
ALOHA
NARRADOR

NARRADOR. Hoy nos trasladaremos por unos minutos al reinado de Feisel, en un país oriental muy distante. ¿Qué sucede en el palacio? Todo es excitación y se oyen comentarios por todas partes. El Rey está vestido con su traje de gala y sale con su corte de honor. Está buscando algo, parece muy preocupado y toda la corte está en acción. ¿Qué buscará el rey con tanto empeño? Veamos lo que está sucediendo en ese reinado imaginario.

ESCENA 1

(Aparece el rey hablando con los hombres que componen su séquito.)

REY. Os ruego que me ayudéis a encontrar el tesoro que vi anoche en un sueño. Una voz me dijo que es el tesoro más valioso que jamás se haya visto en esta tierra. Yo quiero encontrarlo, por eso os he llamado. Saldremos en busca de él y no regresaremos al palacio hasta que lo tenga en mis manos. Salgamos presto. (el séquito se inclina ante el rey en señal de aprobación y salen juntos con el rey.)

ALOHA. (Hablando sola.) El Señor tenga piedad de mi hijo y prospere su camino. Tal vez no encuentre nunca lo que busca. Es muy difícil… (con gran preocupación.) Le oí decir que no regresaría hasta tener en sus manos el tesoro que vio en su sueño… ¡Oh, qué terrible sería si no lo encontrara! Tal vez nunca más lo volvería a ver. ¡No, no puede ser! Tal vez despierte a la realidad y se dé cuenta de que los sueños no son más que suelos… Ten piedad de mi hijo, Señor, te lo ruego. (Se retira.)

ESCENA II

(Aparece el rey con su séquito de nuevo, anda en busca del tesoro y está hablando con un señor de alto rango.)

ABDUL. Su majestad, os ruego que se me diga en qué puedo serviros, vuestro siervo se sentirá complacido de ser vuestro esclavo.

REY. Tan sólo una merced reclamo de tu mano, noble Abdul.

ABDUL. Soy todo vuestro. Decime vuestro encargo y trataré de complacer a mi señor el rey.

REY. Anoche tuve un sueño. Me ofrecieron un gran tesoro de inapreciable valor. He salido a buscarlo por campos y ciudades, pero nadie me sabe dar razón de él, y no regresaré al palacio hasta que lo haya encontrado.

ABDUL. Difícil empresa la de mi señor el rey. No es fácil hallar un tesoro donde abunda la pobreza. Si en realidad existiera alguno, habrían tantos ojos sobre él que jamás mi señor el rey lo vería.

REY. ¿Tratas de desanimarme, Abdul? Veo que eres un hombre pesimista. Pero yo no dejaré de buscar ese tesoro, seguiremos adelante.

ABDUL. Que el éxito corone vuestra empresa, su majestad. Vuestro siervo se retira, tengo otras cosas que debo atender. (Se va.)

REY. Aquí estaremos algún tiempo hasta que preguntemos a los que transitan por este lugar. Tal vez tengamos suerte.

SÉQUITO. Mande y ordene, vuestra majestad. Cumpliremos vuestras órdenes. (Una mujer que va pasando se detiene al ver al rey. Con respeto se inclina y lo saluda.)

SARA. Salve, su majestad. Bendita la tierra que besa vuestros pies.

REY. Bendito seré cuando encuentre lo que con tanto afán busco por campos y ciudades.

SARA. Si está en las manos de vuestra humilde sierva el dar reposo a mi señor el rey de vuestra fatiga, me llamaré dichosa.

REY. Busco un tesoro de gran precio que anoche me fue mostrado en sueño y no lo encuentro. No volveré al palacio hasta que mi deseo sea cumplido.

SARA. ¡Miserable de mí! Jamás los ojos de vuestra sierva han visto siquiera una piedra de las que usan las doncellas en el palacio del rey.

REY. Vete en paz, hija mía, tal vez un día tengas en tu mano una joya de valor.

SARA. El cielo escuche vuestra voz. Vaya con Dios mi señor el rey. (Sigue su camino.)

(Pasa un campesino y saluda también al rey.)

RAMA. ¡Salve, mi señor el rey!

REY. Dios bendiga tus faenas, labrador.

RAMA. Para serviros, su majestad, vivo en vuestro reinado.

REY. Tan solo un favor demando de tu mano, labrador.

RAMA. (Se inclina.) Ordene, su majestad.

REY. Busco un tesoro, el más preciado que ojos humanos hayan visto. Anoche lo vi en un sueño, pero nadie me da razón de haberlo visto… de haberlo encontrado. Tal vez tú, labrando la tierra has descubierto lo que otros no han podido encontrar.

RAMA. El cielo corone de favores y de tesoros a mi señor el rey. Este humilde labrador no ha visto otra cosa en toda su vida que el rico tesoro que Dios da a todos en la espiga del trigo, en la mies ya madura que sacia el hambre de un pueblo, que alimenta al humilde labriego y que corona la mesa del rey.

REY. Dios bendiga tus manos, labrador.

RAMA. Vaya con Dios el rey. (Se retira y sigue su camino.)

