Características de un buen maestro

Características de un buen maestro

La vida de un niño es como un papel en blanco. Cada persona que pasa por su lado escribe allí algo. ¿Qué escribe usted en la vida de los niños alrededor suyo? Dios lo llama para que sea un buen maestro y escriba cosas de valor eterno.

 

Dios dispuso que los maestros ayuden a otros a aprender. Un maestro enseñar la lección más poderosa mediante el ejemplo de una vida santa. En esta lección nos concentraremos en algunas características del maestro, siguiendo el ejemplo del Maestro por Excelencia, nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo.

 

1. El maestro y su experiencia con Dios

No se puede compartir lo que uno no ha experimentado. Teóricamente el maestro puede explicar muchas cosas; pero sólo puede impactar la vida de sus alumnos cuando respalda la teoría con experiencias personales.

 

Para el maestro cristiano, el nuevo nacimiento es su primera y gran experiencia con Dios. Para enseñar la Palabra de Dios hay que ser salvo y lleno del Espíritu Santo. Necesitamos la llenura del Espíritu Santo para que las cosas del mundo no hallen cabida. El egoísmo, la envidia y la hipocresía tendrán que dar media vuelta a la puerta del corazón, pues, ya estará ocupado por el Espíritu del Señor.

 

El apóstol Pablo dijo: “Yo sé a quién he creído” (2 Timoteo 1:12). Esa firme fe en el Señor y su Palabra debe caracterizar a cada maestro; no sólo en la clase con sus alumnos, sino cada día y en cualquier situación o lugar. Jesucristo dijo que somos la luz del mundo y que debemos glorificar a Dios con nuestras buenas obras (Mateo 5:14-16).

 

2. La sinceridad del maestro

La vida del maestro necesita ser transparente como la luz. Jesús fue sincero con sus seguidores; no hubo “engaño en su boca” (Isaías 53:9). Día tras día los discípulos compartieron con Él la abundancia y la escasez, la alegría y el dolor, la aclamación de los admiradores y las burlas de los enemigos. Ellos lo conocieron en la intimidad del hogar y entre grandes multitudes, y nunca lo vieron actuar con hipocresía.

 

Para guiar a un niño a Cristo usted tiene que llevar una vida santa y pura, sin engaño. Cada día necesita estar cerca al Señor, para escuchar hasta el más leve susurro de su amor. Sea donde fuera, y en cualquier circunstancia, debe mantener la cabeza en alto, para poder mirar a los ojos de sus alumnos sin sonrojarse o tener que bajar la vista. Sus hechos y sus palabras deben armonizar en una bella sinfonía que honre al Salvador.

 

3. La comunión diaria con Dios

Dijo un alumno: “Primero llegué a amar a mi maestro; luego llegué a amar la Biblia de mi maestro; después llegué a amar al Salvador de mi maestro.” ¿No es eso lo que deseamos ver como resultado de nuestro esfuerzo? Ya lo creo, porque no hay mayor felicidad que guiar a un niño a los pies de Jesucristo.

 

Para llevar una vida ejemplar y fructífera es indispensable desarrollar una diaria e íntima comunión con Dios mediante la oración y el estudio de su Palabra. Mediante la oración el maestro habla con Dios. A través de la lectura de la Palabra el maestro “escucha” a Dios. Aparte un tiempo específico cada día para desarrollar una vida de comunión con Dios, preferiblemente en la mañana. Pida como el salmista: “Abre mis ojos y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18).

 

4. La comunión con los hermanos

Como hijo de Dios y maestro cristiano, usted forma parte de una gran familia. Tiene hermanos en cada país del mundo. Aprenda a vivir en paz con ellos (Salmo 133:1).

 

Jesús enseñó que debemos amarnos unos a otros como Él amó a los suyos (Juan 15:12). El apóstol Pedro escribió que debemos amarnos “entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1:22). Nuestro amor unos por otros tiene que ser sincero, sin hipocresía. Debe manifestarse en respeto hacia quienes ejercen cargos de mayor responsabilidad, y también un trato noble de la persona más humilde.

 

Hay maestros que solamente buscan relucir, que desempeñan sus cargos con el fin de ser aplaudidos; pero hay otros que son fieles colaboradores, dispuestos a ayudar con cualquier cosa. Jesucristo no vino al mundo para ser servido, sino para servir (Marcos 10:45). El maestro servicial y colaborador se llevará bien con sus hermanos en la fe y ganará el respeto de sus alumnos, ya que verán en él (o ella) una persona que ama a los demás, como Jesús amó a los suyos.

 

5. Buena presencia física

Es importante que como siervos de Dios presentemos un aspecto físico agradable; de fuerza, salud y vigor. Una presencia física descuidada no recomienda en buena forma al evangelio. Buena presencia física, voz agradable, vestimenta limpia, y cabellos bien peinados son características que dan “peso” al mensaje de Jesucristo. Él merece ser representado de la mejor manera posible.

 

¿Cómo piensa que reaccionan los niños ante un maestro raquítico, pálido, y anémico? ¿Qué impresión ofrece un maestro sano, vigoroso, y lleno del gozo de vivir? Dejo a su criterio decidir cuál de las descripciones honra al nombre de Dios.

 

Cristo Jesús vino al mundo para ofrecernos vida, y “vida en abundancia”. No es mi propósito desanimarlo si usted está sufriendo físicamente; al contrario, quiero alentarlo y decirle que Jesús es todopoderoso. Él llevó sobre su cuerpo, en el madero, no sólo el castigo por nuestros pecados, sino también cargó nuestras enfermedades y nuestros dolores, “y por sus llagas fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Como hijo/a de Dios, usted goza de innumerables riquezas. Póngase de rodillas, con la Biblia abierta y un lápiz en la mano. Lea y subraye todas las promesas de Dios, y luego, ¡recíbalas en su vida! Jesús desea que usted goce de una vida abundante y victoriosa. Los niños disfrutarán de las lecciones y respetarán el evangelio, al ver a un maestro saludable y alegre.

