¿Cuán importante es la “sola Escritura”?

¿Cuán importante es la “sola Escritura”?

 

Trasfondos-Biblias

¿Cuán importante es la “sola Escritura”?

La batalla por la verdad ha empezado, desenvainen sus espadas” Charles Spurgeon.  A lo largo de la historia de la iglesia cristiana han existido épocas en las que muchos críticos han intentado menospreciar el poder y la verdad de la Escritura.  Inclusive pastores y predicadores han llegado en estos tiempos a desviarse de la máxima verdad bíblica y buscar en otras partes la fuente de sus “predicaciones” y estudios.  Sin embargo, en cada etapa en la que ha pasado esto, Dios ha levantado grandes hombres que lucharon fervientemente por mantener la Biblia en su lugar de honor.  Algunos son recordados como mártires o héroes de la fe; otros como Spurgeon son recordados como hombres que Dios usó grandemente por su implacable lucha por conservar intactas las Escrituras, mientras que los detractores hoy apenas son recordados.  Gracias a ellos, siempre ha quedado fuera de duda la suficiencia de la Palabra de Dios“, permaneciendo para siempre”. La pregunta es: ¿Es tiempo de sacar nuestras espadas y luchar por la verdad?…

Un ataque desde adentro y de sorpresa siempre es el más difícil de detener. Satanás sabe esto y por eso ha dejado su estrategia de los ataques frontales a la autoridad de la Biblia y lo ha cambiado por algo un poco más sutil: negar su suficiencia.  Es difícil hoy en día encontrar a un predicador famoso que niegue abiertamente que la Biblia es la Palabra de Dios. Cada uno de nosotros estamos dispuestos a defender con nuestras vidas y sistemas doctrinales lo inerrante de la Biblia, pero en cuanto a la suficiencia de la misma, ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a defenderla y practicarla?

La doctrina de la inerrancia de la Palabra de Dios solo nos lleva a aceptar que no se equivoca en lo que está escrito. Sin embargo, la doctrina de la suficiencia es aún más complicada ya que nos lleva a reflexionar en que los que estamos dedicados al ministerio de enseñanza, ya sea predicación o escuela dominical, hemos perdido el tiempo enseñando cosas que tal vez nada tienen que ver con la Biblia. Y aunque no lo digamos abiertamente, en la práctica hemos negado que ésta sea suficiente para las vidas y ministerios de nuestra audiencia/alumnos. ¿Cómo ha llegado a pasar esto? Por principio de cuentas hemos dejado de confiar plenamente en Dios y por lo tanto en la suficiencia de su Palabra en los asuntos prácticos de la vida. Esto nos lleva a caer en la desesperación de no tener soluciones para los problemas diarios, y entonces buscar estas soluciones en otras partes aún cuando éstas vallan en contra de la Palabra. Pegado a esto está el hecho de que hemos mezclado teorías de hombres con la Palabra de Dios y muchas veces hasta le hemos dado el lugar principal a las palabras de los hombres “especialistas” que a la Biblia. Esto lo podemos ver claramente en hermanos que en sus predicaciones y aun en su modo de vida, mencionan más a expertos en psicología o sociología, que a expertos teólogos.  Y esto ha dado lugar a un último problema, el cual es que hemos dejado de apoyar la labor teológica y hemos dejado de promover a los jóvenes hacia una carrera dedicada a la teología. Esto ha hecho que poco a poco los líderes de nuestras iglesias y los predicadores cada vez estén más preparados secularmente, pero menos preparados en conocimiento bíblico.  En vez de tener una cosmovisión cristiana del mundo que los rodea, tenemos pastores y predicadores con una cosmovisión secular del mundo y tendemos a confiar más en lo que conocemos que en lo que no. Así que por lógica cuando van a hablar y tratar a la gente, se van a apoyar más en las ciencias seculares que en la Palabra de Dios que se ha vuelto algo desconocido para ellos.

En conclusión, estamos pasando una época de transición en donde debemos decidir de qué lado vamos a estar, si con los que buscan ante todo proclamar la verdad de la suficiencia de la Biblia, o con los que prefieren buscar fuera de la iglesia las soluciones para su vida diaria. Yo estoy dispuesto a desenvainar mi espada, ¿y tú?

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