NARRADOR. Durante varios días el rey ha buscado el tesoro y a todos, ricos y pobres, grandes y pequeños, mujeres y hombres, ha preguntado si lo han visto, pero parece que su sueño jamás se convertirá en realidad. El séquito que lo acompaña se ve cansado y algunos piensan que el rey está perdiendo la razón. Pero éste no se cansa de preguntar y está decidido a no regresar al palacio hasta que haya encontrado el tesoro de su sueño.

REY. Si alguno de los que forman este séquito está cansado y quiere volverse, pensando que mi labor es un fracaso, puede retirar. Yo no regresaré hasta que haya logrado mi objetivo.

SÉQUITO. ¡Viva el rey! No nos apartaremos de su majestad.

(Viene un muchacho cantando alegremente, con sus libros de la escuela.)

ABDIEL. ¡Que tenga muy buenos días, su majestad el rey!

REY. Así lo pases tú, hijo mío. ¿A dónde vas tan alegre?

ABDIEL. A la escuela, su majestad, pero si en algo puedo seros útil, estoy listo a serviros.

REY. Lo que busco es difícil para ti, hijo mío. Mujeres y hombres que han pasado por este lugar no han podido darme lo que por días he tratado de encontrar.

ABDIEL. A veces un muchacho puede lograr lo que hombre y mujeres no son capaces de alcanzar. Si vuestra majestad me favorece al decirme lo que busca, tal vez puedo ayudaros a encontrarlo.

REY. Busco un tesoro, un tesoro de gran valor. Lo vi en un sueño, pero nadie ha podido darme razón acerca de él.

ABDIEL. Para deciros dónde está el tesoro que con empeño buscáis, tenéis que hacerme una promesa.

REY. Si estás seguro de que puedes decirme dónde está, dime cuál es tu petición y te será concedida.

ABDIEL. Estoy más que seguro, su majestad. Pero quiero pediros que nunca me separéis de él. Es todo lo que poseo en esta vida.

REY. Tu petición te será concedida. Anda, ve rápido y trae ese tesoro. Tengo mucha prisa.

ABDIEL. En unos minutos regresaré, su majestad. (Sale de prisa.)

REY. Ojalá que este plebeyo no se aparezca con una sucia moneda, pensando que tiene un gran tesoro…

SÉQUITO. Tenga fe, su majestad el rey. Tal vez pueda ver su sueño convertido en realidad.

REY. El cielo me depare su ventura.

SÉQUITO. Salud para su majestad el rey.

REY. Salud para mi reino, mi corte, mis súbditos y mis vasallos.

SÉQUITO. Allá viene el muchacho, su majestad, pero no viene sólo.

REY. Mi curiosidad es grande…

ABDIEL. (Llega sonriente, lo acompaña Dahana, los dos se inclinan y saludan al rey.) Su majestad, aquí traigo el tesoro de vuestro sueño. No hay en el mundo tesoro de mayor valor. Ni piedras preciosas, ni oro, ni plata, ni las más relucientes perlas del mar pueden igualarse al tesoro que hoy os presento. Este tesoro es mi madre. Cuando estoy enfermo es mi enfermera que me ciudad y me cura. Cuando estoy triste me consuela, si estoy alegre ríe y se goza junto a mí, si me va mal en mis estudios es mi maestra que me ayuda a comprender las lecciones difíciles. Ella, su majestad, es todo para mí. ¿Puede haber un tesoro mayor en el mundo?

REY. Por cierto que no. Hijo mío, eres más sabio que todos los sabios de mi reino. Quien tiene una madre tiene todos los tesoros del mundo. Yo también tengo un tesoro, lo tenía cerca de mí salí a buscarlo lejos. Tal vez en esta hora esté triste pensando en su hijo ausente y rogando al cielo por su salud. Iré a su lado sin más demora. Gracias por haberme enseñado esta preciosa lección.

ABDIEL. Vaya en paz, su majestad el rey. El cielo bendiga a vuestra querida madre y a todas las madres del mundo… ¡Y bendiga a mi madre también!

REY. ¡Vivan todas las madres del mundo! Con razón el sabio Salomón dijo: “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”. (Prov. 31:10)

DAHANA. Gracias por desearnos la bendición de Dios. Yo pido al cielo que bendiga a nuestros hijos que son el tesoro que Dios nos ha dado. Que vaya en paz, su majestad el rey.

REY. Al cielo encomiendo mi reino y a todas las madres buenas del mundo. (Se retiran todos.)

CONCLUSIÓN. En la Santa Biblia podemos encontrar muchas historias de mujeres que supieron ser madres y que son una inspiración para todos, pero tenemos el ejemplo de una madre que fue la madre por excelencia, porque albergó en su seno al hijo de Dios. Su historia quedó registrada en las páginas sagradas para ayudarnos a comprender que la obra de una madre piadosa es la más importante en esta tierra. Cristo es el ejemplo del hijo perfecto, que siendo hombre no cometió pecado. Su vida debe ser un estímulo para cada hijo de Dios que trata de alcanzar la perfección por los méritos divinos de Aquel que dio su vida para darnos la redención. Que Dios bendiga a cada madre presente y con ellas a sus hijos, para que todos podamos alcanzar la perfección en Cristo Jesús. Recordemos que todo aquel que tiene una madre tiene un tesoro y que debemos honrar y respetar a nuestras madres en el temor de Dios.

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