 

6. El entusiasmo del maestro

Dios es el autor de toda energía y actividad. ¡Él es entusiasta! Si Dios caminara en los zapatos de un maestro no malgastaría el tiempo en cosas de poco valor, sino se esforzaría en cumplir bien cualquier tarea encomendada. ¿Cree usted que Dios estaba con pereza cuando creó el mundo? No, cada célula de su existencia vibraba de energía. Por eso, “todo lo hizo hermoso” (Eclesiastés 3:11). Nuestro Dios, es un Dios de fuerza y actividad. El maestro cristiano necesita tener la misma disposición que la del Maestro de Galilea: entusiasmo y energía positiva.

 

La palabra entusiasmo significa “tener a Dios dentro”. Cuando Cristo vive en mí, no hay circunstancia negativa que me pueda bajar el ánimo. Por supuesto, lucho a diario contra el enemigo; pero Jesús me hace “más que vencedor”. Un maestro amable, entusiasta y colaborador, producirá alumnos del mismo calibre. ¿Quisiera usted ser esa clase de maestro?

 

7. La influencia del maestro

Más que otra cosa, Amelia deseaba ser como su maestra. Admiraba todo en ella. Su manera de vestir, su modo de caminar, el tono de su voz, su sonrisa, sus enseñanzas, y hasta el modo en que se sentaba. En todo lo que podía, trataba de imitarla. ¡Qué responsabilidad pesaba sobre aquella maestra!

 

El apóstol Pablo, gran predicador y maestro, pidió a los cristianos que lo imitaran (1 Corintios 4:16 y 11:1). ¿Cómo se atrevió a hacer tal cosa? Por la simple razón de que él a su vez imitaba a Cristo. Reconozca la influencia que la vida de usted como maestro ejerce sobre los alumnos. Ante ellos, usted es un representante de Cristo, y lo que ellos lo vean hacer, guiará, en gran parte, el destino de sus vidas. Trate de ejercer sobre ellos una influencia positiva.

 

El maestro enseña . . .

un poco mediante lo que dice.

algo más mediante lo que hace.

mucho mediante lo que es.

 

La vida y la personalidad del maestro es la lección más poderosa que se puede enseñar. No son en primer lugar las elocuentes palabras que influyen en el niño, sino la vida santa del instructor; una vida entregada de lleno al Señor Jesús. ¡Propóngase lograr ese impacto!

 

8. El deseo de aprender

Lo más importante en la vida del maestro no es enseñar sino aprender, y ¡aprender de Jesús! Por cierto, usted debe leer y estudiar buenos libros, conocer de pedagogía, y tratar de mejorar sus métodos de enseñanza; pero lo primordial es que aprenda de Jesús mismo, por medio de una vida de íntima comunión con Él. Jesucristo es el Maestro por Excelencia y nadie nos puede enseñar mejor.

 

Para aprender hay que estudiar; en este caso, la Biblia. También es importante estudiar otra buena literatura. El conocimiento no es una carga pesada y el tiempo dedicado al estudio nunca es tiempo perdido. Estudie la Biblia a vuelo de pájaro, pero también detenidamente, versículo por versículo. Ambas maneras le servirán mucho. Leer a vuelo de pájaro es como subir a una montaña y contemplar un hermoso paisaje. Estudiar libro por libro, versículo por versículo, es como bajar al valle y observar los detalles del paisaje.

 

Algunas buenas herramientas para el estudio son: un diccionario de gramática castellana, un diccionario bíblico, y una concordancia bíblica. Estudie las costumbres de los tiempos bíblicos, la geografía y la historia de la Tierra Santa, y también la teología sistemática para que conozca a fondo las doctrinas básicas del evangelio. Cuanto más fundamentado esté en la Biblia, tanto mejor podrá enseñar.

 

9. La misión del maestro

La misión del maestro se halla resumida en los últimos versículos del Evangelio según Mateo: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”(Mateo 28:19-20).

 

Muchos niños han escuchado el evangelio, algunos han sido enseñados, pero muy pocos han sido entrenados. Hacer discípulos es la labor principal del maestro cristiano. No se contente con solamente ser maestro, sea también un entrenador. Prepare a sus alumnos para el servicio a Dios.

 

10. Fiel hasta el fin

No todo cristiano es apto para enseñar; no obstante, todo aquel que ha sido llamado por el Señor para enseñar debe desarrollar sus aptitudes y servir con fidelidad. “Ahora bien, lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2).

 

El maestro cristiano es administrador de las preciosas joyas del Señor: ¡los niños! Él pudo haber elegido otros métodos para llevarlos al conocimiento de la verdad, pero no lo hizo. Fue de su agrado escogernos a nosotros para este trabajo. Ahora, Él espera de sus administradores, que cada uno sea fiel. No por un día ni dos, no por unos meses o un año, sino ¡fieles siempre!

 

Con la ayuda del Gran Maestro usted podrá ser:

FIEL a Jesucristo

FIEL al mensaje (las lecciones que enseña)

FIEL a sus alumnos

FIEL a la iglesia (sus hermanos y colegas)

FIEL al llamado

FIEL hasta el fin (Apocalipsis 2:10)

 

Haga una lista de diez cualidades positivas que quisiera tener en su vida. Con la ayuda del Espíritu Santo póngase a trabajar para adquirir esas cualidades.

 

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