Amargura y Resentimiento

Amargura y Resentimiento

Written by Billy Graham

La amargura es el producto de una intensa animosidad, caracterizada por el cinismo y la mala voluntad. El resentimiento es un desagrado lleno de indignación y mala voluntad como resucitado de algún daño, insulto o injuria, ya sea real, imaginario o no intencional. Esas cosas van juntas con frecuencia y son el resultado de la ira no resuelta.
Billy Graham dijo: “La Biblia no prohibe el desagrado; pero establece dos limites… El primero es que se mantenga la ira libre de amargura, desprecio y odio. El segundo es el de examinarnos a nosotros mismos cada día, para ver si hemos resuelto los sentimientos maliciosos. Hay un antiguo proverbio latino que dice: ‘El que se acuesta con ira tiene al diablo como compañero de lecho’. Por supuesto, la vida está llena de motivos de irritación que se convierten en muy buenas oportunidades para Satanás para conducirnos a las malas pasiones”.

Los consejeros profesionales revelan que un gran porcentaje de quienes reciben asesoramiento en la actualidad son seres amargados, airados v resentidos. Los sentimientos retenidos corroen al individuo, hasta que algunas personas se transforman en incapacitados emocionales y enfermos físicos. Su capacidad para actuar se reduce, disminuyendo su eficiencia.

Con frecuencia tienen dificultades para dormir y sus relaciones personales. Tanto en el seno de sus familias como fuera de ellas, sufren una especie de erosión. Algunos pueden obsesionarse tanto con el deseo de “ajustar cuentas” que pueden llegar a matar a alguien. El individuo que tiene ira no resuelta y profundamente enraizada no será una persona en su plenitud.

Un caso clásico del síndrome de “resentimiento ajuste de cuentas” se encuentra en La historia de Cain y Abel (Génesis 4:1-16). Caín estaba furioso porque sus ofrendas se vieron rechazadas por Dios que aceptó las de su hermano. En realidad, no era una diferencia entre Caín y Abel en absoluto, sino entre Dios y Caín. Fue Dios el que rechazó su ofrenda. Sin embargo, Caín se llenó de resentimiento y depresión (“Su rostro decayó”). En lugar de arrepentirse y buscar el perdón del Señor, descargó su ira sobre su hermano.

En muchas oportunidades habrá personas que nos hablarán de problemas de esta naturaleza porque están tratando de obtener simpatía o reforzamiento. Les dirán que han sido malinterpretadas, incomprendidas y maltratadas, sin darse cuenta de las implicaciones pecaminosas de su propia conducta. A medida que se desenvuelva su relato y en cuanto detecten resentimientos y amargura, trátenlos como pecados.

La Palabra de Dios dice: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8).

Estrategia de asesoramiento

1.    Mientras su interlocutor les revela su problema, permanezcan neutrales. Asegúrenle que la Palabra de Dios contiene la solución para sus problemas.

2.    Asegúrense de que están hablando con alguien que ha recibido verdaderamente a Cristo. De no ser así, dénle las “Estapas para obtener la paz con Dios”.

3.    Si su interlocutor no se ha dado cuenta todavía de que la amargura y el resentimiento son un problema grave para él o ella o si está consciente de ello y está buscando sinceramente una solución, asegúrense de que comprenda que se está enfrentando a un pecado en su vida. El pasar por alto este hecho hará que resulte imposible cualquier tipo de solución real.

4.    El arrepentimiento y la confesión darán como resultado el perdón y la restauración de la comunión con Dios. Compartan con esa persona la “Restauración” de la página 17, haciendo hincapié en el pasaje de 1 Juan 1:9. Oren juntos, pidiéndole a su interlocutor que confiese su amargura y su resentimiento.

5.    Si realizan lo interior, será apropiado tomar disposiciones para la reconciliación, sobre todo cuando haya habido acusaciones, recriminaciones, críticas y el rompimiento de alguna relación. La victoria se obtiene cuando se resuelven los asuntos tanto en el plano vertical corno en el horizontal.
El premio es “una conciencia libre de ofensas contra Dios y los hombres” (Hechos 24:16).
No es necesario hacer que el asunto sea público; pero Jesús dijo: “Ve y reconciliate primeramente con tu hermano” (Mateo 5:23). El ApóstolPablo recomendó: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. . . Asi que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:18,20-21). Si hay reconciliación, Dios estará complacido y ambas partes tendrán una curación espiritual. Por otra parte, si no sucede nada positivo, el interlocutor habrá hecho todo lo que exige Dios. Habrá sido obediente y, por ende, podrá seguir viviendo con su conciencia limpia.

6.    Aconséjenle a su interlocutor que ore para que el Señor lo llene con amor hacia la otra persona, tanto si se produce una reconciliación como si no es así. “El amor… no guarda rencor; no se goza de la injusticia” (1 Corintios 13:5,6).

7.    Si la amargura y el resentimiento son de larga duración y el interlocutor
insiste tercamente en que su actitud es la correcta, denle la amonestación de Pablo: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31,32). Pídanle a esa persona que reflexione en estos versículos y que ore por sus enemigos a la luz de esta verdad.

Oren con su interlocutor.

Citas bíblicas

“Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba La causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23).

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14,15).

“Bendecid a los que os persiguen; bendecid, no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:14-19).

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que niguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:14,15).

 

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